Lenguaje universal e intercultural

El 27º Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos “Habana Vieja: ciudad en movimiento” volvió a animar las calles del centro histórico capitalino


De ritmo y colorido se impregnó el centro histórico habanero; entre las callejuelas adoquinadas el lenguaje del cuerpo devino protagonista de una fiesta esperada por bailarines, coreógrafos, visitantes y citadinos. En el 27º Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos hasta las columnas bailaron en el habitual periplo, comprendido entre las arterias Mercaderes, Obra Pía, Oficios y Amargura.

En Las Carolinas, desde el latir de la danza contemporánea, también se construyeron relatos diversos.

Mucho se admiró y reflexionó sobre la energía y plasticidad que emerge del arte danzario durante estas tres jornadas de fin de semana. Los seguidores acompañaron las actuaciones en los espacios de la Plaza de Armas y Las Carolinas, sede de la compañía Danza Teatro Retazos que, desde hace casi tres décadas, organiza y convoca este encuentro anual.

En plazas, parques y áreas al aire de libre de distintas instituciones culturales de La Habana Vieja, en especial, se apreciaron diferentes formas de danzar. Solistas y colectivos interpretaron géneros contemporáneos, tradicionales y folclóricos del repertorio caribeño, latinoamericano, cubano y universal.

La Compañía Rosario Cárdenas cautivó con su singular estilo de bailar el flamenco.

Este año, el Festival se extendió más allá de los límites del centro histórico y llegó hasta la Fábrica de Arte Cubano, en el Vedado, para alternar espectáculos junto a los centros de Referencia A+ Espacios Adolescentes; Cultural Antiguos Almacenes San José; de Desarrollo de las Artes Visuales; el Convento de Belén; Habana: Espacios Creativos, y otras locaciones más.

La representación de la isla fue la más nutrida; y dentro de ella, los capitalinos asistieron en mayoría, en relación con los participantes del interior del país, cuya presencia resulta acostumbrada en el evento. Incidió en esta situación las limitaciones de recursos económicos y de combustible; no obstante, los anfitriones se crecieron ante la adversa circunstancia y el Festival se mostró como lo que es: una sólida plataforma para el intercambio en la creación danzaria y la confraternización entre creadores y públicos.

Los matanceros de Danza Espiral, dirigidos por Lilian Padrón, dejaron la impronta de su peculiar estética en estos días; al igual que los jóvenes de la ateniense Vocacional de Arte Alonso Pérez Isaac. Asimismo, se constataron los talentos de los villareños de la Escuela de Danza, fundada por la maestra Silvina Fabar, quienes dieron muestras de excelencia entre los recodos de la urbe junto a sus coterráneos del colectivo Creativo Perro Callejero. La región oriental, aunque menos representada, con Grandanza (Guantánamo) y el  Proyecto K´merino (Granma), exhibió calidades en cuanto a técnica e interpretación.   

“Estar aquí ha significado un gran esfuerzo de las autoridades y el gobierno de nuestra provincia”, reveló a BOHEMIA Oscar Rodríguez Soto, tras la ovación que consiguieran los muchachos y muchachas de Musicaribedance, de la ciudad de Colón, en Matanzas, agrupación que lidera desde hace varios años y una de las fundadoras del Festival.

Pluralidad de estilos y estéticas se apreciaron por aquí; muchas piezas evidenciaron originalidad y virtuosismo como la obra autobiográfica y de creación colectiva colombiana Soy 2da parte, de los estudiantes de arte dramático de la Universidad del Bosque, quienes impactaron con una reflexión sobre la diversidad sexual que integró expresión corporal, voz y danza.

La conga no podía faltar.

Aun cuando, además, hubo participantes de España, Estados Unidos, México, Ecuador, Suecia, Suiza y Uruguay, esta cita no alcanzó la magnitud de capítulos precedentes; no obstante, los adeptos al arte de los pasos, ritmos y compases agradecieron que en medio de las carencias económicas, los organizadores asumieran el desafío de retomar el evento de manera presencial, luego los duros años de emergencia sanitaria por la covid-19.

Poco antes de salir a escena, casi con los nervios a flor de piel, las intérpretes del Conservatorio Frederick Ashton, de Ecuador, comentaron a esta reportera sobre la coreografía Yaku mama (madre agua), una suerte de proyección escénica inspirada mitos del folclor andino. 

Los bailes populares, en pareja, fueron algunas de las coreografías de Musicaribedance.

“Esta es una interpretación que simboliza la purificación de la mujer cuando necesita ser fértil; según las historias debe bañarse en cascadas o lagunas para limpiar su cuerpo y su espiritualidad, y estar lista para procrear”, precisó una de las jóvenes con apariencia sosegada y, como el resto de las chicas del grupo, vestía traje tradicional con faja mama chumbi y grueso collar a base de cuentas de maíz, teñidas de dorado, el cual representa simbólicamente dos elementos esenciales de  las comunidades indígenas: el alimento fundamental y el níquel, uno de sus principales recursos.  

Los artemiseños de NC Dance, Jonnie Martínez a la cabeza, levantaron los ánimos y calentaron la pista con la espectacularidad de sus coreografías que fusionan géneros populares cubanos con elementos acrobáticos que le confieren realce a la interpretación.  

No faltaron los habituales y esperados talleres; el evento teórico que reunió a docentes, investigadores y artistas; el Festival de Videodanza DV Danza Habana, para la ocasión, en su edición 17; tampoco las clases magistrales, impartidas por notables coreógrafos y bailarines de prestigio a escala nacional e internacional como Isabel Bustos, principal mentora del evento; Susana Pous, líder de Micompañía; el suizo Gion Martin Tango, la estadounidense Lucy Malher, el ecuatoriano Jorge Alcolea Aguilera, director artístico de la Compañía de Danza de su país, entre otras figuras.

En este agasajo por la danza, como en capítulos precedentes, se desdibujaron las fronteras entre las artes; hubo conciertos, videodanzas, espectáculos infantiles y en las tardes noches, DJ cubanos acompañaron, a modo de descarga, las improvisaciones y performance de los artistas invitados.

La cita exhibió lucidas coreografías, algunas concebidas expresamente para el Festival; otras, sin las exigencias de la danza para espacios abiertos; pero aun así el Festival cautivó por el buen hacer de sus creadores.   

Entre los balaustres y cancelas de la arquitectura colonial de la urbe, se advirtió la energía liberadora del arte; se generaron sinergias, intercambios de saberes, ideas, experiencias para que, crear desde la danza y para ella, siga siendo un lenguaje universal e intercultural, tejido entre los pueblos.


CRÉDITOS

Foto. / Leyva Benítez

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