Mucho tiene por contar aún, pero su labor en la prensa no le ha permitido volcarse de lleno en sus proyectos de libros.
Mucho tiene por contar aún, pero su labor en la prensa no le ha permitido volcarse de lleno en sus proyectos de libros.

Pasión por escrutar el ayer

Mucho tiene por contar aún, pero su labor en la prensa no le ha permitido volcarse de lleno en sus proyectos de libros.
Mucho tiene por contar aún, pero su labor en la prensa no le ha permitido volcarse de lleno en sus proyectos de libros. (Foto: Yasset Llerena)

Desde el preuniversitario supo que su destino profesional giraría siempre en torno a la Historia. La culpable fue una profesora de la asignatura en secundaria básica, no ha olvidado su nombre: Caridad Dacosta. Así, cuando debió elegir una carrera universitaria optó por esa especialidad en el Pedagógico Enrique José Varona. Cumpliría su aspiración de educar e investigar.

Ya antes había comenzado a calentar motores, siendo estudiante de los grados 12 y 13 del pre se alistó en una brigada que enseñó la materia a muchachos de nivel secundario. Dentro del Varona fue elegido alumno ayudante e impartió clases en las filiales pedagógicas.

Años después quiso perfeccionar sus conocimientos y obtuvo, en el curso para trabajadores, la Licenciatura en Historia de Cuba. Nunca se ha arrepentido de su decisión. “Estuve algún tiempo alejado de la docencia, pero regresé en los 90, aunque a nivel universitario”, recalca Pedro Antonio García Fernández, quien ha dedicado casi un tercio de su vida a BOHEMIA, deleitándonos con su carácter afable e inagotables anécdotas.

-¿Cómo derivaste hacia el periodismo?

Por una petición de la Dirección Municipal de Educación, asumí el cargo de Metodólogo de Historia y Marxismo en Batabanó. Pero se me presentaron serios problemas personales: perdí a una hija, mi esposa estaba en una situación bastante difícil emocionalmente, y tuve que regresar a la entonces Ciudad de La Habana. Laboré en la Vocacional Lenin, cubrí una licencia por maternidad en la secundaria de Campo Florido; cuando terminó el plazo me quedé en el aire. Debido a un cambio en los planes de estudio, había unos 50 profesores de esa materia excedentes.

“Una mañana, cuando salía de la dirección provincial del Mined, me encontré con Jorge Enrique Mendoza, director de Granma, quien me conocía. A la noche siguiente, a la hora que él me indicó, fui al periódico y supe que allí harían un concurso de oposición para corrector de prensa. Quedé empatado en primer lugar y entré al diario, en el turno de la madrugada.

“En la universidad yo había integrado su equipo de ajedrez. Al saberlo, en el periódico me pidieron un trabajo sobre Capablanca. Les gustó, a pesar de los errores de redacción. Toma en cuenta que nunca había escrito un artículo periodístico. Hicieron las correcciones necesarias y el texto se publicó el 19 de noviembre de 1985. Posteriormente me convertí en el editor de las dos páginas deportivas de Granma Internacionalista, destinado a los combatientes en Angola. Las llenaba con los mejores materiales publicados durante la semana en las ediciones ordinarias, más otros elaborados por algunos periodistas y yo mismo.

El periodismo histórico todavía no recibe el reconocimiento que merece». (Foto: Yasset Llerena)

-Pero tú no tenías dominio de los géneros periodísticos.

-Aprendí empíricamente, ayudado por Agustín Pi, el corrector de estilo del diario. Era un hombre muy culto, una enciclopedia. En el año 86 Rolando Pérez Betancourt me pide para la sección de Cultura del propio Granma.  Ahí fue verdaderamente mi escuela de periodismo. Me ocupaba de lo informativo en torno al cine, redactaba reseñas de libros, y lo que cayera.

“Luego, durante dos años, trabajé como editor de la tercera edición del periódico, la que circulaba en la capital. Vuelvo a escribir cuando la publicación se queda sin sus especialistas en periodismo histórico y empieza a salir los viernes una página de artículos y comentarios que incluía –a sugerencia de Amando Hart y Abel Prieto– asuntos relacionados con la Historia. Estamos en 1988. La hacíamos Gustavo Robreño y yo. Buscamos colaboraciones. Renombrados historiadores, e intelectuales como Retamar, Eduardo Galiano, Jorge Timossi, Dulce María Loynaz, mandaron textos.

“En aquella época, para la página de Nacionales redacté una serie sobre Camilo Cienfuegos, porque en 1989 se conmemoraban 30 años de su muerte. Y empecé a preparar trabajos sobre algunos generales mambises de los que, no sé la razón, se publicaba muy poco: Quintín Bandera, Flor Crombet, José Maceo, Guillermón Moncada.

