Apasionado por Cuba, sin temor al riesgo

Es de esas personas que hacen las delicias de los entrevistadores: expresivo, carismático, capaz de contar una historia no solo con su voz, sino con sus ademanes, el cuerpo entero. Así lo relatado se vuelve vívido recorrido por el cabo de San Antonio, la Laguna de la Leche, el río Toa…

Igual supo atrapar a los seguidores de BOHEMIA, con disímiles géneros periodísticos, en especial el reportaje, la entrevista, la crónica, el comentario. ¿Cómo no seguir leyendo tras esta parte de la narración con que abre El oculto esplendor de Cayo Jutías?[1]:

Entre jadeo y jadeo, mientras remaba, Camilo iba contando que hacía poco 12 jutías se internaron en la antigua heredad de sus antepasados, bajo las piedras y el mangle, para fomentar una colonia. Los hombres que las trajeron encomendaron a la madre de Camilo la tarea de protegerlas de la depredación.

–Otro trabajo más sobre la vieja –acotó el joven en una queja resignada.

Esa mujer era la causa de mi inquietud. En el trayecto desde el puerto de Santa Lucía [] yo me dirigía las preguntas naturales en un reportero que anda hacia un personaje insólito. Ella, Victoria Denis Giraldo, es la única mujer torrera de Cuba, y dicen ‘que también de América Latina []

En qué la habrán convertido la soledad, el silencio, la tensión de sus responsabilidades. ¿Cómo será: tímida, delicada; acaso recia, amarga? Me preguntaba, y me respondía imaginando figuras arbitrarias, innombrables.

Experimentar personalmente lo que hacían sus entrevistados le permitió concebir trabajos plenos de color e interés.
Experimentar personalmente lo que hacían sus entrevistados le permitió concebir trabajos plenos de color e interés. / Leyva Benítez

Antes de convertirse en un hombre de la prensa, Luis Sexto fue topógrafo en el Ministerio del Azúcar, pero no de informes y oficina, sino de jornadas andariegas por los campos. Según relata, sus experiencias de entonces sirvieron para ir preparando al periodista.

Llegó al semanario en los años 80, luego de laborar en otros medios de comunicación: la revista deportiva LPV, el periódico Trabajadores, la agencia de noticias Prensa Latina. Por entonces, “BOHEMIA era el lugar sagrado, el ara del altar donde todo el mundo quería poner las manos”. Y él se entregó en cuerpo y alma; valga la frase trillada, pues no puede ser más exacta.

A partir de 1987 escribe sobre deportes, cultura, ciencia, profesiones curiosas y riesgosas, asuntos económicos, políticos, históricos e ideológicos, remembranzas personales, sitios recónditos de la geografía nacional y sus moradores (impresionante resulta el copioso archivo de sus textos guardado en nuestro Centro de Documentación). ¿Cómo pudo abarcar tanto?

“Nunca dije ‘no entiendo sobre eso, no sé de aquello’. Porque si yo no sé, aprendo, pero escribo lo que me pidieron. Muchos de los libros que están ahí –señala un librero bien amplio– me sirvieron de preparación. Leyendo a los mejores y ejercitándome pude ir ganando en capacidad de expresión, tener el concepto del orden de la sintaxis.

“Habitualmente en BOHEMIA los propios periodistas buscábamos los temas de los trabajos. No esperábamos a que el jefe de información se le ocurriera. Yo revisaba el periódico todos los días para saber dónde estaba sucediendo algo que valía la pena, a lo que Granma le dedicaba 20 líneas, yo podía darle cuatro, seis u ocho páginas en la revista. Tomaba los datos, hablaba con la directora Magali García Moré o, luego, ya en los años 90, Caridad Miranda. En BOHEMIA me pasaba la vida fuera.

Dos colegas muy especiales

“Magali es una mujer en toda la extensión de la palabra. Tiene una sonrisa acogedora [hace una pausa antes de cada oración, acentuando su efecto]. Y un genio que se las trae, cuando le asiste la razón. Magali respeta a los subordinados. Su preocupación, su norma, era hacer una publicación que la gente leyera.

“Caridad Miranda también es una gran persona, fina, culta, inteligente, con la que tuve una relación amistosa. En BOHEMIA trataba a todos con cuidado. Era muy difícil oírle un grito. Trató de seguir incrementando el valor de la revista”.

