Polémica: Nico, el Guillao

Cuando celebramos el Día Mundial de la Poesía y el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial (21 de marzo), a la memoria vinieron dos poemarios que a inicios de los años 30 causaron revuelo en la esfera pública cubana. Entonces –¿y acaso no ocurre también ahora en cierta medida?– los prejuicios lastraban la comprensión de valores intrínsecos a la cultura popular, especialmente la de raíz africana


A la señora de F. casi se le cae la taza de las manos cuando vio a la blanca anatomía de su esposo echarse violentamente hacia atrás en la silla y lanzar el periódico contra el mantel (por poco no aterrizó sobre la cesta de los panes). ¡Vaya manera de comenzar un domingo! Y lo peor: tendría que soportar su malhumor todo el día.

-¡Si Nicolás Rivero leyera lo que andan poniendo en su diario, volvería a meterse en la tumba! –rugió el señor F. agitando el índice en dirección…  ¿a la jarra de leche, al platico con mantequilla?–  ¡Eso no es cultura, sino atraso!

Recordando las enseñanzas del aristocrático colegio de monjas, la esposa puso en su rostro la más apaciguadora de las sonrisas y se dispuso a conceder la razón, del modo más concluyente, a su media naranja.

Solo a pocas cuadras de distancia, el empresario Z colocó parsimoniosamente sobre sus rodillas la hoja de marras y rezongó con énfasis de oráculo: “No entiendo a Pepín Rivero. Si sigue abriéndole las puertas a esa chusma de color, va a quedarse sin suscriptores”.

En la bodega-café El Fénix, un macizo ejemplar de la “chusma” intentaba contener la carcajada junto al mostrador (periódico delante) y sorber el líquido oscuro. ¿Se reía de lo dicho, o la manera de decirlo? Ni él mismo podría explicarlo.

-¿Ya la viste? –El periodista jugaba con el cable telefónico mientras del otro lado de la línea le respondían con entusiasmo–. De acuerdo, pero no va a gustarle a todo el mundo, los del Club Atenas… Sí, claro, no seamos agoreros…

Lo pronosticado ya estaba ocurriendo. La señora de R., vibrante de indignación, olvidada de los modales que la hacían brillar en el círculo de los mulatos y negros pudientes, abandonó la mesa del desayuno y gritó a su esposo: “¡Mira lo que tu ‘amigo’, Urrutia ha sacado! ¿Cómo va a ser un ideal lo de ‘tu boca é bien grande, y tu pasa, colorá’? ¡No se te ocurra traerlo de nuevo por aquí!” El señor R. acercó a su cara el dominical y convino: “¡Esto no es cultura, sino atraso!”

Es de admirar la audacia de Gustavo E. Urrutia al insertar en el conservador Diario de la Marina esas composiciones transgresoras. / Biblioteca Nacional José Martí.

¿Qué motivaba tales reacciones? Dejemos a un lado el relato (pura especulación) y demos paso a los hechos comprobados. Aquel 20 de abril de 1930 la página Ideales de una Raza, insertada cada domingo en el Diario de la Marina, por Gustavo E. Urrutia, incluía ocho poemas de Nicolás Guillén, bajo el título de Motivos de Son. En conjunto, y por separado, significaban una ruptura de las convenciones literarias y parecían contradecir los propósitos de la sección.

Téngase en cuenta que, según palabras de Ángel Augier, dicho espacio se consagró “a afirmar y divulgar los valores intelectuales del negro, así como a destacar su papel en la historia de Cuba y a reclamar respeto a los derechos civiles preteridos de ese sector de la población”.

¿Cuáles valores pretendía robustecer el poeta al utilizar un lenguaje considerado chabacano, marginal? ¿Se trataba de una broma?

Ya yo me enteré, mulata,/ mulata, ya sé que dise/ que yo tengo la narise/ como nudo de cobbata.

Guillén echó leña al fuego al publicar, el 26 de abril, un pequeño volumen con igual nombre y 12 textos; parte de los cien ejemplares salidos de la imprenta los distribuyó entre personalidades del campo cultural y de la política. 

