Foto. / cubarte.cult.cu
Foto. / cubarte.cult.cu

Leyenda viva de la cultura cubana

A propósito del centenario de una de las artistas cubanas más notables, BOHEMIA se suma a los homenajes de quien se ganara la admiración y el respeto de seguidores y colegas


Tocada por el talento y una gracia natural para deslumbrar en escena, Rosalía Lourdes Elisa Palet Bonavía –el verdadero nombre de Rosa Fornés (11 de febrero de 1923 – 10 de junio de 2020)- supo desde muy joven que el arte sería su pasión, su razón de ser y existir.

Aun cuando no nació en Cuba, nuestra gran vedette desbordó virtuosismo en el cine, el teatro, la televisión y la radio. Simplemente, se dejó querer como artista y ser humano; conquistó la admiración de muchísimos seguidores y el respeto de sus colegas en nuestro archipiélago y el orbe.

A lo largo de su trayectoria artística conquistó diversos lauros y distinciones como los premios nacionales de Teatro (2001), Televisión (2003) y Música (2005).

Fue la única descendiente de un matrimonio de iberos radicados en la mayor de las Antillas que, temporalmente, se instaló en la ciudad estadounidense de Nueva York, justo unos meses antes de su nacimiento. No obstante, la infancia de la artista transcurrió entre La Habana y España hasta que se naturalizara cubana, a la edad de 15 años.

Tras la separación de sus padres, adoptó el apellido Fornés, con el cual devino mito universal, en gratitud a su padrastro, quien –como ella expresó en cierta ocasión– la colmó de genuino amor paternal.

Con genialidad incursionó en dramas, comedias y también, en el cabaret. A golpe de rigor, estudio y disciplina advirtió la esencia de ser primera vedette, título que inicialmente le confirieran en el país azteca durante 7 años consecutivos; luego, a escala regional sería declarada “la vedette de América” (1949) y Cuba llegaría a nombrarla en la categoría de “mejor vedette”.

Durante su ascendente trayectoria artística, compartió el escenario con sobresalientes figuras como la soprano española Pepita Embil y su esposo, el barítono Plácido Domingo Ferrer, padres del tenor del mismo nombre. También, sellaría páginas inolvidables en la escena junto a otro ilustre de la península, el tenor y cómico ibérico Antonio Palacios, a quien consideró su principal mentor.

Rosa Fornés tejió un estilo singular, sustentado en los saberes que captara a partir de las influencias de Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Enriqueta Sierra, Agustín Lara, Joaquín Pardavé, Antonio Palacios, Miguel de Grandy, Rodrigo Prats, entre otros. Igualmente, trabó lazos de amistad y profesión con Hugo del Carril, Libertad Lamarque, Toña la Negra, Pedro Vargas, Luis AguilarJorge NegretePedro Infante, Germán Valdés ‘Tin Tan‘, Marga López y una amplia lista de prominentes creadores.

Quienes tuvieron la suerte de intimar con ella en el plano profesional, la recuerdan como una mujer consagrada y modesta, dada a complacerse con los triunfos de sus compañeros de labor. 

“Cuando yo hacía una obra, quería que todo el mundo estuviera formidablemente bien, todo el reparto, no solamente yo. Me esforzaba porque mi personaje saliera bien. Pero […] el que tenía una escena importante, que estuviera […] a la máxima altura […] Después si me elogiaban a mí […] me elogiaban dentro de un cuadro de artistas que habían estado espléndidamente […]”, confesaría en abril 2010, durante un diálogo que sostuviera con el cantautor Amaury Pérez, en el programa televisivo Con 2 que se quieran.

Emerge una diva

Solo era una adolescente cuando ganó el primer premio en el espacio de aficionados La Corte Suprema del Arte, de la radioemisora CMQ. Apenas unos meses después de aquel suceso, en 1939, debutaría como actriz, primero en el cine con el largometraje Una aventura peligrosa, del director Ramón Peón y, al año siguiente, en las artes escénicas con la pieza El asombro de Damasco, estrenada en el Teatro Principal de la Comedia.

Desde entonces, y durante toda la década del 40, se consolidaría como la creadora integral que llegó a ser, capaz de asumir distintos géneros del canto, la danza y la actuación, en los cuales revelaría ingenio en los universos del espectáculo y el séptimo arte.

Convidada por el actor Mario Moreno, mundialmente popular por su personaje de Cantinflas, Fornés irrumpió en el cine y el teatro mexicanos. Allí resultó aclamada y distinguida en ambos medios, pero fue en las artes escénicas donde dejó mayor impronta; contrario a lo que muchos especulan y pese a su sostenido quehacer cinematográfico allí, el cual abarcó de los años 40 hasta principios de la década del 60.

Juntos en la vida y la profesión desde los años 50, Rosita Fornés y Armando Bianchi trabajaron en espectáculos teatrales y de televisión. / tvcubana.icrt.cu

De retorno a La Habana a principios de 1952, tras romper su relación matrimonial con el actor azteca Manuel Medel, padre de su única hija, ya había triunfado, además, en varias ciudades de los Estados Unidos (Los Ángeles, San Francisco, San Diego, San Antonio, Texas, Nueva York).

La naciente televisión cubana de entonces no le fue un medio ajeno. Pronto debutaría en CMQ-TV, en el espacio Gran Teatro Esso, con la opereta La casta Susana, dirigida por el maestro Gonzalo Roig, junto a un elenco de sobresalientes intérpretes de la talla de Antonio Palacios, Miguel de Grandy, Maruja González y Mario Martínez Casado.

En segundas nupcias se unió al también actor Armando Bianchi, a quien conoció en el set de TV. Juntos, en la vida y la profesión, compartieron diversos proyectos teatrales y televisivos como aquel de la década del 50, Mi esposo favorito, uno de los programas que inauguraran las transmisiones del Canal 2 en la TV cubana y alcanzara el mayor rating de audiencia en la época.

Su extraordinaria versatilidad sería disfrutada por los telespectadores en series, humorísticos, revistas musicales, en los cuales tuvo presencia estelar hasta casi unos años antes de su deceso.

Varias generaciones de antillanos aún la recuerdan durante la década de los 80 en programas como Cita con Rosita o el musical norteamericano ¡Hello, Dolly!, estrenado en el capitalino Teatro Karl Marx, con puesta en escena del realizador Octavio Cortázar, adaptado para TV por Manolo Rifat y arreglos de la musicóloga y compositora María Álvarez Ríos.

La versión cubana de Hello Dolly devela a las nuevas generaciones las extraordinarias cualidades histriónicas, vocales y danzarias de la vedette. / juventudrebelde.cu

“Reina del Teatro y de la Televisión, en la década de los cuarenta y de los cincuenta, el público la aclamó como una de sus figuras más célebres. Ella no fue otra cosa que un pueblo vestido de luz. Creó una imagen de la sensualidad femenina que ha quedado como un modelo del buen arte”, señaló el intelectual cubano Miguel Barnet Lanza en las palabras de duelo, durante los funerales de Fornés.

Cerca de un centenar de obras, entre operetas, zarzuelas, revistas musicales y un amplísimo acervo de temas clásicos y populares interpretó en el teatro lírico. Recordados son hoy todavía sus protagónicos en las piezas La del manojo de rosas, La viejecita,La duquesa del Bal Tabarin, La casta Susana, La princesa de las czardas, Las Leandras, La viuda alegre, Doña Francisquita.

Sin embargo, según el criterio de expertos, las obras que conforman el catálogo lírico cubano resultaron limitadas en el prolífico repertorio de Rosa Fornés; pues aun cuando integró el montaje de Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig, nunca aceptó ninguno de los roles principales.

“Siempre consideré que la zarzuela cubana tiene exigencias interpretativas que no se adecuaban a mis características. Me sentía más segura en la opereta, era más cercana a mis posibilidades reales. Incluso en la zarzuela española del género grande siempre preferí hacer las tiples cómicas y los personajes ligeros como la Rosaura, de Los gavilanes,o la duquesa Carolina, de Luisa Fernanda, y por supuesto, adoré dentro -del mal llamado género ‘chico’- a La verbena de la paloma y La revoltosa”, reveló en 1988, al compositor y pedagogo Jorge Garciaporrúa en una entrevista que le concediera para revista Clave.

