Fotocopia. / Martha Vecino
Fotocopia. / Martha Vecino

“Vívelo, no lo dejes pasar”

Desde antaño los seres humanos han mirado hacia el pasado en busca de conocimiento. El programa Rutas y andares para descubrir en familia es una manera de aprender divirtiéndonos, o viceversa. Julio y agosto volverán a acoger sus recorridos, diseñados por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana


Veintitrés años es una edad fabulosa: nos sentimos plenos de vigor, de aspiraciones; y ya comienza a despuntar cierta madurez que nos permitirá al menos intentar cumplirlas. ¿Ocurre igual con los proyectos culturales? ¿Cuánta creatividad y capacidad de asombro pueden mantener a lo largo de dos decenios?

El Templete, edificación emblemática del Centro Histórico habanero, cautiva a turistas y andantes. / Martha Vecino

Cuando en 2001 echó al mundo sus rutas, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH) se proponía tender un puente entre la familia cubana y los tesoros arquitectónicos, arqueológicos, históricos, artísticos, existentes en el Centro Histórico. Y realmente ha conseguido atraer a miles de participantes (solo el verano pasado la cifra ascendió a más de 6 000).

Claro que, de antemano, un hecho jugaba a su favor: el interés que sentimos por el pasado y por una historia bien contada. No es una tendencia reciente. “Los documentos escritos y restos materiales estudiados por los arqueólogos a partir del siglo XIX nos permiten aseverar que desde las primeras civilizaciones […] como Babilonia, Persia o Egipto, el ser humano ha sentido una curiosidad innata por conocer su pasado. Esto le ha llevado a sumergirse en una continua búsqueda de las ideas, los datos y los objetos que caracterizaron la existencia de sus antepasados”, asegura la profesora Marta Rojano Simón, de la Universidad de Córdoba (España).

Asombra que a pesar de las grandes dificultades para viajar durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX, antes de que los ferrocarriles y los barcos de vapor acercaran las naciones y los continentes, el llamémoslo turismo histórico ya tenía practicantes entre las clases adineradas. Los jóvenes británicos, y en menor medida los de otros países, solían emprender el Grand Tour (nombre que se impuso tras aparecer en 1670 en un libro de Richard Lassels) por varias ciudades europeas, con el propósito de consolidar su educación; el periplo podía durar años e incluía sin falta a Italia, donde entraban en contacto con las huellas de la cultura clásica y las obras del Renacimiento.

Todavía hoy algunas personas se entusiasman tanto por las civilizaciones arcaicas, que dedican toda la vida a aprender sobre ellas; otras desinflan el bolsillo para visitar Angkor, la Gran Muralla, las milenarias necrópolis egipcias, la Alhambra, Versalles, Delfos, el Kremlin, Machu Pichu… Quien no puede permitírselo se “conforma” con los libros, los documentales televisivos o internet.

Un regalo deseado por los participantes en las rutas y andares: el encuentro con el inolvidable historiador Eusebio Leal. / habanaradio.cu

Como antaño, abundan individuos cuya curiosidad por el ayer se dirige a ámbitos modestos, por ejemplo, los escarceos amorosos de monarcas, estadistas, literatos, músicos; los viejos automóviles; cómo eran las calles y edificios en la época de sus tatarabuelos…

Hará unas pocas décadas, el geógrafo e historiador David Lowenthal asoció con la nostalgia esa atracción y opinó que nos es difícil apartarnos de ella porque “a diferencia de los vagos contornos de los tiempos que vendrán, el pasado fijo ha sido esbozado por incontables cronistas. Sus vestigios en el paisaje y la memoria reflejan innumerables detalles de lo que nosotros y nuestros predecesores hemos hecho y sentido […] el aquí y ahora carece de la densidad y de la perfección de aquello que el tiempo ha filtrado y ordenado”.

Tal vez por eso nos sosiega observar las columnas del Palacio del Segundo Cabo, los cuadros de El Templete, los potes de la farmacia Taquechel, los hermosos volúmenes decimonónicos.

Sin embargo, los organizadores de Rutas y Andares tuvieron la perspicacia de comprender que, si bien es fascinante viajar hacia el pasado, no lo es quedarse atrapado en él y que el secreto de la eterna juventud se halla en la renovación.

Un paso sustancial fue instaurar en 2002 los andares; a diferencia de las rutas (estas garantizan el acceso a cierto número de museos, relacionados entre sí por un elemento común), son caminatas con la asistencia de un guía, por disímiles lugares, dígase los jardines, parques y plazas, sitios vinculados con el ejercicio de la medicina o con descubrimientos arqueológicos, entre otros. Luego han ido incorporando alternativas.

La escultura en espacios públicos es el tema de un recorrido que se iniciará junto a la Plaza de la Catedral. / Martha Vecino

Al respecto, Katia Cárdenas, directora de Gestión Cultural de la OHCH, puntualiza que para elaborar el programa de cada verano toman en cuenta las opiniones de las familias participantes en ediciones anteriores y mantienen la tradición de conocer la ciudad, que viene del historiador Emilio Roig de Leuchsenring y fue seguida por Eusebio Leal.

“Así, a lo largo del tiempo, se han ampliado las modalidades, con los andares virtuales para quienes no pueden hacer grandes caminatas, y los talleres”; además han surgido propuestas destinadas a los pequeños, adolescentes y jóvenes. En julio y agosto –añade– se abren a los públicos múltiples espacios, incluidos los gabinetes de restauración, y “arqueólogos, arquitectos, inversionistas, se convierten en guías de este gran proyecto”.

Según testimonios ofrecidos por los andantes (muchos repiten la experiencia año tras año) a los encuestadores de la OHCH, tales opciones veraniegas les brindan esparcimiento, tranquilidad espiritual, nuevas relaciones personales. Sin dudarlo, una de las asistentes sugiere: “Vívelo, no lo dejes pasar”.

Otros factores contribuyen al éxito: los paseos tienen precios módicos (apenas 10 pesos) e incluyen premios. El mayor de todos los regalos era reunirse y conversar con Eusebio Leal. Hoy nos falta el historiador de figura austera y verbo palpitante. Sin embargo, la OHCH mantiene viva la prédica del paladín de La Habana, quien en 2019 recalcó:

“Rutas y Andares es parte de una proyección que tiene que ver con la vida participativa de los ciudadanos en la cultura de su país y, fundamentalmente, de los habaneros. Yo creo que hay que unirse a esa campaña por el adecentamiento de las costumbres públicas que sale precisamente del disfrute por parte de todos del conocimiento de cada cosa, de cada rincón, de cada sitio; lo cual conlleva un acto de respeto, de goce y disfrute”.

En 2023

Tres rutas por los museos y cinco especiales conforman esta vez el programa. ¿Los temas?: la cultura del té, la cerámica tradicional y artística, cómo era la vida cotidiana habanera en el siglo XIX e inicios del XX, la Quinta de los Molinos, formas de conservar el patrimonio, la relación entre el arte y el deporte, el centenario del artista Servando Cabrera y la pintura abstracta de José Rosabal.

Al mismo tiempo, los andares nos mostrarán proyectos arquitectónicos, modelos navales, los hoteles junto al Prado, la huella europea en el Centro Histórico, los olores y las manifestaciones artístico-literarias presentes en sus espacios, el sistema defensivo de La Habana colonial, lugares asociados al abastecimiento de agua y a personalidades de la cultura nacional. Sobre coches de caballos podremos seguir las huellas de la ciudad que conoció José Martí. Especialmente para los adolescentes y jóvenes, un safari fotográfico en bicicleta los conducirá a exponentes del patrimonio industrial. Retornan los andares virtuales y decenas de talleres.

Para más información llama al 78011135. O visita las páginas:
www.habanacultural.ohc.cu y
https://www.facebook.com/ProgramaCulturalOficinaHistoriadorHabana/?locale=es_LA

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