Resaca sin un sorbito de licor

pelota de beisbol en el césped
Archivo bohemia.cu

Dando una caminadita por el ciberespacio he vuelto a encontrarme con Fidel. Sí, con Fidel Castro Ruz, nuestro eterno Comandante.

Resulta muy curioso, ¿saben?, porque en ese instante mis pies pisaban terreno deportivo y, sin embargo, él volvía a mí por intermedio de la cultura.

¿Recuerda usted, amigo o amiga lectora, cuánto insistió nuestro líder histórico para hacer realidad su aspiración a favor de una verdadera cultura general integral a escala de país, sin excluir a un solo habitante de este archipiélago?

Tal vez muchas personas asociaron aquel llamado solo al conocimiento que aporta el buen hábito de lectura, la apreciación de una pintura, el disfrute de una función de ballet, lo que trasmite y deja una obra de teatro o el concierto a cargo de una orquesta.

Pero el vacío que algunos llevan dentro desborda las riberas del arte, la literatura y la cultura en sentido general para expresarse, lamentablemente, en ámbitos como el deportivo.

De otro modo, sobre el colega Dubler Vázquez Colomé, excelente periodista tunero, no se habrían precipitado comentarios no solo divergentes (eso no importa; más bien es saludable) sino también ofensivos, cargados de ignorancia, tras una breve información suya, de seguimiento a lo que acontece en esta 61 Serie Nacional de Béisbol.

¿Su pecado?: haber titulado el texto: La resaca del Latino le pasa factura a Las Tunas en la Isla para hacer sugerente alusión a la derrota sufrida por los leñadores frente a los piratas, luego de haber pisado 25 veces el home en los dos juegos anteriores, celebrados en el estadio capitalino frente a la siempre peligrosa ferocidad de los Leones.

La discordante manzanita dentro de ese título fue el término “resaca”, suficiente para que de forma errada y herrada empuñaran el bate (a la usanza de un garrote) algunas teclas que interpretaron esa imagen como referencia al nocivo efecto de un alcohol que jamás existió más allá de la evidente ignorancia cultural de los ofendidos.

Educado, como aprendió desde la cuna familiar allá en su natal Jobabo, nuestro amigo ha tenido la delicadeza de sintetizar, con la humildad y virtuosismo que también lo distinguen, una sólida respuesta, no a guisa de justificación, sino en aras de lo más importante en su opinión: mantener el buen ambiente entre equipo y afición.

Como suele suceder en estos casos, una lluvia de cultos comentarios reconocen y respaldan al colega. Eso no es por gusto. Además: reconforta.

Y como el percance no es cosa que ocurra diariamente, ni frena la dedicación con que nuestros profesionales ejercen el oficio, les pido a ustedes, lectores de siempre, me permitan expresar compasión por quienes tal vez disfrutan mucho el espectáculo deportivo pero –por no haberle dedicado igual tiempo y pasión a la cultura– son incapaces de apreciar la esencia, la intención, el mensaje y no pocas veces la belleza que hay a bordo de una imagen, de un símil o de una metáfora, aun cuando pueda parecer que huele a ron, como en este caso; que en verdad despide inconfundible olor a mascotín, peto, bate o rodillera.

Ojo con eso, aficionados y toda persona a quien pueda interesar. Aburridísimo serían nuestro deporte nacional y todos los demás si el tratamiento o la narración fluyeran únicamente por los rígidos carriles del lenguaje técnico a ellos inherente.

Siendo el béisbol, posiblemente, la disciplina deportiva donde más «recala» la «resaca» terminológica de otros sectores de la vida nacional, no sé si habría que emprenderla contra todos nuestros reporteros y comentaristas deportivos, comenzando por el queridísimo Bobby Salamanca, quien revolucionó la terminología de la pelota en Cuba, sobre todo a golpe ocurrente de mocha y caña.

Por ese camino, no dudo que los agroazucareros se enfaden un día, cuando Yánder Guevara «tire pa’la tonga» a Yordanis Samón, los bomberos pidan sangre porque Carlos Juan Viera lanzó un rectazo de «humo» hacia la goma, el sector militar no entienda que «el bateador se quedó con la carabina al hombro», comunales sienta celos porque Viñales “limpió las bases” o Pancho arranque como un bólido para el estadio, machete en mano, a pedir cuentas, porque el narrador dijo: “Adiós Lolita de mi vida… ¡Y Lolita se llama mi mujer!”

¿Simpático, verdad? Y como para meditar, también. Por tanto: a seguir escribiendo igual y hasta mejor y con más imágenes o recursos literarios aún. Ignorantes siempre habrá. En todo caso, que dejen de perder tanto tiempo. Vaya usted a saber en qué cosas y se lean de vez en vez un –al menos un– buen libro. Eso también alimenta y sobre todo educa… hasta la lengua.

 

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