Foto./ mardelplatafilmfest.com
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Redimir la memoria desde la música

En la sección oficial del 44º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano se presentó la película Adentro mío estoy bailando, falso documental que indaga sobre la ascendencia de las melodías klezmer y la cultura Idish en el contexto argentino


La cinta de ficción argentino austriaca Adentro mío estoy bailando (2023) encarna el espíritu de los reencuentros y deviene una suerte de peregrinación a las raíces que intenta redimir la memoria de los ancestros por medio de la música. Representa la confluencia de una descendencia de inmigrantes judíos procedentes de Europa, con su cultura y religión, preservadas por una diáspora casi extinta.

Al capítulo 44 de la fiesta del séptimo arte habanera, llegó este falso documental aderezado con un evidente alcance antropológico y tocada por la excelencia de sendos laureles en los festivales internacionales de cine de Berlín y Mar del Plata, en las categorías de Ópera Prima y Mejor Largometraje, respectivamente.

“Se trata de una película que nos lleva a un viaje inesperado entretejiendo eventos de la vida real y misticismo. Es un relato contemporáneo que a menudo sorprende por la apertura del cineasta a nuevos encuentros. La película descubre las huellas de un mundo que desaparece y muestra que la música desciende fronteras de identidad”, refrendaría el jurado de la edición 73 del certamen germano, también reconocido como Berlinale.

Dirigida por Leandro Koch y Paloma Schachmann, Adentro mío… presenta una temática y estética sui generis, pocas veces asumida en las filmografías latinoamericanas: la conexión de identidad con el Viejo Continente desde la ascendencia hebrea.

Leandro Koch y Paloma Schachmann tuvieron el apoyo de expertos del relieve del etnomusicólogo neoyorkino Bob Cohen, descendiente de judíos europeos, y ferviente estudioso de su legado./ lpafilmfestival.com

De acuerdo con declaraciones de sus creadores, el proceso de rodaje tardó más de un lustro, entre investigar y recopilar el material fílmico necesario. El resultado fue un audiovisual con una historia parecida a la que, en ese momento, vivían sus realizadores.

Leandro es un camarógrafo fracasado que se gana la vida filmando fiestas y bodas judías. En una de esas celebraciones queda seducido por Paloma, clarinetista de música klezmer, a quien le interesa registrar y documentar esta sonoridad a través de un audiovisual.  

Deslumbrado por la muchacha, el joven se inventa un proyecto documental sobre ese ritmo del folclor tradicional que hasta entonces poco le importaba, pero le dará la oportunidad de pasar tiempo junto a ella.

Así, emprenderán un recorrido por Europa del Este para hallar rastros de esas melodías casi olvidadas y su relación con la apenas existente cultura Idish, las cuales son aún salvaguardadas por los romaníes sobrevivientes que coexistieron con los judíos antes de la Segunda Guerra Mundial.

A primera vista impresiona como el sencillo y consabido drama romántico de “chica conoce a chico”; sin embargo, en el decurso del relato –con aciertos y desaciertos- se desborda una poética y narrativa entrelazadas a una historia acallada entre  grupos humanos de uno y otro lado del orbe.

Rodado en Ucrania, Rumanía y Moldavia, este filme tiene a la fotografía como una de sus mejores cartas de triunfo. Mediante el road movie aprovecha la energía latente en urbes y poblados rurales para revelar la belleza del paisaje, de la vegetación; también, de las prácticas, los hábitos, las costumbres y los estilos de vida de sus habitantes.

El juego del cine dentro del cine, con sus goces y tensiones, se convierte en una solución movilizadora de la trama. Por momentos consigue apartarse de los lugares comunes, en tanto agrega matices que generan interés y curiosidad en el espectador, al recrear el ajetreo de un equipo de rodaje donde los protagonistas son, al mismo tiempo, los realizadores.

Sin embargo, el tejido argumental se resiente por la exagerada relevancia que se le otorga a una narración, casi siempre en off, contada en la voz de Perla Sneh. Este recurso en un principio atrapa y suscita expectativas en el receptor, pero  languidece en los minutos siguientes; tal vez por las desviaciones del relato hacia supuestas situaciones más sugerentes para los creadores durante la poda de material en el proceso de postproducción. Más que reencuentros y añoranzas, Adentro mío estoy bailando es una obra de aprendizajes y proximidades a toda una cultura, en particular, la Idish; y a la vez, una brecha para reflexionar sobre tradiciones comunes, silencios y pasajes velados. 

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