Foto./ Leyva Benítez.
Foto./ Leyva Benítez.

Cada paso vale

Contar con aulas donde primen las relaciones fraternales y no haya el menor resquicio para la agresividad y el menosprecio es una aspiración en buena parte del orbe, sin olvidar a Cuba


Por estos días ha tenido lugar en La Habana el III Congreso Internacional de Secundaria Básica, entre sus temas se incluyó la incidencia del acoso escolar. Semanas antes, el primer jueves de noviembre, se había celebrado mundialmente una jornada, establecida por la Unesco, contra la violencia y el acoso en la escuela. Tal cuestión preocupa y ocupa no solo a los padres, alumnos y educadores, también a otros profesionales.

Pesquisas efectuadas en centros escolares cubanos de nivel medio (sus resultados se presentaron durante el reciente Simposio por el aniversario 40 del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas) han concluido que –si bien a escala menor que en otras naciones–, en ellos ocurren las mencionadas conductas nocivas, a menudo vinculadas con el rechazo a lo diferente. Su reproducción se ve favorecida por la pasividad de los espectadores y de no pocos profesores, así como un proceso de habituación (se llegan a considerar algo natural, propio de la edad), el cual lleva a obviar la necesidad de prevenir las actitudes violentas.

Indagaciones realizadas a lo largo de las dos últimas décadas en Cuba por distintas entidades, como el Instituto de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona y disponibles en sitios web de corte académico, reiteran que dichas posturas se han observado en escuelas de arte, de iniciación deportiva y de enseñanza general.

Idaliana Aleaga (graduada de Psicología, en la Universidad de Oriente, máster en Ciencias Sociales y estudiosa del pensamiento martiano) ha profundizado igualmente en las dimensiones del problema y propone una estrategia para enfrentarlo.

Según explica, a partir de las anteriores evidencias, a mediados de 2022 condujo en el Centro de Servicios y Capacitación Lavastida, donde atiende el área de familia, un seminario nombrado Aprendiendo a vivir sin bullying. “Participaron niñas y niños de algunas escuelas primarias de Santiago de Cuba. Allí emergieron muchas narrativas asociadas al acoso. Los pequeños reconocieron acciones intencionales como las burlas, la ridiculización, la humillación”, puntualiza.

Lo más alarmante no es que sucede con mayor frecuencia de lo imaginado, sino “las consecuencias negativas que genera en el desarrollo de la personalidad: deserción escolar, depresión, aislamiento, somatización de enfermedades, tristeza, irritabilidad, insomnio y hasta ideaciones suicidas”.

La propuesta transformadora de esta psicóloga imbrica enseñanzas de la educación popular, la pedagogía de la ternura, la literatura, la narración oral y el ideario de José Martí. La primera es “una corriente educativa y política que encuentra en Paulo Freire a su máximo exponente y trata de promover prácticas emancipatorias”.

Mediante la narración de cuentos –en este caso estaría a cargo de los maestros y educandos–, resulta posible suscitar alertas e intentar la modificación de comportamientos inapropiados, sostiene Aleaga. La prosa martiana, plena de espiritualidad, es perfecta para esos objetivos.

Foto./ juventudrebelde.cu

“En La Edad de Oro encontramos relatos como Meñique, con el episodio donde los hermanos se burlan del protagonista, y Cada uno a su oficio, fábula en la cual la ardilla responde de manera brillante a la engreída montaña: ‘Difieren los talentos a las veces:/ Ni yo llevo los bosques a la espalda,/ ni usted puede, señora, cascar nueces’».

Un texto útil para instar a romper el silencio de los compañeros de aula que son testigos del acoso, pero no dicen nada por temor, sería El Padre Las Casas, pues en él Martí resalta la valentía con que el sacerdote denunció los malos tratos contra los nativos del llamado Nuevo Mundo.

Entre los escritores contemporáneos cuyas obras inducen a aceptar las diferencias y reflexionar en torno a actos ofensivos, excluyentes, Idaliana Aleaga destaca a Enrique Pérez Díaz. “El libro Monstruosi me encantó. Lo elegí, además, por la cubanía del autor, es bueno fomentar nuestra identidad”.

Foto./ ruthtienda.com

Con los pies bien puestos sobre la tierra, la joven reconoce que no bastan los intercambios literarios cuando se trata de abolir una forma de actuar que refleja en el entorno docente procederes enraizados en parte de las familias, los barrios, otros ámbitos. Se precisan políticas públicas específicas y la labor mancomunada de múltiples instituciones y agentes sociales.

“Realmente es difícil desarticular las bases del acoso; sin embargo, podemos dar ciertos pasos. Yo creo en las utopías, en la fuerza dinamizadora de la cultura; y como decía José Martí, tengo fe en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud”.

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos