Foto. / Archivo de BOHEMIA
Foto. / Archivo de BOHEMIA

“¡Vas bien, Fidel!”

Entre el 2 y el 8 de enero de 1959, con el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz al frente, se desarrolló el dispositivo militar denominado Caravana de la Libertad, que se trasladó hasta la ciudad de La Habana con el objetivo de consolidar el triunfo


Concluía el año 1958 y el pueblo de Cuba se prestaba a recibir el siguiente con la convicción de que sería distinto. El empuje victorioso del Ejército Rebelde en las indómitas montañas orientales y a lo largo de casi todo el país, con las principales ciudades cercadas, demostraba la inminente derrota de la sanguinaria dictadura del sátrapa Fulgencio Batista.

Las tropas comandadas por Fidel, quien había iniciado la gesta insurreccional 24 meses atrás, estaban a las puertas de Santiago de Cuba para dar la batalla decisiva. Además de un gran territorio liberado, se habían tomado los cuarteles de Yaguajay y Maffo, el pueblo de Palma Soriano y la ciudad de Santa Clara.

Ante el avance indetenible del Ejército Rebelde, el tirano, como un vil ladrón, huyó la madrugada del 1.º de enero de 1959. De inmediato, la embajada de Estados Unidos, en contubernio con la cúpula militar, espoleó una conjura para escamotear el triunfo. Por medio de Radio Rebelde, desde Palma Soriano, el Comandante convocó a una huelga general y ordenó a las columnas de Camilo Cienfuegos Gorriarán y Ernesto Che Guevara a marchar hacia La Habana e impedir cualquier intento de golpe de Estado.

El 1.º de enero con los efectivos del Segundo y Tercer Frentes, comandados por Raúl Castro Ruz y Juan Almeida Bosque, y con la tropa que dirigía directamente en esa zona de operaciones, Fidel entró triunfante a Santiago de Cuba, la ciudad testigo de tantos hechos significativos por nuestra definitiva independencia.

Esa noche una entusiasta concentración de pueblo inhalando un aire distinto, inundó el Parque Céspedes y poco después de las 11 vieron aparecer en el balcón del Ayuntamiento “una figura que irradia energía y determinación pese a que durante las últimas jornadas ha permanecido en vela, tomándole el pulso a los acontecimientos y adoptando puntuales y urgentes decisiones encaminadas a asegurar el triunfo. Es Fidel Castro Ruz, el principal gestor de la hazaña del Moncada, el héroe de la Sierra Maestra. Ya no se dirán más sus apellidos en el trato de los cubanos hacia él. Es Fidel y la invocación de su nombre basta para seguir sus pasos y saberlo Comandante en Jefe”, se narra en el libro Caravana de la Libertad.

Al hablar a todo el país, Fidel comienza con la frase: “Al fin hemos llegado a Santiago de Cuba. Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado”.

En su discurso expone los pormenores de las últimas horas, el intento de golpe de Estado en Columbia, cómo se controló la situación en Santiago evitando un combate en sus calles y orienta los pasos a seguir para consolidar el triunfo. En la madrugada culminaron sus certeras palabras. El 2 de enero, después de un desfile de tanques y una agrupación guerrillera, se organizó una columna de blindados, distintos equipamientos y más de 3 000 guerrilleros triunfantes parten hacia la capital. Comienza el dispositivo militar que se denominó Caravana de la Libertad con su invicto Comandante al frente. Al salir de Santiago se desplazaron por un desvío, –se habían volado algunos puentes–, luego se adentran en la Carretera Central que nunca se había visto tan congestionada de personas. Le suceden Palma Soriano, Contramaestre, Baire, Santa Rita… “Fidel, desde el carro, habla con la gente en cada parada, con la voz apagada, ronca, después aclarada, expresa palabras sentidas, nuevas, en un diálogo de futuro, de progreso y de transformaciones”, destaca Juan Almeida.