Andar por Cuba, conociéndola y revelándola

En Morón, Ciego de Ávila, compartió peripecias con quienes en 1990 se empeñaban en limpiar la Laguna de la Leche; y logra hacernos viajar junto a él sobre la lancha, sentir el viento que arremolina el agua y hasta oler la pestilencia de los desechos que no debían caer en ella.
En Morón, Ciego de Ávila, compartió peripecias con quienes en 1990 se empeñaban en limpiar la Laguna de la Leche; y logra hacernos viajar junto a él sobre la lancha, sentir el viento que arremolina el agua y hasta oler la pestilencia de los desechos que no debían caer en ella. / Leyva Benítez

“Eso era lo que me gustaba. Buscar lo que ningún periodista había reflejado en sus textos o en sus fotos. Salía a hacer reportajes para llenarme los ojos de experiencias, porque tenía el sueño de ser escritor. Me era preciso saber cómo hablaba esa gente, qué palabras usaba. Siempre traté de presentar a cada cual con su lenguaje típico.

“Cuando entrevistaba a alguien, además le preguntaba: ‘¿Usted conoce a otra persona que…?’ Y podía responderme: ‘Sí, en la loma tal hay un arriero que monta el mulo guía al revés’. Entonces yo iba. Nuestro periodismo era vivencial. Lo que hacían los personajes lo hacíamos nosotros también. Había que arriesgarse, para contar algo de verdad interesante.

“En Guanahacabibes encontré a un anciano que se llamaba Fisco Varela, quien nació y creció allí. Al entrevistarlo, en aquel monte, me di cuenta de que ya no sería solo el protagonista de un reportaje, sino de un libro [lo publicaría, años después, con el título de El cabo de las mil visiones]. Volví varias veces, especialmente al Cabo de San Antonio, para conocer su mundo interior: las leyendas, la historia, todo eso que los libros de geografía no te dicen, y que me permitiría escribir literariamente. Hice crónicas, nuevas entrevistas. Así trabajábamos nosotros, no íbamos únicamente a lo puntual.

BOHEMIA tenía un gran equipo de fotógrafos, con experiencia en recorridos por Cuba y otros lugares. Eran profesionales, escuchaban las entrevistas. Si veían a un guajiro sentado en un taburete amolando el machete [se agacha, reproduce el gesto], no necesitaba decirles que lo retrataran, lo hacían. En el laboratorio las imágenes eran muy bien trabajadas. La revista se caracterizó por publicar excelentes fotos. Algunas las conservo aquí [se toca la cabeza], ¡porque eran tan elocuentes!

“Recuerdo a Jorge Páez, Maqueira, Belarmino Blanco; Aramís Ferrera fue jefe de fotografía y uno de los fotorreporteros con los que más viajé, era muy creativo. También salía a menudo con Tomás Barceló, tenía gusto artístico, además, escribía bien; un recorrido con él nunca era aburrido, podías hablar de cualquier cosa, pues leía mucho. ¿Qué yo valoraba sobre todo en un fotógrafo? Que supiera captar mis intenciones. No puede haber una disonancia entre el nivel estético del texto y el de las imágenes.

“Durante los años 80, ¡BOHEMIA resultaba tan atractiva para un periodista con creatividad! Me facilitó conocer más a Cuba y a mi profesión. Viajábamos tanto porque el semanario quería ofrecer una visión de todo el país. Había incluso una rivalidad, entre comillas, para buscar lo mejor, lo más interesante, lo inédito”.

En medio de la corriente del Toa, “lo único que pude hacer fue tirar mi mano hacia atrás, porque hacia adelante no había nadie. Y él, un hombre fuerte, con sus dedos hace una pinza, me aguanta así, e impide que yo siga río abajo”.
En medio de la corriente del Toa, “lo único que pude hacer fue tirar mi mano hacia atrás, porque hacia adelante no había nadie. Y él, un hombre fuerte, con sus dedos hace una pinza, me aguanta así, e impide que yo siga río abajo”. / Leyva Benítez

Ese hombre me salvó la vida

“Como yo andaba a menudo bajando y subiendo lomas era proclive a que sufriera un accidente. Una vez tuvimos que vadear el Toa, el río más caudaloso de Cuba. Había llovido cantidad por esos días y venía con una fuerza enorme. El agua me daba por aquí [marca su cintura].

“Se me ocurrió quitarme los zapatos; el lecho del Toa es piedra pura, desgastada por la corriente, y ya llegando casi a la otra orilla, se me traba el pie. Cuando lo intento sacar, me voy hacia atrás. Recuerdo con nitidez mi grito: ‘¡GUAJIROOO, ME VOY!’. Guajiro era un baracoeso que nos estaba guiando. Lo único que pude hacer fue tirar mi mano hacia atrás, porque hacia adelante no había nadie [se levanta del asiento, extiende el brazo, se ladea, está de nuevo en medio del torrente]. Y él, un hombre fuerte, con sus dedos hace una pinza, me aguanta así, e impide que yo siga río abajo. Me fue halando, halando, mira qué clase de manos [coloca en la misma posición las suyas, se tensa]. Y me saca. Ese fue el momento más duro de mi carrera, estuve casi en peligro de muerte. No he vuelto a ver a aquel joven alto, flaco. Sin embargo, la gratitud que le guardo es tanta que nunca he olvidado su cara”.

Cambio de rumbo

“Ya en el Período Especial, o sea, en los años 90, se acabaron los viajes frecuentes. Era más difícil escribir. Sin embargo, teníamos una directora valiente y con experiencia política. Caridad Miranda me pidió una columna fija de opinión sobre la realidad nacional. La titulamos precisamente En Cuba. Había que hacerla, por supuesto, con mucho cuidado, pero no me pusieron cortapisas. No recuerdo que me hayan virado alguna.

“Esa página me daba bastante trabajo. Porque cada vez había que pensar en un tema distinto, con un enfoque crítico y al mismo tiempo justificado. Entonces BOHEMIA ejercía influencia. Planteaba problemas de la sociedad y posibles soluciones.

“A finales de los 90 Caridad cesó en la dirección de la revista y yo me trasladé a Juventud Rebelde. Allí me jubilé al día siguiente de cumplir 60 años. Porque seguía con la idea de escribir libros, de los cuales guardaba por ahí títulos y resúmenes. Desde entonces –si bien he continuado haciendo programas de radio: fui fundador, junto con otras dos o tres personas, de Hablando claro, en Radio Rebelde; ahora tengo un comentario cultural en Radio Progreso– he sido fiel a ese propósito y he publicado alrededor de una veintena.

Ha publicado más de 20 volúmenes, desde libros sobre periodismo hasta poemarios.
Ha publicado más de 20 volúmenes, desde libros sobre periodismo hasta poemarios. / Leyva Benítez

“El texto más reciente, un volumen de memorias, aún inédito, lo entregué a la editorial Pablo de la Torriente. Su mayor valor no es lo que cuento sobre mí, sino lo que digo sobre la prensa, tratando de trasmitir los secretos que uno tiene del oficio, lo cual puede ser útil para los que comienzan.

“¿Qué periodismo necesita Cuba en las actuales circunstancias? Se me ocurre una frase viciosa: necesita que los que hacen periodismo, hagan periodismo. Porque uno suele coger un diario y cuando lo revisa titular por titular, ve que muy pocas cosas logran interesar.

“Tampoco estoy conforme conmigo mismo. No me puedo quejar, como profesional he disfrutado de mucho respeto, pero tengo la impresión de que todavía no he escrito lo que yo quiero. Cada vez que me siento ante la máquina, me pregunto ¿qué decir? ¿Eso de verdad les servirá a otros? Aunque un trabajo mío parezca estar bien, siempre me digo: puede ser mejor. Ese es mi concepto del periodismo”.

[quote]

Además de sus reportajes, entrevistas y la columna En Cuba, contribuyó a mantener el interés de los lectores por diversas secciones de BOHEMIA: Punto de vista, Con lápiz rojo, Crónicas, Opinión, Crónicas personales; entre estas últimas hallamos remembranzas como Mi primera entrevista, El día que me mataron, Cartas de amor, Duelo con un majá, El entierro de mi abuelo.

[/quote]

________________________

[1] Entrevista publicada el 22 de junio de 1990.

Comparte en redes sociales:

Un comentario

  1. Interesante entrevista ,pienso que el periodismo debe ser como Sexto lo hacia,buscar cosas que atraigan al lector ,lo motive a el a leer,pienso que actualmente no es así ,creo que mi la misma bohemia lo hace ,este periodista es el papá de lisandra sexto ?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos