Lecturas y dilemas de una metamorfosis (II)

En lo adelante y definitivamente el espacio virtual será el único al alcance de los editores? / Gilberto Rabassa

¿Cuáles son las fuentes de financiamiento de las revistas culturales? ¿Podrían implementarse otras?

Jorge Fornet: Has tocado un tema clave que solemos dejar de lado y que nos devuelve a la pregunta inicial. El problema, entonces, no es cuántas publicaciones culturales existen, sino si el gasto que ellas implican debe ser asumido casi exclusivamente por el Estado, es decir, por el pueblo. Que sea así ahora no quiere decir que no existan alternativas válidas y necesarias. Además, en estas cuestiones acostumbramos a entender que el Estado es el Ministerio de Cultura y sus instituciones, lo cual es una manera bastante estrecha de percibir la cuestión.

Numerosas publicaciones podrían contar con el apoyo de otras ramas del Estado o ministerios (en otros países muchas revistas culturales sobreviven gracias al auspicio estatal a través de anuncios, los más frecuentes suelen ser los relacionados con el turismo). Y también, desde luego, con el de empresas estatales, que a su vez deberían sentirse estimuladas a respaldar esos proyectos. Lo mismo vale para el apoyo cooperativo o privado.

Todas las publicaciones deberían poder gestionar y obtener respaldos diversos, incluso del extranjero. No veo por qué una revista cubana no puede poner en sus páginas un anuncio del carnaval de Barranquilla, por mencionar un ejemplo un tanto festinado. ¿Debe hacerse de manera muy transparente para evitar males mayores? Desde luego, pero en todo caso no será más preocupante que las demás inversiones que tenemos y deseamos para el país.

José León: Hasta donde conozco, el sostén proviene del Estado, salvo alguna que otra excepción en que un inversionista o editor extranjero invierte su dinero, como ocurre con Excelencias. Más o menos, recientemente, en la web han aparecido sitios dedicados a estos temas y sus fuentes de financiamiento en ocasiones pueden ser, por decirlo de algún modo, oscuras y vinculadas a intereses ajenos a la cultura. ¿Pudieran existir otras vías? Claro, por parte de particulares y de instituciones o asociaciones… hay todo un campo por experimentar en este sentido. Ello requeriría, por supuesto, una legislación adecuada, que hoy no existe.

Norberto Codina: A raíz del llamado período especial, La Gaceta reapareció en 1992 y se mantuvo durante más una década, apoyándose en donaciones tan diversas como asociaciones de amistad con Cuba, ARCI de Italia, o un par de anuncios más que simbólicos en cuanto a su efecto real en el mercado, que justificaron los financiamientos de dos años. Ya a principios de este milenio la sustentó el Fondo de Desarrollo para la Educación y la Cultura, que fue un pilar con una cabal comprensión de la importancia de la publicación. En la última década se sumaría la propia Uneac, para complementar los presupuestos del Fondo.

No debemos perder de vista que una publicación cultural, en cualquier parte del mundo y cualquier sistema, es subvencionada, ya sea por instituciones estatales o privadas. Y en el caso de Cuba, responden a un enfoque del desarrollo socialista de la sociedad.

Casa de las Américas apela a suscripciones, canjes y otras vías para llegar a los interesados fuera de Cuba. / Cortesía del entrevistado

En 2019 se decidió que ciertas publicaciones culturales que aún se imprimían dejaran de hacerlo y circularan solo en el espacio digital. ¿Es definitivo o transitorio?

José León: Se supone que es una situación transitoria y la razón fue económica, así se nos informó en una reunión en el Instituto Cubano del Libro en el año que mencionas. De hecho, era como una jugada cantada, por emplear un término beisbolero, las señas venían desde dos años antes, cuando se nos pedían reducciones, variantes, etcétera. No sé quién habrá tomado la decisión, supongo que una medida de tal magnitud debió involucrar a la más alta dirección del Estado. Es difícil responder porque uno no tiene toda la información. Tal vez se debieron salvar algunas de esas publicaciones, llevarlas a un formato más barato, digamos un tabloide.

Jorge Fornet: La decisión estuvo asociada a la crisis en que entró el país y a la falta de papel; no fue muy discutida y ni siquiera demasiado sorprendente. Éramos conscientes de que ante aquellas necesidades “perentorias”, la industria editorial –envejecida, además– volvería a sufrir los rigores de otros tiempos. Cada vez está más claro, por otra parte, que aunque defendamos la existencia física de muchas de nuestras revistas –variante a la cual no ha renunciado en ningún lado buena parte de las publicaciones más prestigiosas del género–, la opción digital, infinitamente más barata y accesible, es tan necesaria como ineludible.

Debo decir que la revista Casa de las Américas ha sido privilegiada porque tiene detrás una historia y una institución sólidas, de la que forman parte su fundadora, Haydee Santamaría, y la descomunal labor llevada a cabo por Roberto Fernández Retamar a lo largo de casi 55 años. Y porque después de un período de incertidumbre encontró apoyo del Ministerio de Cultura para publicar tres números, del 298 al 300, en parte como reconocimiento a una cifra nada común entre las revistas de su tipo en el Continente.

El cese abrupto de ciertos mecanismos de distribución y comercia-lización propiciaron que estas ediciones no llegaran a donde los posibles lectores pudieran aquilatarlas. / Cortesía de Revolución y Cultura

Norberto Codina: Aunque soy alguien perteneciente a la era Gutenberg y no me veo, pese a mi condición de revistero nato, editando más allá de las fronteras del papel, entiendo y celebro el espacio creciente que va protagonizando el ciberespacio, que igual llamo “ciberdespacio” por la lentitud actual de los servidores en nuestra aldea letrada.

Estoy convencido de que con la proliferación legítima de los espacios digitales (no es lo mismo una revista digital que su versión en PDF) debe recuperarse como una prioridad un grupo de revistas, de importancia y con sus perfiles bien definidos, en soporte de papel, algo a lo que no debemos renunciar, aunque sus tiradas y periodización respondan a nuevos ajustes, acordes con las posibilidades de la realidad.

Según se deduce, nuestras revistas culturales no cuentan en general con la tecnología necesaria para ofrecer una propuesta atractiva y exitosa en el ámbito digital. ¿Y qué sucede con los recursos humanos?

Norberto Codina: Son contadas las que poseen personal especializado más allá del equipo tradicional. Empezando por la nuestra.

José León: La mayoría no estaba (o no está) preparada para el mundo digital. El cambio fue brusco, con plantillas adecuadas para otra época, otro medio (y quizá otro mensaje). Eso, además de los inconvenientes, tiene sus ventajas: el llegar con relativa tardanza a este medio nos permite aprender de los demás y adaptarnos. Pero es mucho lo que nos falta, en lo tecnológico y en el personal. Y, sobre todo, en cuanto a concepción, organización y autonomía de las publicaciones en las nuevas condiciones.

Jorge Fornet: Estamos en desventaja con respecto a lo que se ha avanzado en otras partes y padecemos limitaciones ostensibles, tanto desde el punto de vista tecnológico como de preparación de editores y diseñadores en ese terreno (lo digo por experiencia propia). Las publicaciones nacidas en la Galaxia Gutenberg apenas vamos, por lo general, reproduciendo en el terreno virtual la mentalidad y el formato del mundo físico. Lo ideal sería conciliar la existencia en ambos universos; y en los dos, de momento, estamos atravesando un período difícil.

Entonces la salida en formato digital exclusivamente ha modificado la visibilidad de las publicaciones y la relación con los lectores.

Norberto Codina: En doble sentido: negativo porque publicaciones cuyo perfil corresponde al soporte de papel, en su gran mayoría deben encontrar en la expresión digital su complemento, no su sustituto; positivo porque el espacio digital es una manera renovadora que contribuye a una mayor difusión. Cada cual tiene sus características y valores propios.

José León: Con el lector tradicional, en sentido negativo por supuesto. La visibilidad, la presencia, la incidencia también se han modificado, cómo y cuánto es algo que todavía debemos valorar mejor. Incluso, si fuera negativo no hay otra opción que adaptarse a las nuevas condiciones y aprovechar todas las posibilidades que ellas ofrecen. Estamos explorando, quizá con algún retraso, un nuevo mundo y, cuando eso sucede, ocurren naufragios y desastres; también se abren nuevas rutas.

Jorge Fornet: Si llegara a consumarse la distopía de un mundo sin revistas impresas, claro que ello modificaría la relación con los lectores. La Internet es fabulosa y engañosa, porque al ofrecer tanto, resulta cada vez más difícil elegir y discernir. Que las revistas se encuentren disponibles ahí, es excelente e impostergable; que solo estén ahí, me parece una pérdida lamentable.

Está claro que las tiradas pueden y deben reducirse, y que ya no debemos intentar alcanzar lectores únicamente con ejemplares impresos. Sin embargo, necesitamos preguntarnos por qué la mayor parte de las más prestigiosas revistas culturales del mundo nacidas en papel mantienen ese formato contra viento y marea, pese a las dificultades que entraña y a tantos fúnebres vaticinios que desde hace años vienen dando por condenada esa opción.

No obstante, la mayor ventaja de esta veda del papel es que nos ha forzado a entrar con mayor decisión en el universo digital. Es un mundo lo que tenemos por delante, entre otras cosas porque –por la propia dinámica del medio– cuando uno aprendió algo ya surgieron nuevas y mejores alternativas.

A los factores que tradicionalmente limitan la demanda de publica-ciones culturales se suma la competencia de Internet. / Leyva Benítez

¿De retornar a las ediciones impresas, tendrían que renovarse las formas de distribución, comercialización y promoción, que antes de 2019 lastraban esas dinámicas?

Norberto Codina: Ese replanteo es de imperiosa necesidad desde hace varios años. Es imprescindible desde recuperar antiguas formas de distribución, como la que realizaba Correos de Cuba, y las suscripciones, hasta utilizar nuevas, digamos priorizar la red de centros universitarios, la enseñanza artística y todo el sistema nacional de la cultura, que conforman las instituciones del Ministerio, la Uneac, la Asociación Hermanos Saíz y sus dependencias territoriales.

José León: No todos volverán a las ediciones impresas, no es necesario. Pero quienes lo hagan están obligados a reinventar los mecanismos de distribución, comercialización y promoción. Los problemas en esos terrenos antes de 2019, lejos de resolverse, se agravaban, gracias a esa habilidad para dificultarlo todo que lleva impregnada la burocracia.

Como ejemplo cito una reunión de Correos de Cuba con representantes de varias publicaciones, en la que dicha empresa anunció que a partir de ese momento la distribución quedaría a cargo de las propias interesadas, por lo cual debían contactar (y contratar) directamente con las direcciones provinciales de Correos. ¿Cómo podían revistas culturales, por lo general de escasos recursos y reducido personal ocuparse de su distribución por toda la Isla?

A la Distribuidora Nacional del Libro, bajo cuya responsabilidad se hallaba la venta de nuestras revistas, le dio por hacer algo parecido: un día juntaron a las publicaciones con los directores provinciales del Libro para que firmaran contratos… Aquello parecía una puja en la bolsa, como vemos en las películas.

Si llegara de nuevo el momento de comercializar revistas impresas, sería ineludible revivir el objeto social, la responsabilidad que una vez tuvieron Correos y la Distribuidora del libro, revitalizar los mecanismos de la Uneac y otras instituciones.

Jorge Fornet: La distribución ha sido, sin dudas, el talón de Aquiles de las publicaciones periódicas cubanas. Para una revista como Casa de las Américas ese problema ha sido mayor dado que, por su propio perfil, pretende ser leída en el Continente. Se han buscado alternativas que han funcionado temporalmente. Sin embargo,  la presencia permanente de la revista en al menos ciertas librerías importantes de algunas capitales latinoamericanas no ha funcionado. Se suple esa carencia con suscripciones, canje, adquisición por parte de bibliotecas y, sobre todo, con el envío directo a intelectuales interesados en ella. Creo que de todas las ventajas de la aparición digital, la potencialidad de que las revistas sean leídas urbi et orbi es, de momento, la mayor de todas.

El influjo de las publicaciones culturales cubanas parece haber disminuido. ¿Es por falta de crítica y polémica, ha mermado la calidad de los textos, los lectores tienen mayor acceso a propuestas foráneas…?