Cuba, siempre en el corazón

Protagonizaba la pieza Siete novias para mí solo, en el madrileño Teatro Calderón, cuando la sorprendió la noticia del triunfo de enero de 1959. En aquel momento, ya había firmado contratos por un lustro para actuar en escenarios europeos, asiáticos y africanos. Decidió, a la sazón, adelantar el regreso al país y canceló sus compromisos de trabajo; necesitaba formar parte de los suyos: los cubanos.

En breve tiempo, se incorporó a los propósitos culturales del naciente proyecto social; devino una de las fundadoras del Teatro Lírico Nacional de Cuba (TLNC), en 1962. Desde esta institución cultural y junto a destacadas autoridades del género, inauguró la primera temporada de presentaciones de la etapa revolucionaria, cuyo programa de obras clásicas y populares marcaron una época de esplendor dentro de la modalidad escénica en la Isla.

“Algunos lo consideran un arte menor por su temática, su formato y sus objetivos, pero no es así, pues exige intérpretes de compleja formación técnica, artistas integrales que canten, actúen y por lo menos si no bailan, que tengan una buena expresión corporal”, apuntó alguna vez sobre el género que tanto la cautivó.

Con Se permuta, la artista regresó a las pantallas de cine después de poco más de dos décadas de ausencia. / lapupilainsomne.wordpress.com

Tras varias décadas sin encarnar roles en el cine, Rosita Fornés regresó con rotundo éxito en el memorable personaje de Gloria, en la cinta Se permuta, del realizador Juan Carlos Tabío. Le seguirían otras películas antillanas, ya a finales de los 80 y principios del siguiente decenio: Papeles secundarios (1989), de Orlando Rojas; Quiéreme y verás (1994), de Daniel Díaz Torres; Las noches de Constantinopla (1994), también de Orlando Rojas; y otros trabajos con directores del patio y foráneos. 

Públicos de diversas latitudes en América Latina, el Caribe y Europa, ovacionaron su arte. A ellos llevó su original donaire y siempre a Cuba en el corazón; por ello ganó la admiración de importantes personalidades de la Revolución, entre ellas, el Comandante en Jefe Fidel Castro, quien la consideró gloria de la cultura nacional.

“Yo he recorrido casi el mundo entero, al menos una gran parte y siempre voy como artista cubana. No voy como artista americana ni hago alarde de nada de eso […] Así me conocen en todos los países que he visitado”, declararía en varias oportunidades.

Además de asumirse una creadora plena, de prestigio internacional, desplegó con humildad sus cualidades de empresaria perspicaz y ejemplar, faceta poco documentada hasta el presente y que la mantuvo activa durante varios lustros.

A la edad de 97 años, rodeada de familiares y allegados, dejó de existir en la Florida, los Estados Unidos, como consecuencia de una afección respiratoria. Apenas unos días después, sus restos llegarían a La Habana para cumplir su última voluntad.

A pesar de las restricciones por la pandemia de covid-19, un mar de seguidores, familiares, amigos, personalidades de la cultura y de organizaciones de la sociedad civil acompañaron las exequias de esta leyenda de la cultura cubana, quien dispuso para su reposo definitivo a esta tierra caribeña que la acogió y enalteció por su talento y glamour, su carisma y virtud.

Comparte en redes sociales:

3 comentarios

  1. 100 años de luminosa presencia y una impoluta estela en la memoria agradecida.

    Y un gran teatro habanero aún espera honrarse con llevar su nombre. Este habría sido el día perfecto para hacerlo.

  2. Rosita Fornes , en múltiples ocasiones llenó las páginas de la Revista Bohemia quisiera saber si con motivo del Centenario de su Natalicio de publicará una edición especial con parte de los artículos dedicadas a ella por la publicación.Gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos