«Parque-ando» con la niñez

Liset García | Liudmila Peña | Talía Suárez | Pastor Batista

Primera parte del reportaje Parques infantiles: de la diversión al llanto


Para las condiciones de Cuba, el verano deviene especial regalo del calendario, a la medida del gusto individual, familiar, social. En el contexto actual, en el que cualquier salida familiar constituye un gasto exorbitante, los parques de barrio podrían ser esa “carta bajo la manga” para que los adultos satisfagan las necesidades de esparcimiento de quienes terminaron un curso escolar diferente, a causa de los retos impuestos por la pandemia. No siempre esa opción está disponible o en óptimas condiciones. Y, en este caso, ni la magia la salva.   

La idea de un parque mejor

No son inéditos los problemas que han afectado a estos espacios públicos en los últimos tiempos. Medios de prensa no solo en la capital sino en diversos territorios, como Invasor, en Ciego de Ávila, han dado cuenta, en diferentes momentos, tanto de las reparaciones como del estado de abandono en que muchos se encuentran. Incluso, publicaciones de usuarios en redes sociales muestran algunos ejemplos.

A partir de las experiencias recogidas en la capital, realizamos una encuesta digital, con la participación de 112 personas, para obtener una idea más amplia sobre el estado actual de los parques en el país. Esta muestra, si bien no es representativa, sirve para desarrollar un examen cualitativo del problema, según las opiniones de los participantes. De hecho, la mayoría planteó que se encuentran en mal estado o que pudieran estar mejor conservados (el 87 por ciento).

Como el Parque de la Cortina, en la capital, muchos otros en diversos territorios muestran un estado de abandono que es preciso solucionar. / Liset García

Entre los problemas en los que hubo coincidencias entre los participantes destacaron falta de iluminación, desfavorable estado constructivo, ausencia de proyectos comunitarios en el lugar, falta de guardaparques para conservar estos espacios e insuficiente cantidad y diversidad de aparatos para la diversión de los niños.

Para obtener una visión más específica de los principales problemas que los cubanos identifican de los parques de su región, realizamos un sondeo de opinión en redes sociales, en el grupo Experimento para textos periodísticos. Ambas herramientas de investigación apuntaron hacia similares problemas de estos espacios en todas las provincias del país.

Llama la atención que muchas de las sugerencias para mejorar las condiciones de los parques son completamente realizables en materia económica, a excepción del estado constructivo, que podría constituir una inversión más compleja. Sin embargo, no resulta imposible si se tiene en cuenta que para hacer los aparatos se utiliza recortería, como han hecho la fábrica Cubana de Acero y otras.

El sondeo de opinión también permitió conocer ejemplos específicos, aportados por varios participantes. Desde Las Tunas, la realizadora de televisión Dalgis Román Aguilera nos envió fotografías de dos parques relativamente cercanos uno de otro: el del reparto Santos, conocido como Buena Vista, y el del reparto Aguilera. El primero está limpio y se observan los aparatos conservados, pero el segundo es el rostro de la desidia: columpios rotos o amarrados con alambres de púas, resbaladera inservible, mecedores oxidados y el tiovivo destartalado descansa sobre unas piedras, como la triste imagen de la derrota.

El parque del reparto Aguilera es el rostro de la desidia. / Dalgis Román Aguilera

En una situación similar se encuentran los equipos del parque ubicado en el reparto Antonio Maceo, cerca del edificio de 12 plantas, en Santiago de Cuba. Lo contó a este equipo la estudiante de Periodismo Laura Fajardo Mastache, quien conoció, por entrevistas a vecinos del lugar, que ninguna reparación dura mucho. “Nunca ha habido un cuidador, no pusieron los bancos y ni siquiera pintan los aparatos. Lejos de esta situación se encuentra el de la Alameda, que sí cuenta con guardaparque, permanece con adecuada higiene, tiene seguridad, acoge diversas actividades recreativas y constituye una excelente opción para las tardes de ocio”, narró la joven.

La usuaria Ana E., de La Habana, nos aportó otra experiencia: “En Mazorra (municipio de Boyeros) hay un parque infantil que cerró cuando comenzó la pandemia. Hace unas semanas, al ver a tres niños dentro, me alegré. Cuando quise entrar, dos hombres mayores me dijeron que el parque estaba cerrado. Les pregunté por qué aquellos pequeños sí podían pasar y alegaron que por los niños ellos respondían, que eran sus nietos. Les pedí sus nombres, les pregunté a qué institución pertenecían; pero dieron la espalda y siguieron hablando entre sí”.

El parque de la Alameda santiaguera cuenta con guardaparque, permanece con adecuada higiene y constituye una excelente opción para las tardes de ocio. / Carmen Maturell, estudiante de Periodismo de la Universidad de Oriente

Uno de los temas más recurrentes expresados por los entrevistados y encuestados fue la necesidad de guardaparques. En nuestro recorrido por La Habana solo encontramos ejerciendo esa función a María Elena Alemán Fundora, de la Magdalena, aunque no descartamos que existan otros.

Eso es algo que no logra entender la colega Haydée León Moya, de Guantánamo, quien hace aproximadamente dos meses solicitó en el departamento de Recursos Humanos de la Dirección Municipal de Comunales una plaza para convertirse en guardaparque del espacio ubicado en la calle 7 Oeste, entre 18 y 19 Norte, reparto residencial Caribe, en la ciudad cabecera.

Desechados ayer, esos materiales entretienen fantásticamente hoy al pequeño Ian Daniels. / Pastor Batista Valdés

“Lo hice pensando en la necesidad de que lo atiendan –explicó Haydée. En la esquina de mi casa hay otro que está mejor cuidado porque tiene una guardaparque. Me dijeron que aquel sí, pero el mío no, porque no. He insistido mucho para que me apoyen, pues me he hecho dueña de él: lo barro diariamente, riego las planticas, pinté una de las jardineras y sembré plantas. Hace dos meses que hice la primera gestión. Visto el poco caso que me hicieron, no seguí. Los de Comunales chapean el césped, dejan la basura ahí hasta que viene otro grupo a barrer y, dos o tres días después, pasan con una carretilla y se llevan lo que el viento no se ha llevado”.

¿Tierra de quién?

“Claro que se puede partir de cero y avanzar” –opinó Luis Alberto Pérez Olivares, director provincial de Servicios Comunales en Ciego de Ávila, quien evocó el parquecito construido para los niños que viven en el llamado Kilómetro 1, fuera de la ciudad.

Cierto. Con pocos recursos y mucho amor, fueron instalados allí un par de cachumbambés, sillas, barquitos y una canal.

“Es la primera vez que este lugar tiene un parquecito así para los niños” –afirmó Miriam Leyva, abuela del pequeño Egdiel Pérez Hijuelo, en tanto Leyani Ricardo Durand recordó cómo “al principio los muchachos no querían ni dormir por estar trepados en esos aparatos”.

Vecinos del caserío aseguraron que “alguien debería dar una vuelta; parece que los materiales no eran muy fuertes y ya los cachumbambés tienen problemas.”

Lo que no entenderá Alfredo Valdés es que haya barrios urbanos, comunidades y asentamientos rurales huérfanos de al menos un columpio, o que subyazcan implementos desvencijados, en irreversible deterioro, devorados por el óxido de la inercia.

Es saludable que todo tenga un nombre o un responsable. ¿Qué le impide a una empresa enclavada en el barrio designar a cuatro obreros y un mínimo de recursos para, junto a los vecinos, “poner como joyita” el pequeño parque destinado al sano esparcimiento de los mismos hijos, sobrinos, nietos o vecinos de quienes dirigen o trabajan allí?

Durante el reciente taller regional de trabajo comunitario integrado para las provincias centrales, un delegado espirituano, de apenas 19 años de edad, demostró que cuando la gente se motiva y cierra fila sobrevienen milagros, como el rescate de un parquecito infantil que llevaba tiempo sin uso en la zona de Kilo 12.

BOHEMIA visitó el lugar. En verdad acogedor: canal, tres cachumbambés, columpios, anillas y bancos para sentarse bajo árboles. Solo que, como dice el joven Deiler Javier Pineda, “está casi siempre con un candado puesto, los niños tienen que brincar la cerca y ahí mismo viene el regaño con ellos”.

Las manos necesarias

Nadie negaría que el contexto socio económico actual incide de forma directa –y en algunos casos brutal– sobre el terreno de la recreación infantil. Con el desmedido y por lo visto incontrolable revuelo que ha remontado el precio de alimentos, artículos de primera necesidad y otros productos indispensables en todo hogar, numerosas familias piensan dos veces si llevar o no a los niños a esa área donde cuentapropistas mantienen funcionando aparatos eléctricos o inflables.

¿Cerrados? Por la noche sí, de día no. / Pastor Batista Valdés

Casos como el de la pequeña área situada frente a la Oficina del Historiador, en Las Tunas, muestran que en un mismo espacio puede haber opciones para todos. Allí conviven aparatos eléctricos y las tradicionales sillitas y una canal por donde se deslizan niñas y niños de forma gratuita.

–Menos mal estas instalaciones –comentó Dora Rodríguez, quien leía plácidamente mientras el nietecito jugaba con dos pequeños más– porque el Parque de diversiones cercano a El Cornito está cayéndose a pedazos.

Mientras, a unos cuantos kilómetros de Las Tunas, en el parque avileño La Chatarrita, el pequeño Ian Daniels Cutiño daba timonazos sobre el tractor de gomas azules y rojas para luego, de la mano de Yusnavi, su mamá, subirse a la hilera de neumáticos y dar pasitos cortos, pero seguros.

Modelado por manos de la empresa encargada de recuperar materia prima, con materiales desechables, totalmente en desuso, La Chatarrita es expresión de cómo el talento, el ingenio, la imaginación y el deseo de hacer obras lindas para los niños pueden concretar alternativas de excelente factura y buen gusto. Por esas y otras manos esperan tantos y tantos parques de este país.


Primera parte:

¿En tiovivo o en cachumbambé?

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