Norberto Codina: Es cierto que ejercen mucho menor influjo. Pero no se debe a la calidad de los textos, como promedio ha sido buena; y aunque se resientan de falta de crítica y polémica, ni esto ni el acceso a publicaciones foráneas, que apenas existe, han sido factores decisivos en la desidia de la llamada “sociedad letrada”, a saber escritores y artistas, trabajadores de la cultura, universitarios, intelectuales en el sentido orgánico del término.

Más ha influido la muy mala promoción y distribución, la salida irregular, la proliferación indiscriminada de publicaciones, que en algunos casos replican perfiles editoriales. Se suma la importancia creciente de la información en el universo digital, la pérdida de hábitos de lectura, sobre todo en soporte de papel, la indiferencia manifiesta, no solo de los lectores potenciales, sino, y en primer plano, de las instituciones culturales, centros universitarios, las filiales provinciales de la Uneac, la AHS, escuelas de arte y brigadas de instructores.

Estas revistas especializadas precisan acercarse a las universidades, los centros de enseñanza artística y demás instituciones del ámbito cultural. / Gilberto Rabassa

Jorge Fornet: Claro que ejercen menor influjo y lo mismo podría decirse de los libros, los periódicos, la radio y la televisión. Incluso las “narrativas” más asentadas y consensuadas a lo largo de décadas se han erosionado notablemente. No es fácil enumerar las razones, pueden ser muchas, incluidas algunas de las que mencionas (no me parece acertada, únicamente, la de una menor calidad de los textos).

A veces tengo la sensación no solo de que los potenciales lectores no encuentran en nuestras revistas las preguntas y las posibles respuestas que les interesan, sino de que ni siquiera las buscan allí. Uno publica cosas que pueden ser de mucho interés y hubieran provocado revuelo tiempo atrás y ya no tienen el mismo efecto, entre otras razones porque el medio (que también es el mensaje, como bien sabemos) no tiene ahora el mismo alcance. Por fortuna, uno se encuentra en ocasiones los lectores más inesperados.

Al mismo tiempo debemos reconocer que con frecuencia trabajamos para un lector que ya no existe (tal desafío no es privativo nuestro, mas también nos toca encararlo). Al nuevo lector se lo disputan otras fuentes y las voces más disímiles, incluidas las de las fake news. Se me ocurre que a corto plazo y en el modesto ámbito en que somos capaces de influir los editores, podemos –sin renunciar al perfil, la filosofía y la voz de cada una de nuestras publicaciones– ensanchar los límites de lo discutible, más a tono con los conflictos y tensiones de nuestro tiempo. Sin olvidar que no trabajamos para complacer el sentido común reinante sino para provocar en los lectores nuevos cuestionamientos.

José León: Tu interrogante encierra la mayoría de las causas por las que indaga. Añadiría que no es solo un problema nuestro, en todo el mundo la gente lee menos. La ciudad letrada parece que reduce sus avenidas y paseos, y apenas quedan en tiempos tan apresurados (como si estuviéramos empeñados en olvidarnos a nosotros mismos) algunos parques donde remansar y repensarnos como sociedad. Tampoco debe soslayarse que vivimos bajo los efectos de una guerra mediática y la cultura es un dardo en ella.

Desde luego, no podemos resignarnos. Debemos, al igual que ha sucedido en otros momentos más o menos similares experimentados por la humanidad, prestar atención a toda la sociedad, sus intereses, escuchar a los jóvenes, auscultar… y a partir de ahí crear una ruta que implique reflexión, crítica, calidad, investigación, polémica, profundidad, rescate, pasión… Una mezcla de todo eso, y sobre todo la verdad. O al menos, toda la verdad posible.

 

*Texto de Tania Chappi, con apoyo de Roxana Rodríguez

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Un comentario

  1. Si leíste hasta aquí, porque te interesan las publicaciones y temas culturales, seguramente no estarás ahora menos preocupado(a) por las juiciosas respuestas que aportan los tres expertos consultados en esta investigación de Bohemia, pero sí es muy probable que te sientas mucho mejor informado(a) para formarte, o poder comparar y calificar, tu propia opinión; esa es al menos mi propia experiencia.

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