En Cautillo se efectuó una reunión con los oficiales del ejército en un club situado junto al río, los que después de la conversación “comenzaron a soltar los fusiles y apilarlos como si fueran hornos de carbón y yo me decía: Caramba, esos mismos son los que nos combatían solo unas horas antes. Es que Fidel les habló con la fuerza de los argumentos y de la verdad”, narra Alberto Vázquez, Vazquecito, el chofer de Fidel.

A las 11:00 de la noche, la Caravana entra a Bayamo. Se dirigen al Parque Céspedes, mientras el pueblo no deja de repetir: “iViva Fidel!”. Se producen encuentros inolvidables entre familiares. Fidel le habla al pueblo bayamés desde el Ayuntamiento en la madrugada del día 3 y luego recibe el abrazo de Camilo, que vino desde La Habana a informar y recibir instrucciones. A media mañana habla con un grupo de oficiales y soldados del ejército. Los responsables de crímenes son detenidos para ser juzgados.

Ese día prosigue la marcha hacia Holguín que ya era una plaza libre. Fidel ofrece una larga conferencia de prensa a periodistas nacionales y extranjeros en el Instituto Politécnico, sin que falten los contactos con el pueblo entusiasta. Poco después de la medianoche del 3 de enero Fidel ordena continuar la marcha.

En Bayamo Fidel conversa con un grupo de combatientes antes de proseguir la Caravana. / fidelcastro.cu
En Holguín el Comandante concede una entrevista a un grupo de periodistas de la prensa nacional e internacional. / fidelcastro.cu

Nuevos mambises en Camagüey

Al amanecer del domingo 4 de enero, la Caravana llega a la provincia agramontina, quedaban atrás las montañas orientales y ahora Fidel y sus barbudos, como si estuvieran escoltados por la caballería del mayor Ignacio Agramonte, reciben el júbilo popular en las llanuras. Así lo evoca Almeida: “En los tramos largos y descampados, el viento besa a los que van en los camiones y en los autos descapotados. Por momento me asalta la impresión de que vamos a ser ametrallados y bombardeados por la aviación enemiga, pero me digo: ‘No hay que temer, los pilotos asesinos y criminales están presos y serán juzgados, como todos los que cometieron actos vandálicos’”. Aunque todavía permanecían en la sombra algunos masferreristas y otros esbirros por tener deudas con la justicia.

Llegan a Guáimaro, cuna de la primera Constitución; la alegría se estremece al paso de los barbudos, sus libertadores. Fidel se baja del tanque donde se trasladaba y habla con la multitud. Después suceden poblados como Martí, Cascorro, Sibanicú… y por fin la ciudad conocida como la de los tinajones. El Comandante “indagó con los dirigentes del Movimiento 26 de Julio en esa urbe: ‘¿Habrá comida suficiente para la tropa? Ocúpense de esto que toda esta gente tiene hambre’. Alguien se interesó: ‘¿Dónde va a dormir usted, Comandante?’ Y respondió: ‘De mí no se preocupe, procure sitio para los muchachos’ ”Así lo publica la revista BOHEMIA, correspondiente al 19 de enero de 2018.

En el Regimiento Ignacio Agramonte de Camagüey. ( fidelcastro.cu

El líder rebelde visitó el Regimiento N.o 2 Ignacio Agramante, donde intercambió con autoridades de la provincia y recibió invitaciones para pasar por diferentes sitios. Antes de oscurecer, un mar de pueblo desfilaba hacia la Plaza de la Caridad porque sabían que iba a hablar Fidel: “Es que la presencia de tantas personas reunidas, en una ciudad donde todavía se escuchan de cuando en cuando los disparos de los enemigos agazapados, donde no existen medios de transporte, donde se ha escogido, incluso, un sitio apartado del centro de la ciudad; la presencia de tantos hombres y mujeres nos da una idea aproximada de la responsabilidad abrumadora que sobre nuestros hombros pesa”. Repasa el transcurso de los acontecimientos y orienta que ha llegado el momento de detener la huelga general que se había convocado para consolidar el triunfo; se refiere entonces a las tareas que enfrentará la naciente Revolución.

A media mañana del 5 de enero se dirige hacia el aeropuerto de la ciudad y se encuentra con Ernesto Che Guevara que ha venido desde La Habana a informarle de la situación en la capital y recibir orientaciones.

Una integrante del pelotón femenino Mariana Grajales, Angelina Antolín Escalona, narra muy emocionada sobre el encuentro en Camagüey con su esposo Miguel Ángel Espinosa, a quien no veía desde que él partiera con las tropas de Juan Almeida para el Tercer Frente: “Se acercó un combatiente que me conocía y me dijo: ‘Tú aquí! Se lo voy a decir a Miky’. –Así le decían a mi esposo–. Le comenté: ‘Déjate de estar jugando, él se quedó en el Tercer Frente’, yo no le creía. Agregó que venían juntos y que estaba recorriendo la caravana, yo desconocía que Espinosa también se trasladaba con nosotros. De momento apareció ¡Se produjo el esperado encuentro! Él con su barba y su melena de rebelde. Fue un abrazo por la alegría del triunfo y porque ambos, sanos y salvos, nos íbamos a encontrar por fin con nuestros tres hijos”.

Alberto Vázquez, Vazquecito, el chofer de Fidel en aquel recorrido, rememora: “Mientras avanzábamos por los pueblos, y veía con el cariño que nos recibían y aclamaban, iba ganando en conciencia de la responsabilidad que tenía de cuidar a Fidel”.

Los recibió el poblado de Florida agitando pañuelos y banderas entre vivas y aplausos como también dio su bienvenida Ciego de Ávila, lugar en el que descansaron un rato y los combatientes fueron invitados a las casas.

Verdor de la Sierra en el Centro

La noche del 5 de enero de 1959, el puente de hierro en el río Zaza a la salida de Jatibonico que marca el límite entre Camagüey y la provincia villareña se estremece con el paso de los barbudos. Ya tarde llegaron al parque Serafín Sánchez de Sancti Spíritus entre la admiración y los vivas del pueblo. Desde los balcones de la Sociedad El progreso sobre las 2:00 de la madrugada del día 6 Fidel le habló al pueblo: “No podía ser para mí esta ciudad de Sancti Spíritus, una ciudad más en nuestro recorrido. Todos los peligros que una revolución tiene en su camino los tendremos que afrontar, tal vez amenazas extranjeras, tal vez agresiones extranjeras […] Creo de tal manera en la dignidad y el honor de nuestro pueblo, que digo que a este pueblo hay que respetarlo, porque quien no respete a este pueblo, quien quiera arrebatarle su libertad, su soberanía o su derecho, tendrá que matar hasta el último hombre, hasta la última mujer y hasta el último niño”.

El Comandante en Jefe le habla al pueblo de Santa Clara. / Archivo de BOHEMIA

Mientras hablaba, alguien del público indaga sobre otros jefes del Ejército Rebelde. El Comandante explica: “Raúl está en el cuartel Moncada; Gómez Ochoa está en el regimiento de Holguín; Juan Almeida está con la columna blindada y va a ser designado jefe de la división blindada que vamos a organizar con los veteranos de la Sierra Maestra; Camilo Cienfuegos está en Columbia; el Comandante Ernesto Guevara está en La Cabaña; y el Comandante Efigenio Ameijeiras ha de estar ya a estas horas en la jefatura de la Policía Nacional”.

Se desplazan en el escenario de tantos combates librados por las columnas del Che y Camilo. La batalla de Santa Clara, con los combates calle a calle comandados por el guerrillero argentino y el tren blindado descarrilado, fueron hechos muy decisivos en el curso final de la gesta libertaria.

Aunque no cabían las personas en las calles, al mediodía de aquel 6 de enero una enorme multitud espera a Fidel en el parque Leoncio Vidal frente a la sede del Gobierno Provincial. De nuevo el diálogo sincero y orientador: “Desde que el pueblo manda hay que introducir un nuevo estilo: ya no venimos a hablarle al pueblo, sino que venimos a que el pueblo nos hable a nosotros […]”.

La tropa se presta a almorzar, tarea asimilada por los dirigentes revolucionarios en cada lugar donde se detenían para descansar y alimentarse.

El líder rebelde a la entrada del Ayuntamiento de Cienfuegos. / Archivo de BOHEMIA

Casi anochece y Fidel parte en autos hacia Cienfuegos con un número reducido de hombres. Ha recibido una invitación de una delegación de la Perla del Sur y el Comandante accede. Quiere rendir tributo a la vez a los caídos el 5 de septiembre de 1957 cuando un grupo de valientes marinos e integrantes del Movimiento 26 de Julio enfrentaron al ejército opresor, ocuparon la ciudad por varias horas, pero la sublevación fue ahogada en sangre.

Fidel visitó Cayo Loco, uno de los escenarios de aquella acción, ahora en un ambiente tenso porque los integrantes de la Marina que habían servido a Batista no habían sido aún depurados. Fidel les explica que el marino será un hombre útil a la sociedad, no será un instrumento de los enemigos del pueblo.

Se presenta ante una multitud en el parque José Martí, realiza un recorrido por Punta Gorda en la bahía y degusta una célebre paella en el restaurante Covadonga.

En la mañana del día 7 la Caravana entra a Manacas. Fidel se dirige a los obreros de la cervecera y continúan el recorrido hasta pasar los límites de Santa Clara con Matanzas. El primer pueblo que los acoge es San Pedro de Maniabón. Cercano está Colón, sus residentes no durmieron esperando a los barbudos; es la patria chica del médico del Moncada Mario Muñoz Monroy, caído en el asalto. Otros pueblos como Perico, Jovellanos, Limonar, le suceden.

Entran a la ciudad de Matanzas por la noche. Fidel se traslada al Palacio Municipal frente al parque La Libertad y cuando aparece en el balcón, desde donde hablará, en la multitud la alegría se desborda.  

La Habana en trazos verde olivo

Fidel, en la tumba de José Antonio Echeverría, le rinde homenaje. / Archivo de BOHEMIA

La madrugada del 8 de enero de 1959 la Caravana de la Libertad prosigue su recorrido desde Matanzas hacia Cárdenas. Juntas viajan la historia y la gesta. Al pasar por Varadero, llegan al Hotel Internacional porque el cansancio ha sido también compañía. Fidel permanece un breve tiempo en la habitación 543. A media mañana arriba a la Ciudad Bandera y llega a la casa natal de José Antonio Echeverría. La madre lo recibe llorando y el Comandante la abraza, saluda a los familiares y al pueblo que ha acudido al lugar aparte de estar concentrado en las calles. “Luego sigue hasta el cementerio local, que guarda los restos del líder estudiantil y deposita flores en su tumba. Con sentidas palabras, le rinde honores y recuerda a los que cayeron y fueron asesinados el 13 de marzo de 1957 en el ataque al Palacio Presidencial y en la toma de la emisora Radio Reloj”.

Enfilan hacia La Habana, ciudad que se ha engalanado con los mejores colores y el más sentido de los júbilos. Llegan al Cotorro después de las 2.00 p.m.

Se notan en Fidel la alegría y la felicidad; se entrelazan besos, abrazos, consignas y banderas.

La Caravana de la Libertad en el malecón habanero rodeada de un mar de pueblo. / Archivo de BOHEMIA

La integrante del pelotón femenino Lilia Rielo Rodríguez recuerda: “Presenciamos en el Cotorro una escena cargada de emoción, el reencuentro de Fidel con su hijo Fidelito, tras dos años y 33 días sin estar juntos. Es tan inolvidable la caravana que para mí no parecieron ocho días sino meses, porque se vivía de una manera tan intensa que los días eran como siglos. Yo conocía La Habana, pero nunca vi una ciudad tan bella y tan abigarradamente llena de personas, vestida de gala; humildes y no humildes se encontraban en las calles, no sé de dónde sacaban tantas flores para llenar todos los lugares y que también nos las lanzaran. Para entrar del malecón a Palacio era una masa compacta, no sé de dónde sacaban el espacio para que Fidel pasara”.

Fidel se baja del tanque donde querían que continuara y selecciona un jeep de la Columna 17. Era más ligero para trasladarse. Al bordear la bahía habanera por la Avenida del Puerto, y pasar frente al edificio de la Marina, el líder rebelde divisa el yate Granma en un muelle cercano. Saluda a los oficiales que lo esperan en el lugar y penetra en la embarcación que materializó su consigna: “En el 56 seremos libres o mártires”. Los recuerdos penetran. Mientras se escuchan los gritos de la multitud: “¡Fidel está en el Granma!”.

De nuevo en la Caravana van rumbo al Palacio Presidencial. Ya muy cerca siguen a pie. Fidel sube a la terraza norte y se dirige al pueblo: “Ustedes quisieran saber cuál es la emoción que siente el líder de la Sierra al entrar en Palacio. Les voy a confesar mi emoción: exactamente igual que en cualquier otro lugar de la República. No me despierta ninguna emoción especial. Es un edificio que para mí, en este instante, tiene todo el valor de que en él se alberga el gobierno revolucionario de la República […].

“Si por el cariño fuera, el lugar donde por motivos de hondo sentimiento yo quisiera vivir, sería el Pico Turquino. Porque frente a la fortaleza de la tiranía opusimos la fortaleza de nuestras montañas invictas hasta ahora”, destaca la revista BOHEMIA, sección En Cuba, Edición de La Libertad, 2a parte, 18 de enero de 1959.  

Siempre junto al clamor del pueblo, en un día feliz, la Caravana continúa por el Malecón y luego por la calle 23. Fidel conversa con un grupo de artistas frente al edifico de Radiocentro, cruzan el puente sobre el río Almendares, enfilan por la Avenida 41. La Caravana se acerca al final de su recorrido. Por fin ¡Columbia!, el campamento militar desde donde se generaron tantas atrocidades.

Fidel se dirige a la muchedumbre que grita enardecida: “¡Fidel, Fidel, Fidel! …” Se cumple un sueño, comienza otra etapa. “No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil. Quizás en lo adelante todo será más difícil […]”, recalcó Fidel.

Será segura la victoria con un pueblo en marcha con Fidel: La Habana testigo activo/ de barbas que en su textura/ esbozaron la bravura/ en trazos de verde olivo. //La paloma, instinto vivo/ eligió un hombro de estrella/, luego el clamor que destella/ con la voz: “¿Voy bien, Camilo?”/“¡Vas bien, Fidel!”, como filo/ que enardeció la epopeya.

Era un abrazo guerrillero para toda Cuba y el 17 de enero Fidel viaja hacia Pinar del Rio recorriendo otros pueblos que enlazan a La Habana con Vueltabajo. Su corazón aún palpita de tantas emociones en un épico recorrido y comparte esos latidos con la más occidental de las provincias.

Palomas en el corazón de la patria. / Archivo de BOHEMIA
El líder de la Sierra saluda al pueblo vueltabajero. / fidelcastro.cu

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Fuentes consultadas

Los libros:Caravana de la Libertad, de Luis Báez y Pedro de la Hoz; La Sierra Maestra y más allá, de Juan Almeida Bosque;Discursos pronunciados por Fidel en Camagüey el 4 de enero de 1959 y en Sancti Spíritus y Santa Clara el 6 de enero, y décima del autor.

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