Entrevista Fidel-Matthews. Nocao mediático a la tiranía

Esta es la foto que reclamaba el ministro Santiago Verdeja, la cual publicara The New York Times el 28 de febrero de 1957. /René Rodríguez
Esta es la foto que reclamaba el ministro Santiago Verdeja, la cual publicara The New York Times el 28 de febrero de 1957. /René Rodríguez

En los días posteriores a la dispersión de los expedicionarios del Granma en Alegría de Pío, el régimen batistiano emprendió una gigantesca ofensiva mediática. Voceros gubernamentales que casi siempre solicitaban su anonimato declararon a las agencias cablegráficas internacionales la muerte de Fidel Castro. Los principales periódicos de Cuba se hicieron eco de esa falsa afirmación con el despliegue de grandes titulares en sus primeras planas.

Aunque diarios cubanos como Norte, de Holguín, desmintieron la supuesta noticia, la tiranía continuó con su estrategia. Insistió hasta la saciedad en que los pocos insurrectos sobrevivientes, a los que llamaba forajidos, huían por el lomerío “ante la implacable persecución del ejército”; a la vez, lanzó una campaña de desinformación sobre el paradero de Fidel y su posible muerte en recientes combates. Este bagaje propagandístico requería un contrataque urgente, por lo que el jefe rebelde orientó al Movimiento 26 de Julio (M-26-7) que gestionara el viaje de un periodista a la Sierra, preferiblemente de una publicación estadounidense, a quien le concedería una entrevista.

El 4 de febrero de 1957 Ruby Hart Philips, reportera acreditada de The New York Times en La Habana desde 1937, fue citada al edificio Bacardí, ubicado en la calle Monserrate, en la capital, por Felipe Pazos, presidente del Banco Nacional de Cuba durante el gobierno de Carlos Prío y activo opositor al sátrapa Fulgencio Batista desde que este perpetrara el golpe de Estado en 1952. La señora Philips se topó en la oficina con Javier, hijo del economista Faustino Pérez, jefe del M-26-7 en la capital cubana, y René Rodríguez, el Flaco, destacado militante de esa organización.

Neoyorquino de origen judío, alto, de ojos claros, delgado, encorvado de hombros, acompañado siempre por su pipa, tenía fama de liberal por un libro suyo muy crítico sobre el régimen de Francisco Franco en España. La propuesta de Fidel debe haber dejado anonada a la nacida en Oklahoma. Todos coincidieron en que, por sus condiciones físicas, a ella no le era posible asumir esa encomienda. Por lo tanto, la decisión de designar al entrevistador recaería en la dirección del diario. La persona idónea era indiscutiblemente Herbert Matthews, especialista en temas sobre América Latina y excorresponsal de guerra en Etiopía (1935) y España (1936-1939), quien en 1957 fungía como jefe de la plana editorial del rotativo.

Llegó a La Habana el 9 de febrero, junto con su esposa Nancie. Interrogado acerca del motivo de su visita a Cuba, dijo que lo hacía como turista.

Al día siguiente, se reunió con Felipe y Javier Pazos en la oficina habanera de The New York Times, en la calle Refugio. Antes la señora Philips le había impuesto sobre la posibilidad de dialogar con Fidel, lo que le pareció magnífico, pues de lograrlo, propinaría el mayor “palo periodístico” de la época.

En su conversación con los dos cubanos, Matthews convino en estar localizable durante los tres días siguientes hasta que se produjera la salida al oriente cubano. Por su parte Felipe Pazos informó a Faustino, en La Habana, y a Celia Sánchez, vía telefónica, del éxito de la gestión. Fidel dio el visto bueno; escogió para la realización de su encuentro con el periodista la finca de Epifanio Díaz, en Los Chorros, a pocos kilómetros al sur de Purial de Vicana.

René Rodríguez partió hacia Santiago, donde contactó con Frank País y de allí enrumbó a Manzanillo para reunirse en la casa del doctor René Vallejo con Celia, quien ordenó trasladarlo al hogar de Pedro Eduardo Saumell, punto de encuentro con Matthews y sus acompañantes. Entretanto, Frank comisionó a Duque de Estrada la compra de varios rollos fotográficos para las cámaras que pensaban llevar a la entrevista el Flaco y él, previsión que luego tendría una importancia extraordinaria.

Matthews, en la capital, aprovechó el tiempo y sostuvo encuentros con diversas figuras políticas y relevantes empresarios para conocer de primera mano cuál era la situación de Cuba en esos momentos. Al fin, a media tarde del viernes 15 de febrero Javier Pazos le comunicó que esa noche se dirigirían al este del país. Con el avezado corresponsal de guerra iría su esposa, para desinformar, pues le había dicho a todo el mundo que estaba invitado a una pesquería.

Partieron alrededor de la 10:00 p.m. Al timón iba Lilian Mesa, la dueña del auto. Además de los dos estadounidenses, se enrolaron en el viaje Faustino Pérez y Javier Pazos. Al amanecer del sábado 16 desayunaron en el Gran Hotel de Camagüey. Llegaron sin novedad a Manzanillo a eso de las dos de la tarde. En casa de Saumell se encontraron con Haydée Santamaría, Armando Hart, Vilma Espín y el Flaco, pues Frank y Celia se hallaban en el campamento rebelde.

La pareja de neoyorquinos se quedó descansando en la vivienda mientras Felipe Guerra Matos, atravesando manigua en los tramos finales, marchó en su yipi adonde Fidel, llevando a Hart, Haydée, Vilma y Faustino. Anochecía cuando condujo en su tercer y último viaje a Matthews –Nancie permaneció en Manzanillo–, René Rodríguez y Javier Pazos. Aunque trataba de sortear los saltanejosos del camino, el carro daba brincos desaforados. Cuando miraba de soslayo al estadounidense, este, inmutable, mantenía su pipa firmemente en los labios.

Cercana la medianoche, Guerra Matos detuvo el vehículo, pues había que continuar a pie. Ascendieron por un trillo, en completa oscuridad. Al atravesar Tío Lucas, un arroyuelo de poco calado, el periodista perdió el equilibrio y cayó al agua, pero mantuvo en alto el bolso que llevaba en la mano para que no se le mojara, así como la cachimba en la boca.

A eso de las 5:00 a.m., Juan Almeida los recibió en el campamento rebelde. Según recuerda Guerra Matos, Matthews simpatizó a la primera ojeada con el entonces capitán rebelde. El neoyorquino se echó a descansar bajo una cobija de yaguas. Ya había amanecido cuando llegó Fidel. Vilma y Javier Pazos se aprestaron a servir como intérpretes.

Almeida fue el primero en recibir al periodista en el campamento rebelde. (Foto: AUTOR NO IDENTIFICADO)
Almeida fue el primero en recibir al periodista en el campamento rebelde. (Foto: AUTOR NO IDENTIFICADO)

El diálogo entre el jefe guerrillero y el periodista se extendió hasta poco antes de las 11:00 de la mañana. El Flaco aprovechó para captar varias imágenes de ambos mientras conversaban. Se despidieron cordialmente y Fidel plasmó su firma en la libreta de notas de su interlocutor, quien acompañado por René, Pazos y Guerra Matos emprendió el regreso a Manzanillo. Los estadounidenses marcharon rumbo a Santiago esa misma noche para tomar el avión hacia La Habana. El 19 de febrero estaban de regreso en Nueva York. Por precaución, Nancie llevaba escondidas bajo su faja las notas del encuentro escritas por su esposo.

La primera parte de los trabajos de Matthews apareció el domingo 24 de febrero de 1957 en la primera plana de The New York Times con el título de “Rebelde cubano es visitado en su escondite”, a continuación, el sumario explicaba: “Castro sigue vivo y luchando en las montañas”. En los dos días siguientes se publicaron los restantes textos.

[pullquote_right]La respuesta de The New York Times fue contundente. En su edición del 28 de febrero desplegó la foto captada por René Rodríguez en plena serranía, la cual en pocos días dio la vuelta al mundo.[/pullquote_right]La tiranía reaccionó torpemente. Su ministro de Gobernación, Santiago Verdeja, declaró a la prensa que la famosa entrevista “puede ser considerada como el capítulo de una novela fantástica. El señor Matthews no se ha entrevistado con el referido insurgente […]. Parece ingenuo que, habiendo tenido la oportunidad de penetrar en aquellas montañas y haber sostenido la entrevista, no se hubiera retratado con él para confirmar sus dichos”.

La respuesta de The New York Times fue contundente. En su edición del 28 de febrero desplegó la foto captada por René Rodríguez en plena serranía, la cual en pocos días dio la vuelta al mundo e incluso fue reproducida por diarios cubanos, ya que Batista había levantado la censura de prensa.

Años después, al referirse a este hecho, el propio sátrapa confesaba: “la entrevista, en efecto, había tenido lugar y su publicación trajo considerable propaganda para el grupo rebelde. Castro comenzaba a convertirse en un personaje de leyenda”.

[quote]Leyenda viva que no inventó Matthews, como algunos pretenden afirmar actualmente, sino que se fue forjando en el decurso de la guerra al derrotar con apenas un millar de guerrilleros, poco menos de dos años después, a un ejército de 19 000 oficiales y soldados. De eso no tuvieron culpa los artículos de The New York Times.[/quote]

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Fuentes consultadas

El libro Diario de la guerra, tomo 1, de Pedro Álvarez Tabío. Testimonios recogidos por el colega José Antonio Fulgueira a Felipe Guerra Matos.

 

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