“A BOHEMIA llegué en julio de 2002, para integrar la sección de Historia. Poco después, a la par, comienzo a escribir cosas de cine y reseñas literarias”.

-¿Temas preferidos?

-Me encantan las Ferias del Libro. Gozo reseñándolas, haciendo pequeños reportajes. En cuanto a la Historia, me gusta abordar la Guerra de Independencia, la revolución del 33, la clandestinidad habanera contra la dictadura de Batista, figuras apenas conocidas en la actualidad. Igualmente, además de a Camilo, me he dedicado a otras que me son muy atrayentes, como Frank País, Juan Manuel Márquez, José Antonio Echeverría.

-¿Qué se necesita para hacer buen periodismo histórico?

-Tiene que ver con la cultura que tú adquieras, los libros que leas, la información que recojas. El periodista debe investigar, emplear fuentes confiables, especialmente las primarias, verificar una y otra vez los datos, contrastarlos; no temer a la realidad del momento en el cual ocurrieron los hechos, atenerse a la verdad, no fabular ni distorsionarla.

“Asimismo, precisa adecuar su lenguaje y narrativa al lector deseado. Emilio Roig de Leuchsenring seguía el mismo sistema que José Martí. El Martí de Patria no es el de La Edad de Oro. El Roig de la revista Carteles no tiene nada que ver con el de La historia de la Enmienda Platt; en esta última está tratando de fundamentar una tesis, incluye documentos completos”.

 

Siente predilección por temas como las guerras por alcanzar la independencia de Cuba, la revolución de 1933, las figuras poco conocidas del devenir nacional. (Foto: Yasset Llerena)

-¿Cuáles son las fortalezas y, a la vez, las debilidades de esa modalidad en Cuba hoy?

-Todavía hay incomprensiones en torno a la validez del periodismo histórico y el retrospectivo. Algunos directores de medios de comunicación los subestiman y creen que publicando a diario las efemérides en una esquinita ya es suficiente.  No entiendo por qué, si son reconocidos el periodismo deportivo, el cultural, el científico.

“Fortalezas son la amplia bibliografía disponible, y el que existan instituciones a las cuales se puede acudir, como la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (para las fuentes primarias), el Centro de Estudios Martianos, el Instituto de Historia de la Universidad de La Habana, el Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado”.

-Eres autor de libros sobre cuestiones históricas. ¿Otros volúmenes en proceso?

-Publiqué La Habana insurrecta, de la Editorial Extramuros; y en colaboración con un grupo de periodistas, Welcome home, editado por la Capitán San Luis, es la historia de varios personajes de la contrarrevolución. En imprenta, como parte de un volumen sobre la clandestinidad, tengo un capítulo acerca de las mujeres mártires. En proyecto, por ejemplo, está la biografía de mi abuelo, Eduardo García Vigoa, general de división de las guerras de independencia.

-¿Es suficiente la producción de tales libros en el país?

-Mentiría si dijera que no hay un apoyo de las editoriales a la divulgación de la Historia; sobre todo Ciencias Sociales publica a menudo estos volúmenes. Hay textos de consulta y otros para disfrutar.

“A veces una novela histórica contribuye mejor a la educación de un pueblo que un libro de Historia. El problema es que en los últimos tiempos –no es una tendencia solamente cubana– ese género ha caído mucho en la fabulación. Sin embargo, un caso positivo es Urbano Martínez Carmenate, cuyas biografías noveladas se aferran a la verdad histórica. Me gusta mucho la que hizo sobre el poeta Bonifacio Byrne”.

-Sigues vinculado a la docencia, en la Universidad de La Habana, y eres miembro de la Unión de Historiadores de Cuba. ¿Qué te aportan ambas?

-Las preguntas de los jóvenes estudiantes son para mí, más que retos, posibles temas de investigación. En la Unhic fui durante una década (2007-2017) miembro de su Comité Ejecutivo Nacional. He aprendido mucho en esta asociación, y en los congresos de Historia, escuchando las ponencias. Extraño esos encuentros, el último se hizo en 2019. Veremos si puede repetirse en 2022.

-¿Luego de tantos años, ha cambiado tu criterio acerca de cuál es la función de un historiador?

-No ha variado. Conocer y divulgar la Historia es necesario porque nos alerta sobre errores que se han cometido y se pueden volver a cometer. La Historia, vale repetir la cita, no solo nos dice de dónde venimos, sino hacia dónde debemos ir.

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Un amplio diapasón exhiben los trabajos que llevan su firma en las publicaciones cubanas: desde lo acaecido en la etapa colonial hasta sucesos de bien entrado el siglo XX.

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