Urge la defensa del sentido dramatúrgico, la claridad y la belleza en los mensajes, sin obstáculos por objetos o aditamentos

Para ser reconocidos necesitamos contar nuestro relato; no existen identidades sin narraciones, estas son expresivas y constitutivas de lo que somos.

Lo asumen realizadores de diferentes países desde diferentes estéticas y puntos de vista.  Narran, aconsejan, educan, comparten ideas, propuestas… En fin, todo puede ocurrir, pero sin abandonar un precepto primario: hay que entretener, de lo contrario, el programa no funciona, pierde su razón de ser.

En el Canal Educativo las emisiones dominicales Contar la historia (2:00 p.m.), Entre cuentos y leyendas (7:15 p.m.) y Pantalla documental (miércoles, 10:30 p.m.) acuden a historias de vidas, anécdotas, experiencias, anotaciones, fotos, pinturas, símbolos y documentos que propician viajar a la raíz de mitos, creencias y disímiles hechos en circunstancias dadas.

Unos, otros elementos, aportan consistencia al discurso visual, este nutre la investigación multidisciplinar en dimensiones sociales, lingüísticas, culturales y establece la calidad de una narrativa novedosa o, por lo menos, interesante, motivadora de búsquedas y hallazgos.

Los públicos añoran ver, conocer, descubrir revelaciones que emergen al final del cuento “bueno”, este término carece de inocencia, pues influye en la acción comunicativa de motivar sentimientos gratos y emociones placenteras.

Por su parte, el Canal Clave ofrece variedad de músicas, sí, en plural, que responden a los valores identitarios desde una perspectiva antropológica. En especial, las composiciones del maestro Chucho Valdés, pianista y compositor, así como los formatos ideados por él, propician conocer esencias cultas, populares, afianzadas durante diferentes períodos en Cuba y el mundo.

Pensemos: además de acudir a la memoria, mediante archivos audiovisuales –algunos deteriorados, olvidados o no preservados-, hay que pensar la sintaxis (cómo contar las historias). Se trata de establecer un diálogo permanente, participativo, entre las obras y los públicos. A veces, los realizadores olvidan el humor, la sencillez y el dinamismo al presentar lo real-histórico, en busca de una conexión valiosa, duradera.

En no pocos espacios se recurre a un presentador o conductor que es ubicado en escenarios, donde proliferan estatuas, plantas, adornos, otros disímiles objetos, los cuales cumplen una función en ese lugar, pero en el encuadre de la cámara, distraen al televidente, de ningún modo ajeno a la narrativa visual, la cual conlleva dos tipos de significados: la denotación, o sea, el contenido inmediato, y la connotación, lo que se lee.

Se está produciendo una revolución sin precedentes en la imagen, lo cual deviene un desafío para los contenidos, la inmediatez y el lenguaje de la TV. En la medida en que este contribuya a crear estados de opinión, motive la reflexión y una mejor comprensión de los fenómenos que nos rodean, realzará su condición de espectáculo cultural y artístico.

Insisto en un principio esencial: pensar el entretenimiento desde la cultura audiovisual beneficia los procesos cognoscitivo e informativo; así como la complacencia de las audiencias.

La relación artista-puesta-públicos es necesaria para compartir ideas y revelar valores mediante intérpretes que, dados sus desempeños en el relato, aportanal acto reflexivo y a la educación del pensamiento en tanto experiencia estética transformadora del ser humano.

Nunca lo ignoremos, el pensamiento que generan los sonidos y las imágenes, los modos de enunciación y las nuevas formas de subjetividad están siendo instauradas en el ciberespacio, los videojuegos y otras expresiones en los medios digitales e interactivos.

En la era de las no tan nuevas tecnologías se hacen visibles las complejidades de cada nación y de su cultura, que organizan las percepciones y las nociones de realidad sobre su hacer y quehacer en el convulso siglo XXI.