Machacar en la desidia

Washington corrobora en Lituania que el rebaño sigue ñoño y dócil


Si la humanidad sale indemne de esto, o si quedase algún sobreviviente con el interés y la capacidad de razonar lo ocurrido con decoro, de seguro los líderes del “Occidente basado en reglas”, y Washington en particular, no recibirían precisamente un baño de rosas cuando hagan el cuento.

De la camarilla hegemonista norteamericana engreída y prepotente se puede esperar cualquier cosa. Pero… caramba… qué triste y deleznable papel ha escogido la aplastante mayoría de la burocracia política europea de la OTAN y sus complementos en el G7 (más o menos la misma cosa) al empujar a su propia gente al desguace para que, desde el otro lado del Atlántico, alguien sueñe aún que podrá recoger algo entre las cenizas del orbe, entre las que estarán, indefectiblemente, las de los pajes que hoy aúpan decisiones tan irresponsables como las asumidas por estos días en la reunión del pacto guerrerista occidental ejecutada en Vilna, la capital de Lituania.

Porque es simplemente soñar en vano que una potencia nuclear y militar resucitada, dueña de una geografía gigante, pletórica de recursos claves, y con una historia llena de costosas lecciones para quienes han tratado de humillarla, dejará perecer sus brillos así como así para satisfacer los caprichos absolutistas de algún trasnochado.

Tomaremos el reto de la cumbre de Vilna, ha dicho Moscú, y seguiremos adelante en nuestros planes defensivos y la ruta de la multipolaridad global como alternativa al trono inmovilista, soberbio y autocrático que la Casa Blanca quiere hacer valer a escala planetaria.

Sin necesidad de traducción

En pocas palabras, no habrá debilidad ni miedo por los acuerdos de continuismo bélico incrementado que la administración de Joe Biden decretó en territorio lituano este mayo y que insiste en una suerte de perpetuación infinita de la guerra inducida contra Moscú a través de Ucrania.

Como si fuese eterno el hecho de poder atacar a otros bajo el manto de un fantoche, sin que un día una bala mal disparada reviente la “alambrada” y el torrente se convierta en directo, inatrapable, inabarcable e indetenible.

Así, párrafos otanistas del foro de Vilna como la reiteración de que Rusia representa “la amenaza más significativa y directa para la seguridad de los aliados, y la paz y la estabilidad en la zona euroatlántica”; del “apoyo a Kiev tanto tiempo como sea necesario”; o el proclamar que “las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas” de China representan un desafío para los intereses, la seguridad y los valores de la OTAN”, todos de puño y letra gringo, ilustran los acuerdos descolocados y orates que el “Occidente ampliado” entroniza como doctrinarios en su devenir inmediato.

Ni una palabra de entendimiento, como no sea que Rusia admita el dislate, la subversión y las rondas de la OTAN a unos metros de su frontera sin chistar ni promover el menor gesto de respuesta, porque entonces estaría contraviniendo “las reglas” que dictan los “dueños del circo”, que no la lógica más elemental, ni los acuerdos mundiales de orden legal y de obligatorio cumplimiento por signatarios o miembros de los más disímiles organismos internacionales. Es decir, lo siempre ancho para mí y lo estrecho y asfixiante para otros… y punto en boca y todo bien.

Zelenski sacó lascas en Vilna, pero sus carnales no le dejaron llevarse el pato completo al agua/ RT.

La novia fea

De todas formas, si bien los presentes en Vilna intentaron presentar una fachada de entendimiento y plácemes, lo cierto es que las verrugas siguen siendo parte de la existencia de la OTAN y de la plantilla del G 7, que tuvo a bien presentarse en la capital lituana para hacer públicos sus votos proyanquis y la correspondiente genuflexión a las directrices de los que mandan detrás de Joe Biden.

Y que hay ronchas… las hay. Los nazis de Ucrania y su jefe, Volodimir Zelenski, quedaron como lo que son: pura escoria de tránsito hasta que se cumplan o se incumplan los planes de Washington contra Rusia.

Así, el pretendido reclamo de Zelenski de un embarque total otanista-occidental junto a Kiev, en la aventura bélica en curso a nombre de que “nosotros los ucranianos lo merecemos”, quedó en la promesa de una pretendida (y a la vez espinosa) “ayuda militar constante” en la bronca con el Kremlin, y la prolongación de una guerra de desgaste que, hasta ahora, a quien justamente está pasando por la piedra es a los militares y grupos fascistas y mercenarios de Ucrania, y cobrándose volúmenes sustanciales de un “socorro” occidental que pasa también la chágara a los insuficientes y no pocas veces obsoletos arsenales de los miembros de la Alianza Atlántica, y a unas arcas oficiales en precario creciente.

Por demás, Zelenski llegó a ser tan insistente y arrogante en sus “demandas” a sus socios, que desde congresistas norteamericanos hasta funcionarios de la administración británica le recordaron, no sin tirria, que debería ser más “agradecido” con los “regalos” que se le envían, y que Occidente no es Amazon, en alusión a la empresa multimillonaria dedicada a la venta de cuanto artilugio se imagine a través de internet.

De entrada, y pese a devaneos verbales de personeros de la OTAN y de algunos de sus miembros más aparentemente beligerantes, la decisión anticipada de Washington de no negociar la entrada de Kiev en el pacto resultó por el momento la tesis vigente, aunque, como todo lo que viene de Gringolandia, nada es eterno ni serio si se trata de los –a destiempo– aspirantes al trono global.

La reunión de Vilna, por tanto, y lo apuntan no pocos analistas, no pasó de la adopción, sin reparos ni cambios, del programa establecido por los que dentro de la administración Biden trazan la burda línea exterior de la primera potencia capitalista.

Así, Ucrania seguirá siendo remitida al matadero bajo la conducción del bufón televisivo devenido “combatiente excepcional” y ente desechable cuando estorbe, o simplemente no dé para más.

Mientras, los escuderos de la OTAN, incapaces de actuar por cuenta propia, intentarán paliar la carga y el desgaste militar y económico que se les exige desde una Casa Blanca que no cree ni en socios, ni acuerdos, ni en reglas por mucho que hable de ellas…yo soy yo…y punto.


CRÉDITO FOTO PORTADA

El patriarca gringo, sus escuderos otanistas y la imagen de un poder con más ripios que glorias. / larepublica.pe

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