Obra del artista de la plástica Alberto Moran. / Tomada de Cubaperiodistas.
Obra del artista de la plástica Alberto Moran. / Tomada de Cubaperiodistas.

Banalidad y oropel en torno al Apóstol

Una loable iniciativa del Grupo Literario de Manzanillo y la revista Orto devino con el paso de los años, en algunos lugares de Cuba, pretexto para festejar sin recato. La campaña en pos de abolir esas cenas, y también las agotadoras marchas escolares, enfrentó discrepancias


Concluyó el tiempo para las apologías y las objeciones. Es hora de decidir. En La Habana los asistentes al V Congreso Nacional de Historia se encuentran a punto de aprobar una resolución que generará un gran revuelo y dividirá a la opinión pública. ¿Están conscientes de ello o confían en que el prestigio de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales y de su creador, Emilio Roig de Leuchsenring, quien suscribe la moción, será aval suficiente?

Pese a las dudas de algunos, los argumentos favorables terminan por prevalecer. Y en el acta del encuentro se consigna: “Recomendar que se sustituyan las llamadas ‘Cenas Martianas’, que se celebran en la víspera del aniversario del nacimiento de Martí, por actos puramente patrióticos y culturales de evocación espiritual; y solicitar de las autoridades de la República su cooperación a este fin, y especialmente del Ministerio de Educación, del Estado Mayor del Ejército y de la Jefatura de la Policía Nacional, que se dejen sin efecto las circulares o disposiciones estableciendo cenas martianas en las escuelas públicas, en los cuarteles y en las estaciones de policía”.

Foto./ Archivo de BOHEMIA.

Por ulteriores declaraciones de Roig, publicadas en El Mundo el primer día de 1947, sabremos que hubo al menos cierto debate y que “se citó a Manzanillo […] por el hecho de haberse iniciado allí la celebración de la ‘Cena Martiana’, y para elogiar la loable intención de sus fundadores, lo mismo que se mencionó también que en muchos otros lugares […] había continuado efectuándose con dignidad y fervor, lo cual implicaba un elogio a quienes en esa forma habían conservado el carácter original de la conmemoración”.

La instantánea muestra una sesión del V Congreso Nacional de Historia, en noviembre de 1946. / repositoriodigital.ohc.cu

La aclaración pretendía atajar lo que el redactor, alineándose con la perspectiva del Historiador de La Habana, denominó “una interpretación equivocada”, la cual había desencadenado en tierras artemiseñas –según el telegrama remitido por el corresponsal del diario en esa localidad de Pinar del Río– la “pública protesta contra la injusta generalización del Congreso de Historia”.

El enfrentamiento entre defensores y detractores de la propuesta se caldeó en el país durante enero, prosiguió en febrero y más allá. Menudearon los términos frivolidad, deformación; algunos politizaron el problema. Hubo frases despectivas y disculpas. El reproche se extendió a los desfiles infantiles que tenían lugar el 28 de ese mes. En respuesta…

Un momento, vayamos al principio y sigamos paso a paso, si queremos entender las razones de Roig y de sus oponentes.

A comer, a gozar, por el Héroe Nacional

Desde 1926, por iniciativa del Grupo Literario de Manzanillo y Juan Francisco Sariol, director de la revista Orto, se instauró allí la costumbre de rendir cada año con una cena respetuoso homenaje a José Martí, la noche previa a la fecha en que naciera el prócer. Esa práctica se extendió a lo largo del país. Pero al transcurrir el tiempo, en múltiples sitios la intención patriótica retrocedió a un plano secundario.

El Grupo Literario de Manzanillo defendió las cenas que organizaba desde 1926 con el propósito de honrar a José Martí. / crisol.cult.cu

Y ganaron terreno las ferias comerciales, las bebidas alcohólicas, las comilonas. Podemos imaginar llamados al estilo de: Puerco asado para chuparse los dedos, pruébelo y verá… Aproveche y compre, con rebaja, la mejor cerveza de Cuba… Casquitos que endulzan hasta la noche más triste.

Al decir de Roig, la evocación había degenerado “en jolgorio más o menos vulgar”; y “aunque se efectúe con el respeto que cabe […] no es mezclando el goce material […] al recuerdo de una fecha de tan alta significación en la historia de Cuba que mejor podía conmemorarse el nacimiento de aquel cuya vida fue, ante todo, sacrificio y dolor por la creación de la patria. Comiendo y bebiendo no es, por cierto, como mejor puede honrarse a Martí”.

Roig encabezó la campaña para eliminar el jolgorio irrespetuoso en torno al Héroe Nacional de Cuba. / Archivo de BOHEMIA.

Apenas concluida la reunión de los historiadores, se echó a andar una sostenida campaña a favor de la solicitud. El 17 de noviembre de 1946, El Mundo divulgó una nota acerca del acuerdo; esta especificaba que, si bien era de alabar el comportamiento de los participantes en Manzanillo, Pinar del Río y otras localidades, en general el proceder en las festividades de ese tipo no era correcto.

