Alejo Carpentier
Alejo Carpentier

La muerte derrotada

En la edición 18 de Bohemia de 1980, Armando Hart iniciaba la sección En Cuba narrando el homenaje póstumo que el pueblo cubano rindiera al escritor Alejo Carpentier, cuyo cuerpo arribó a La Habana el 26 de abril en un vuelo especial de Cubana de Aviación.

Como parte de las páginas dedicadas al eminente intelectual, se publicó el texto que hoy reproducimos:

La muerte derrotada

Por Jorge Timossi (PL) (Especial para BOHEMIA)

Fotos del texto original por Tony Martín, Raul Castillo y AIN.

2 de mayo de 1980

Cuando un creador de la magnitud del cubano Alejo Carpentier muere en la plenitud de su potencia intelectual, en el trabajo diario de la imaginación y la realidad, la muerte está derrotada.

Alejo Carpentier murió así en París: trabajando incansablemente, terminando una nueva novela, revisando la traducción francesa de “La Consagración de la Primavera”, dedicado a asistir diariamente a las jornadas culturales de Cuba que se desarrollan en la UNESCO.

El último día de Alejo Carpentier, ese 24 de abril, puede describirse así:

Se levantó como de costumbre muy temprano, alrededor de las 6 y 30, para sentarse en su escritorio -en cuya biblioteca de madera oscura ya no caben los libros- para continuar escribiendo y revisando su última novela inacabada, la que debía llamarse “Verídica historia”.

Esta obra -cuyo estado avanzado lo demuestran los ya voluminosos manuscritos que dejó sobre el escritorio atiborrado de carpetas- tiene como personaje principal al cubano Pablo Lafargue, casado con la hija de Marx, y que fue diputado en la región francesa de Lille.

En una conversación en su apartamento de la avenida Segur con este periodista, en el preludio de una entrevista que después no pudo ser, Carpentier confió el entusiasmo por esta nueva novela histórica y la riqueza de personalidad y posibilidades de su personaje central.

Al explicar la particularidad de Lafargue, sobre el cual poseía una documentación abrumadora -el novelista acumulaba datos y bibliografía durante lapsos de hasta diez años antes de lanzarse a escribir la primera línea- habló calurosamente de la neta cubanía del personaje y de los gustos más íntimos que así la revelan.

En la mañana del día de su muerte Carpentier entregó al escritor argentino Jorge Bianchotti, para su publicación en el semanario parisino “Le Nouvel Observateur”, un artículo dedicado al centenario de la muerte de Gustabo Flaubert, que se conmemora el próximo 8 de mayo.

En este artículo, la siempre sorprendente erudición de Carpentier, revela la rápida difusión de la obra del gran novelista francés en el mundo hispánico, debido fundamentalmente al gran crítico, poeta y patriota cubano José Martí, a quien Carpentier sitúa como “el espíritu más universal del siglo XIX latinoamericano”.

En este artículo póstumo que será publicado la próxima semana, el novelista cubano pone de relieve un hecho que considera misterioso: de dónde, cómo obtuvo José Martí en Nueva York, la información necesaria para publicar un largo estudio sobre Flaubert y su novela “Bouvard el Bouchet”, sólo dos meses después de la muerte del escritor francés y cuando esa obra no apareció en volumen más que un año después de su fallecimiento.

Pero en ese mismo día Alejo Carpentier también terminó otro trabajo minucioso y cansador: la revisión de la traducción francesa, para la casa editora “Gallimard”, de una de sus dos últimas novelas publicadas: “La Consagración de la Primavera”.

El sobre abultado con sus observaciones a esta traducción quedó sobre la mesa de la pequeña sala donde Alejo y su entrañable esposa Lilia acostumbraban a recibir, a la espera de que vengan a buscarlo, listo para la impresión.

Pero sobre esta mesa quedaron además otros signos de trabajos literarios, de amistad, de esa fusionada identidad, de la cual supo él también ser gran maestro, entre cultura y revolución: sobre esta mesa de vidrio quedaron tres libros aparentemente disímiles, pero que a lo mejor hacen parte de un mismo cuerpo, de un mismo sentido: dos ediciones extranjeras de su “Concierto barroco” y de “Peña pobre”, último libro del escritor cubano Cintio Vitier.

Las dos ediciones de “Concierto barroco” son extraordinariamente diferentes en su estructura y latitud: una es muy pequeña, delgada y cuidada -una edición en japonés-, mientras que la otra es un magnífico tomo, con la numeración tres, en papel especial y con grabados bellísimos, edición lujosa en francés de “Los Bibliófilos de París”.

La edición cubana de “Peña pobre”, contiene una dedicatoria al amigo cubano, de Cintio Vitier y su esposa, la también escritora Fina García Marruz. Ambos fueron esa misma noche a cenar y conversar con Alejo y Lilia al apartamento del quinto piso de un edificio de la avenida Segur, casi frente por frente a la sede de la UNESCO, donde Carpentier, Vitier, Fina y Lilia participaban en las jornadas cubanas.

Vitier y su esposa fueron las últimas personas que hablaron con Carpentier esa noche. El novelista cubano asistió a la conferencia que Vitier había ofrecido un día antes en la UNESCO y en la que este explicó las raíces étnicas y estéticas de la cultura cubana.

En esa ocasión, la figura alta y un tanto encorvada de Carpentier -enfundado en su viejo sobretodo- se acercó a felicitar a Vitier, un especialista, como él, del pensamiento y la obra martiana, y poco después fue abrumado por jóvenes que le pedían autógrafos.

Carpentier estuvo presente desde la apertura de las jornadas culturales de Cuba en la UNESCO el lunes pasado, las que seguirían desarrollándose hasta el martes 29, normalmente y como un homenaje más a su memoria.

En la noche anterior a la de su fallecimiento asistió, siempre con Lilia, al concierto ofrecido por el joven saxofonista cubano Miguel Angel Villafruela. Ya era cerca de la medianoche, se le advertía cansado, pero Carpentier se quedó en la sala hasta poder decirle a este nuevo artista, con su inapreciable visión de profundo conocedor musical: “has tocado maravillosamente. Tú serás un gran solista”.

Villafruela no podrá contar ahora con las sagaces indicaciones del maestro, con las mismas que tanto le sirvieron al pianista cubano Jorge Luis Prats, un joven que ya tiene merecido nombre internacional, y a quien Alejo y Lilia quisieron como a su hijo.

Después de que se retiraron Cintio Vitier y su esposa del apartamento, Carpentier se acostó y Lilia se demoró un tanto en la sala. El ruido que hizo el escritor al levantarse nuevamente, y principalmente la increíble y siempre sostenida intuición de su gran compañera –“mi principal crítico” dijo él una vez en España en una conferencia de prensa, cuando le otorgaron el premio Miguel de Cervantes y Saavedra- hizo que Alejo expirara en el abrazo de Lilia.

Y la inconclusa “Verídica historia” no iba a ser tampoco la última novela de este escritor, de este revolucionario, que con su ímpetu creador derrotó la muerte. Ahí quedan en la biblioteca cantidades increíbles de documentación y quizás hasta apuntes de la próxima obra, siempre la próxima, inagotable, variada, sorprendente, extraordinariamente viva.

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3 comentarios

  1. Sobrecoge releer este vívido testimonio de un grande del periodismo sobre las últimas horas de un gigante de la cultura. Timossi es de los imprescindibles que no se van nunca, y Carpentier, inagotable en su obra monumental, infinito en su vida excepcional, creciendo siempre hacia el futuro.

  2. Por Dios, ¡qué dúo, Timossi y Carpentier! gloria eterna a ambos, y gracias, Bohemia, por rescatar esta crónica para disfrute de las nuevas generaciones, que conozcan de la cubanía de Alejo…

  3. Genial esta cronica que merece estar publicada aqui para nuestra memoria. Alejo nos sigue acompañando, su legado ennoble nuestra cultura.

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