Seducciones perennes de la curiosidad

Urge estimular ese apetito necesario que debe acompañarnos desde edades tempranas en beneficio de conocernos mejor a partir del comportamiento ético, el interés investigativo, el compromiso social y la riqueza espiritual


Desde tiempos pasados la evolución de los medios de comunicación se asocia a las distintas revoluciones tecnológicas, la imprenta precedió al motor de vapor, la radio a la televisión, el ferrocarril a los automóviles, el telégrafo al teléfono. El siglo XXI es el de la cultura de la imagen, sobre esta nueva realidad debemos reflexionar, pues han surgido nuevos usuarios en nuevos contextos, lo cual condiciona la necesidad de mantener en la TV tradicional contenidos interesantes y puestas atractivas que favorecerán desde edades tempranas la capacidad interpretativa mediante el concepto de cultura en sus amplias y abarcadoras dimensiones.

Hoy prevalece en el mundo interconectado la hegemonía de las redes sociales, no obstante si programas dirigidos a los públicos infantil y juvenil mantienen el estatus de conquista estimularán la capacidad de estrechar vínculos entre fenómenos de distinta naturaleza, en tiempos y lugares diferentes.

Por ejemplo, lo logran el animado Fernanda y los Cuentos de Había una vez, ambos por Cubavisión, martes y viernes, respectivamente, a las 4:45 p.m., al abordar la escultura, la pintura, el dibujo, entre otras manifestaciones artísticas y motivan la búsqueda de textos que amplían los saberes sobre dichas disciplinas.

Según el profesor Jesús Martín-Barbero: “Lo popular es lo que encuentra en lo masivo mediático un lugar donde exhibir sus gustos, estéticas y saberes”. Este criterio confirma el auge de producciones favorecidas con buenas historias de guionistas que emigraron del cine y aprovechan la repercusión de productos audiovisuales en el incremento del consumo en la pantalla chica o por Internet.

Entusiastas seguidores “vigilan” en el canal Multivisión, los horarios de Filmecito y Minicinema (Domingo, 11.28 a.m. y 1:01p.m.) en los que no todos los contenidos y las aparentes edulcoraciones son inocentes. Puede impresionar un héroe-tipo capaz de llevar cada acción hasta las últimas consecuencias, de ahí la importancia de prestar atención a sus bocadillos, procederes, actitudes –a lo que dice y lo que hace–; justo en ese tránsito, se visibilizan códigos de poder y demandan de la teleaudiencia una mirada atenta, no solo el mero disfrute o la tranquila complicidad.

Foto. / Leyva Benítez

Algunas producciones extranjeras aportan fábulas, moralejas, provocaciones que suelen motivar incluso a entrenados internautas. Pero nunca lo olvidemos, transformar realidades complejas en espectáculos artísticos exige proporcionar a los televidentes la comprensión de lo que ocurre y cómo ocurre sin recargar los relatos de didactismo a ultranza, lo esencial es modelar la riqueza expresiva de la imagen y su función simbólica.

Las seducciones perennes de la curiosidad nunca deben agotarse. El obsesivo por qué tan presente en la niñez siempre conduce al replanteo de interrogantes y posibles soluciones, incluso ante situaciones y conflictos de la existencia real, en ocasiones poco imaginada.

Pensemos, si en animados, series o filmes, los personajes son estáticos, nunca dudan, temen o vacilan, se les pertrecha de una coraza o de inverosimilitud, jamás conquistarán a quienes están ávidos de “ver” acciones en la trama en lugar de que le representen la perfección impuesta, lo cual es una falsedad. Urge seguir cultivando narrativas bien pensadas en las que proliferen confrontaciones, luchas, catarsis, en beneficio del equilibrio emocional y el triunfo del bien.

En esencia se trata de defender una de las virtudes del arte, provocar la desazón que anima a pensarlo todo de nuevo, revisar nuestra conducta sin descuidar la humildad de quien en el diario acontecer aprende a vivir. Programar en la TV demanda calcular al detalle los balances y equilibrios necesarios, sin duda es una tarea difícil, requiere de especialización y de investigaciones científicas donde los indicadores cualitativos pesen mucho más que la intención complaciente ajena al verdadero goce cultural y estético.

En el replanteo estratégico de lo que necesitamos lidera la construcción de un sujeto capacitado que sea un activo participante en las transformaciones del entorno. Son desafíos constantes las diversidades de tecnologías, redes, pantallas, relatos, que aumentan por doquier. Dado este panorama precisamos escuchar, ver, comprender, las expresiones de valor cultural, estudiar y profundizar en nuestras fuentes con un sentido evolutivo, de transgresión dialéctica. Avanzar hacia cumbres más elevadas en la formación de todos. Vivir decorosamente en un mundo siempre perfectible.

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