Aunque el escritor se sintió satisfecho con la respuesta de los medios de comunicación en general (en una misiva a Langston Hughes le contaba, el 9 de mayo: “toda la prensa de la isla se ha hecho eco de ellos, reproduciéndolos y comentándolos favorablemente”), a la par fue objeto de mofas y reconvenciones. Así lo recordaría decenios más tarde en el libro Páginas vueltas. Memorias (Ediciones Unión, 1982):

[…] “la prensa humorística se dio un banquete y no me dejó tranquilo durante largo tiempo. Mi nombre fue transformado de Nicolás Guillén en Nico, el Guillao, suscribiendo sones y sonetos disparatados, joviales e imaginarios. El otro lado de la medalla consistió en que los negros cubanos protestaron contra mis Motivos, especialmente las dos sociedades rectoras de la población negra en Cuba, tales como el Club Atenas, que comandaba la parte que pudiéramos llamar ‘aristocrática’, y de la otra la Unión Fraternal, que agrupaba en su seno a aquellas personas ‘de color’ sin posibilidades, al menos inmediatas, de trepar los pisos más altos del gran edificio nacional cubano. Tal escarceo hizo que me viera en el caso […] de ofrecer una charla, entre bromas y veras, en el Club Atenas”.

La intelectualidad también se vio escindida. Lo apoyaron, por ejemplo, Emilio Ballagas, Fernando Ortiz, Regino Boti, quienes alabaron su certero y original reflejo de lo popular, la “excelente factura del verso”. José A. Fernández de Castro lo entrevistó para La Semana y tituló el trabajo Ha surgido el poeta del son.

La polémica elevó la popularidad de su autor. / Archivo de BOHEMIA.

Por el contrario, Ramón Vasconcelos, consideró impropios de la época esos poemas y en El País aconsejó al autor encauzar por otros rumbos su innegable talento, “universalizar su verso y su idea en vez de meterlos en el solar para que brinquen al son del bongó”.

Seis días después (12 de junio de 1930) le replicaba Guillén en ese mismo rotativo, defendiendo los méritos técnicos, estéticos y socioculturales de sus creaciones; la validez de tomar como patrón la musicalidad del son, “una forma adecuada para lograr poemas vernáculos, acaso porque es también nuestra música más representativa”.

Tuvo razón el bardo en reprocharle al columnista su lectura epidérmica. Realmente tras la aparente simpleza y fácil hechura de la obra subyace (como sucede en los Versos sencillos, de Martí, o en los más virtuosos solos de ballet) un arduo esfuerzo, una deliberada y seria experimentación.

Esta es la canción del bongó:/-Aquí el que más fino sea,/responde si llamo yo./Unos dicen: Ahora mismo,/ otros dicen: Allá voy

Una segunda temporada tendría la irreverencia de Guillén. Escuchemos su testimonio: “Al año siguiente del escándalo, se repitió […] yo había escrito un libro que titulé Sóngoro cosongo. En él, junto a poemas totalmente inéditos, aparecían los ocho Motivos publicados el año anterior y cuya resonancia […] no se había extinguido”.

Que al autor no le preocupaba en absoluto el posible sobrecalentamiento de las pasiones se evidencia en el prólogo del volumen, donde con estilo “no exento de humor” (diríase mejor que con innegable intención polémica) declara: “No ignoro, desde luego, que estos versos les repugnan a muchas personas, porque ellos tratan asuntos de los negros del pueblo. No me importa. O mejor dicho, me alegra. Eso quiere decir que espíritus tan puntiagudos no están incluidos en mi temario lírico. Son gentes buenas, además. Han arribado penosamente a la aristocracia desde la cocina, y tiemblan en cuanto ven un caldero”.

Con Sóngoro cosongo Nicolás Guillén se afianzó en la vanguardia de la poesía cubana. / cvc.cervantes.es

Después de tal confesión era de esperar que numerosas señoras de L, M, X, D… y sus distinguidos cónyuges le retiraran el saludo. Pero él estaba dispuesto a defender su credo: “estos son unos versos mulatos. Participan acaso de los mismos elementos que entran en la composición étnica de Cuba […] una poesía criolla entre nosotros no lo será de un modo cabal con olvido del negro […] el espíritu de Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color definitivo. Algún día se dirá ‘color cubano’”.

Nuevos textos laudatorios y exhortaciones salieron a la palestra. En El País, Alberto Lamar Schweyer ensalzó los poemas. Juan Marinello consignó en una misiva: “Qué bello libro […] Por primera vez con usted –y con Emilio Ballagas– lo negro, lo negro que hay en el negro y en el blanco criollo, ha encontrado su certera expresión lírica […] Sóngoro cosongo será –es ya– un momento crucial en nuestro verso”.

Jorge Mañach halló en el poemario la “afirmación de los valores espirituales y sensuales del negro […] un acento de ironía y orgullo”. Sin embargo, su apreciación no convenció al elogiado; años más tarde, este comentaría que aquel “expresó en una muy esperada y laboriosa crónica su opinión complacida, pero sembrada de limitaciones reaccionarias; yo era un poeta estimado (¡qué remedio!), pero sería conveniente que me desahogara de lo que él llamó ‘inmediato’ y ‘urgente’, para que mi poesía tuviera una dimensión universal”.

Sin desazón alguna, por el contrario, Miguel de Unamuno acogió los versos mulatos y en 1932 le escribiría al bardo: “leí –apenas recibido- su Sóngoro-Cosongo […] No he de ponderarle la profunda impresión que me produjo su libro, sobre todo Rumba, Velorio de Papá Montero y los Motivos de Son. Me penetraron como a poeta y como a lingüista”.

El volumen se imprimió el 1º de octubre de 1931 y su tirada ascendió a 300 ejemplares. Una edición posterior incluyó la elogiosa misiva de Unamuno. / BOHEMIA.

Menos de un decenio resta para conmemorar el centenario de los poemarios transgresores. Los dos han devenido eje de disímiles ensayos e indagaciones académicas (concebidos en Cuba y en tierras foráneas). Por ejemplo, la notable profesora e investigadora Ana Cairo, autora del artículo Nicolás Guillén y las polémicas sobre la cultura mulata, nos brinda un relato bien documentado sobre los sucesos en torno a la publicación de ambos.

El hispano Centro Virtual Cervantes indica que Motivos de Son “da inicio a una nueva etapa de la poesía cubana, en la que la palabra adquiere caracteres inconfundiblemente autóctonos y rasgos específicamente nacionales”. Y describe de este modo a Sóngoro Cosongo: “percutiente y sonoro, cargado de ritmo, color, imágenes, movimiento, y un vocabulario hasta entonces inédito”.

Entre los textos que profundizan en aspectos literarios, lingüísticos, sociohistóricos se encuentra Introducción a la obra de Nicolás de Guillén, donde Nancy Morejón asegura que los Motivos… “no solo realizaron una conquista formal, la introducción del son como ritmo poético, a la poesía culta, escrita, sino que en ellos están presentes temas que abrieron las puertas del rescate cultural, de la descolonización, porque denunciaron la injusticia social y la discriminación”.

Amén de los eruditos, otros lectores les rinden pleitesía. Una encuesta del diario español ABC incluyó en 2018 a Sóngoro cosongo entre los 100 mejores títulos de la literatura universal, y hay un dato significativo: quedó en el noveno lugar entre los poemarios seleccionados.

¿Cuál sería hoy el resultado de un sondeo similar en Cuba? ¿A cuántos motivará el ritmo, la sazón, de versos como estos?: ¡Quirino/ con su tres!/ La bemba grande, la pasa dura,/ sueltos los pies,/ y una mulata que se derrite de sabrosura…/ ¡Quirino/ con su tres!

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4 comentarios

  1. Excelso don Nicolás Guillén. Irrepetible es esos dos libros y en todo lo demás que escribió para gloria de Cuba y del negro cubano en particular.

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