Inmediatamente reaccionó el grupo Orto, el cual se defendió en la revista homónima. Por su parte, la Asociación de Periodistas y Escritores de Artemisa despachó una carta al citado periódico y a sus colegas El País, Avance, Diario de la Marina, Información, Mañana, El Crisol y Prensa Libre, asimismo fue divulgada por la emisora radial RHC Cadena-Azul; en la misiva reconocía los fundamentos de quienes refrendaron el acuerdo, pero recalcaba que sus cenas respetaban la dignidad con que debía recordarse al Apóstol.

Como secretario general del V Congreso, Roig no se limitó a escribir artículos para varios órganos de prensa, sino que hizo circular un documento en el cual recababa firmas para impulsar lo acordado. Obtuvo “más de un centenar”, según informó El Mundo el 14 de enero. Contó con el apoyo de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano, directivos de la Educación Pública y de otras instituciones, miembros del Ejército Libertador, hijos de veteranos, escritores martistas, historiadores, profesores y artistas.

Jorge Mañach también aprobó la convocatoria. En su sección Glosas, del Diario de la Marina, consideró las cenas “una rutina expuesta a frívolas deformaciones”; y polemizó con Manuel Bermúdez Oliver, de Orto.  

Cuando publicó en el semanario Carteles, el 16 de febrero de 1947, el texto La modificación de las cenas martianas, Roig de Leuchsenring consideraba que el esfuerzo estaba rindiendo frutos, pues, además de la adhesión al manifiesto, en la práctica: “Se han sumado, siguiendo la orientación de las altas autoridades escolares de la Nación y el Municipio de La Habana, las escuelas públicas nacionales y municipales y numerosos profesores universitarios y de los Institutos de Segunda Enseñanza y de las Escuelas Superiores y especializadas, y profesores y alumnos de la Escuela Nacional de Periodismo; logias masónicas; los sindicatos del Proletariado de toda la República. De todos estos organismos, muchos jamás habían acudido al comer y beber para honrar a Martí y otros convirtieron las ‘cenas’, que se celebraban dignamente, en actos de pura recordación y exaltación patriótica.

“Las fuerzas armadas de la República –Ejército, Marina, Policía– unánimemente dejaron sin efecto las disposiciones reguladoras de la celebración de las ‘Cenas Martianas’, suspendiéndolas las dos últimas y sustituyéndolas el Ejército por veladas de carácter cultural en todos los puestos militares, con panegíricos del Maestro, poemas y otros números análogos ‘en que se manifieste recordación devota de Martí y exaltación ejemplar de sus virtudes’”.

Asunto zanjado, ¿verdad? Nada de eso. Hubo ayuntamientos que se negaron a implementar la modificación. Y aunque atrás quedaron las críticas y disculpas de Noticias de Hoy, a las que el Historiador de La Habana respondió, el debate continuó en BOHEMIA, hasta junio, entre Mañach, el escritor manzanillero Manuel Navarro Luna y Roig.

Este texto, del 18 de mayo de 1947, formó parte de la controversia sostenida en BOHEMIA entre Jorge Mañach, Manuel Navarro Luna y el Historiador de La Habana. / Archivo de BOHEMIA.

Contrastes penosos

Incentivado por la campaña en pos de abolir los homenajes desvirtuados e implantar los de verdadera correspondencia con el espíritu martiano, El Mundo sacó a la palestra la idea de suprimir la participación de los niños, sobre todo los más pequeños, en las extenuantes marchas cívicas que se realizaban los 28 de enero.

Si bien estaba prohibida la presencia de estudiantes menores de 12 años, la norma no se cumplía y en representación de sus colegios pasaban horas bajo el sol. Los de familias pobres a menudo carecían de alimentos y de zapatos apropiados. Un redactor del periódico observó durante esa jornada de 1947: “Desde las siete de la mañana, en que formaron muchos escolares, hasta las 3 p.m. hicieron la marcha con lento caminar y cansonas paradas. Algunos, rendidos, tuvieron que ser retirados por las ambulancias de socorro”.

De acuerdo con Emilio Roig de Leuchsenring, quien envió una carta al director del rotativo, el criterio del editorialista coincidía con la de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos Internacionales, la cual opinaba, además, que “estos desfiles, tachados ya del comercialismo de la peor especie […] se han convertido en competencia de lujos y vanidades, en que, por necesidad resultan dolorosamente vencidos los niños de nuestras escuelas públicas”.

Con la exhortación concordó Arturo Roselló, periodista del Diario de la Marina. Sin embargo, la sugerencia no prosperó en ese momento. Todavía en noviembre de 1948 el VII Congreso Nacional de Historia, que sesionó en Santiago de Cuba, abogaba por ponerla en práctica.

Entonces, Aureliano Sánchez Arango, ministro de Educación, accedió a tomar en cuenta el reclamo. Y Roig, en una carta del 11 de diciembre, le agradeció su decisión de “suprimir, desde el próximo año, los Desfiles Martianos en la forma censurable que se venían realizando, y su sustitución por otros actos escolares más adecuados”.

Desfile martiano, 28 de enero de 1940. / Archivo de BOHEMIA

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos