Para el ojo entrenado de un fotógrafo, la naturaleza guarda tesoros que alimentan el espíritu de quien decide observar con detenimiento.
Sin embargo, vivimos en un mundo donde la tecnología es como un maremoto; dispositivos electrónicos por doquier, las redes sociales con sus dimes y diretes, la gente absorta en las cuestiones más urgentes del vivir, en medio de tantas carestías e inflación.
Pocos son los que se acercan a ver la maravilla que tímidamente está allí en el lugar más común; aquel que todos miran al pasar con tanta premura, sin dedicarle una mirada que acaricia, que descubre.
Este es el caso de estas fotografías. Una sencillez, pero que encierran, en el proceso de ser captadas, muchas reflexiones y también poesía.
Paisaje
zarcillos frágiles
en cada milímetro posible
silencio del deseo que sin tocar
deja brechas en la piel del alma