Foto. / Leyva Benítez
Foto. / Leyva Benítez

Seguir las rutas de la magna cita

Propuestas diferentes, interesantes, reflexivas, propone la edición 44 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano hasta el próximo domingo


Fuera del cine, seduce la sugestiva música del Festival, Desde la aldea, compuesta por el maestro José María Vitier. Los espectadores apresuran el paso. Añoran ir al encuentro de historias, personajes, conflictos y realidades otras. Algunas edulcoradas, otras trágicas o melodramáticas. Descubrirlas suele motivar a generaciones.

El estremecedor filme Los colonos defiende una marcada vocación anticolonialista. / habana-filmfestival.com

De prisa corrió la noticia de voz en voz: el filme Los colonos (2023), una ópera prima, se exhibiría en la inauguración del esperado encuentro. Es una película dura, fuerte, violenta, dijeron algunos.

La propuesta del director chileno Felipe Gálvez defiende su vocación anticolonialista al narrar un atroz genocidio: el del pueblo amerindio Selk nam a finales del siglo XIX. La estructura del filme alerta, denuncia y enfatiza: nunca podemos olvidar ese crimen.

Lo propone la dramaturgia del relato contado mediante las músicas y una visualidad centrada en planos de conjunto y detalles estremecedores. Ver lo que ocurre y cómo ocurre ilustra la tragedia del joven mestizo chileno, la agresividad del mercenario americano y la postura del sangriento temerario teniente británico.

De ningún modo el azar lidera en la expedición integrada por dichos personajes. Estrechos nexos entre imágenes y valores lingüísticos sustentan un elocuente punto de vista: así ocurrió. El hecho no fue fortuito. La mirada del realizador enfatiza el sustrato antropológico. Lo convierte en un documento vivo, auténtico, movilizador. Lo singulariza, al cierre del filme, el personaje de Rosa. Ella “habla” por su pueblo y resiste con un largo silencio parlante. Responde el embate “civilizador” y establece complicidades difíciles de olvidar.

Otro viaje al interior del ser humano propone la guionista y directora Patricia Ramos en la ficción Una noche con los Rolling Stones. Rita, una mujer en la crisis de los 40, termina una relación sin futuro y va en búsqueda de un nuevo amor y de otros horizontes en su vida en días previos al concierto de la referida agrupación en La Habana.

Elenco del filme Una noche con los Rolling Stones. / Leyva Benítez
La guionista y directora Patricia Ramos propuso un dinámico y oportuno juego entre géneros dramáticos. / Leyva Benítez

Interactúan la comedia y la tragicomedia en un juego dinámico entre ambos géneros dramáticos. Esa relación implicó llevar a la pantalla cinematográfica un sinfín de complejidades que apenas resuelve la película. A veces, la austeridad del tono, el humor y el patetismo de las situaciones indican posibles caminos, pero estos se desdibujan, apenas encuentran cauce en una moraleja sobre la conveniencia de la adaptabilidad.

Algunas jornadas del Festival propician la posibilidad de adquirir libros, afiches y discos. / Leyva Benítez

¿Qué hace Rita para mitigar la grisura de su destino? Ciertamente, todo proceso de cognición se beneficia con la duda. Y aunque en la película se perfilan algunas salidas ingeniosas, entre ellas la aparición de personas como personajes: Fernando Pérez, Luis Alberto García y Jorge Molina. Pero Rita solo va y viene. La ambigüedad del relato atenta contra su legitimidad. Y no es que la primera actriz Lola Amores esté ajena a la propuesta dramatúrgica. El asunto es que fallan varias situaciones carentes de cierres en trama. Entre ellas la inspirada en un acontecimiento detonante: el concierto de los Rolling Stones.

Y no es que falte la sugerencia fotográfica de “dejar subir el detalle hasta la conciencia afectiva”, según reconoció el lúcido Roland Barthes. También tiene significación artística el aporte de los músicos Magda Rosa Galbán y Juan Antonio Leyva.

Pero, en esencia, faltó estimular en su dimensión el rigor de las emociones. La tentación del título es eso: una tentación.

Diferentes acercamientos al acontecer, a lo imaginado o lo no visto coinciden en el Festival. De ahí su riqueza.

Por ejemplo, algunas jornadas incluyen la venta de libros, afiches y discos. Hay que ver, disfrutar, redescubrir lo propio y lo ajeno. Las rutas de la magna cita lo propician.

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