¿Con qué alias cubrió Ernesto Guevara su identidad?

El primer guerrillero de la Sierra Maestra ascendido por Fidel a Comandante, el legendario médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, tuvo 26 nombres mágicos durante toda su arriesgada y singular vida, desde muchacho hasta que fue asesinado por orden de la CIA en La Higuera, el 9 de octubre de 1967


Se vuelve hacia mí”, contó de una conversación con el Che la poetisa argentina María Rosa Oliver, y pregunta si he leído algo de lo que él ha escrito. Me dice que le gustaría saber qué le parece y me entrega un pequeño libro. Al agradecerle Pasajes de la guerra revolucionaria, y la dedicatoria, le pregunto cómo debo llamarlo. Entonces me responde que como quiera, menos doctor”.

Justamente “como quiera, menos doctor” fue llamado Ernesto Guevara o decidió llamarse mediante más de veinte curiosos sobrenombres.

Siendo muy niño sus padres le llamaron Teté, en tanto a su tía paterna Beatriz, en cartas durante más de tres décadas, le pone al final: T.T. Así firma, ya siendo un  adulto;  los servicios de inteligencia del enemigo no lo descubren.

A sus progenitores les dice en una tarjeta postal en diciembre de 1956: “Feliz Año Nuevo. T.T.está perfectamente bien”. Luego, desde la Sierra Maestra, el último día de ese año: “Sigo trabajando en lo mismo, confíen en que Dios sea argentino. Un abrazo a todos, Teté”.

Cuando su abuela le dice a su amigo Alberto Granados “mi Alberto” y Ernesto comienza a nombrarlo Mial, contracción de esas dos palabras., aparece ese otro seudónimo para su compañero.

Precisamente Granados, una vez le dijo a sus amigos que había llegado hasta ellos “el furibundo Serna”, de forma que surge otro alias para Ernesto: Fuser.

Estudiando Medicina en Buenos Aires, como no emplea guantes para andar con los cadáveres, ni siente asco alguno, le llaman Chancho, sinónimo de puerco. Él se ríe de ello y entonces de ese modo firma artículos en la revista deportiva Tackle.

Figueroa, amigo de su padre, supo que a este no le gusta que a su hijo lo llamen así, por lo que cuando lo ve venir expresa entre sus compañeros en voz baja: “Ahí viene el Chancho padre”. Ernesto se entera de eso y está una tarde entera riéndose.

Con ese nombre firma una carta que le manda a su mamá, el 28 de enero de 1957. Además, escribe artículos en la propia revista Tackle y los firma también como Chang-Cho, aparentando ser un periodista chino.

En unas líneas a su mamá, desde Guayaquil, Ecuador, el 21 de octubre de 1953, le envía “Sustancioso abrazo del Primogénito caminador, hasta nuevas noticias”.

En otra ocasión de estancia en Ciudad de Guatemala, el 7 de agosto de 1954, le dice al final de la carta: “Hasta la próxima (con noticias de la semana exclusivamente). El Caminante”.

El Comandante Guevara con el alias de Tatu en el Congo. / Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos.

Poco después, desde México, el 17 de junio de 1955, le expresa: “no cumplís en vano, pues agregado a las monaditas burocráticas que pariste, lanzaste al mundo un pequeño Profeta ambulante, un beso y un abrazo grandote del Primogénito ambulante”.

En septiembre de 1956 concluye así otro mensaje a la madre: “Vieja, un gran beso de tu Hijo clandestino”.

Pasados dos años, el 21 de abril de 1958, le escribe al Comandante Camilo Cienfuegos, su gran hermano del Granma y de la Sierra: “He aprendido en libros viejos, / donde tratan el destino / que no se llega más lejos / si yo voy detrás, cretino. M.I.O”.

El Comandante Manuel Piñeiro Losada (Barba Roja), refiriéndose a un compromiso del Che en los primeros meses de 1959 de prestar ayuda internacionalista a los hermanos nicaragüenses, menciona una carta que Guevara envía a los nicas y que firma: El que te ayuda.

Por otra parte, distintos trabajos que el comandante publicó en la revista Verde Olivo,en los primeros años de la Revolución, los firmó El Francotirador.

Amante extraordinario del ajedrez, criticó amigablemente en una ocasión a José Luis Barreras por los fáciles problemas que publicaba en su sección Ajedrez, del periódico Revolución; el 9 de octubre de 1961 Barreras publicó un difícil Mate en 3 dedicado al Comandante Ernesto Guevara. A la semana recibió una respuesta correcta firmada por Incógnito, que coincidió con una llamada telefónica del Che.

Vinculado estrechamente a la guerrilla de la selva argentina de Salta, dirigida en 1963-1964 por su coterráneo Jorge Ricardo Masetti, con el sobrenombre de Segundo, aludiendo a don Segundo Sombra, él adopta el de Martín Fierro, refiriéndose al libro del célebre gaucho.

Cuando en abril de 1965 parte desde La Habana por vía aérea hacia el Congo, su pasaporte dice que es Ramón Benítez. El 19 de ese mes, ya en la selva africana, utiliza un diccionario de swahili-francés y decide los nombres de guerra que llevarán sus más cercanos compañeros. A Víctor Dreke le asigna el número uno, que se pronuncia Moja; Mbili, que significa dos, será José María Martínez Tamayo, y Tatu, el número tres, él.

Ese año, el 28 de diciembre, viaja a Checoslovaquia con el pasaporte 114145/65 a nombre de Raúl Vázquez Rojas, hijo de Juan y Marta, y de profesión carpintero.

El 19 de julio de 1966 se traslada en tren de Praga a Viena en el vagón 181, asiento 22, con el pasaporte No. 130748, a nombre de Ramón BenítezFernández. Lo acompaña Alberto Montes de Oca, que ocupa el asiento 24. El comandante había llegado días antes (el 14 julio) a la capital checoslovaca con un  pasaporte cubano a nombre de Rafael Álvarez Hernández.

Irreconocible se presenta el octubre de 1966, en San Andrés, cerca de Viñales, Pinar del Río, donde se reúne con un grupo de combatientes que se preparan para salir de la patria a un nuevo combate internacionalista. Lo presentan como un gallego llamado Ramón.

Ese mismo año, pero el 23 de octubre, sale de Cuba con el pasaporte diplomático 479/66 a nombre de Luis Hernández Gálvez, funcionario del Instituto Nacional de Reforma Agraria.

Días más tarde, viaja en tren a Viena con otro pasaporte, ya convertido en el comerciante uruguayo Adolfo Mena Gonzálezy más tarde se dirige a Bolivia, vía Brasil, como un enviado especial de la OEA que estudiará las relaciones económicas y sociales que regían en el campo boliviano.

El general de brigada Harry Villegas (Pombo), en su libro sobre su campaña con el Che en Bolivia, afirma que el 7 de julio de 1967 el ejército captura a exprisioneros de la guerrilla e informan el nombre del jefe: Fernando.

El héroe que el cercano día 14 de junio cumpliría 95 años de nacido, había cambiado su apelativo de Ramón por el de Fernando el 22 de abril de 1967 en la unión del río Mosquera con el río Oscura, en el caserío de Moroco, a sugerencia de Rolando (Eliseo Rodríguez Reyes, el capitán San Luis), luego de haberse enterado de que el ejército conocía que los guerrilleros eran comandados por Ramón.

El propio Guevara anota el 3 de octubre de ese año en su Diario de campaña: “La radio trajo noticias de dos prisioneros, ambos dan abundantes noticias de Fernando”. Claro que a ese nuevo modo de llamarlo se le agrega un apellido y surge otro término encubridor. Al respecto el jefe guerrillero consigna en sus anotaciones: “Después de dos días de profusas extracciones dentales, hice famoso mi nombre de Fernando Sacamuelas []”.

Mas la historia lo conoce sobre todo por un apodo tan breve y tan porteño como el tango: Che, palabra muy usada en Argentina, interjección que sirve a los argentinos para expresar alegría, dolor, admiración y para llamar a una persona que tratamos de tú, sin decirle el nombre. En el caso de Guevara, se convierte en un célebre sustantivo.

El 15 de julio de 1956, por ejemplo, la mamá recibe una carta suya donde aparece como firma, precisamente, ese otro término mágico. Por primera vez lo utiliza como alias. El concluye la misiva: “Vieja, te besa y te promete su presencia, si no hay novedad, tu hijo el Che”.

Tres años más tarde, en una esquela escrita en 1959 a su amigo Fernando Barral, le dice: “Recibe el abrazo fraterno del Che, que tal es mi nuevo nombre”.

Entre los primeros cubanos que lo conocen figura Severino Rosell González, Vero, jefe de una célula del M-26-7 de Artemisa, exiliado desde noviembre de 1953 en Costa Rica en unión de otros cuatro moncadistas. Ellos son los primeros que conversan con el joven Guevara, en junio de 1954. Después de agosto Ernesto pasa en tren a Guatemala. A Vero se debe este testimonio:

“Nos dijo que nos acordáramos del Che, porque ya era la forma en que siempre lo llamábamos. Se lo pusimos nosotros, los cubanos”.

Los argentinos toman la palabra che de los indios guaraníes, con la significación de mío. El gran escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964) escribe una vez: “Che Guevara le llama el pueblo que ignora que quiere decir Mi Guevara”.

Una persona del pueblo quiere saber por qué rubrica de tal modo los billetes de banco y le responde: “Lo hago porque durante la guerra firmé de esa forma todos los papeles y así, cuando los compañeros de aquellos tiempos vean mi firma, se pondrán contentos de reconocerla y yo compartiré con ellos esa sana y modesta alegría”.

Entonces, cuando parece que va a ser ese del Che su último seudónimo, surge uno nuevo –ya no escogido por el propio comandante– el 14 de junio de 1993, cuando se cumplen 65 años de su natalicio (1928): los Callahuayas, sacerdotes de la cultura inca, en Bolivia, otorgan póstumamente al Guerrillero Heroico el nombre de Tercer Malco.

Para los bolivianos, Malco en quechua es Cóndor, el ave más sagrada, más poderosa, la más audaz, la que vuela más alto. Primer Malco llaman a Tupac Catari y Segundo Malco a Tupac Amaru, los dos luchadores contra los invasores españoles.

En fin, los cerca de 30 sobrenombres que tuvo el Comandante Ernesto Guevara de la Serna confluyen perfectamente en el Che que habita para siempre en nuestros corazones y que ya sabemos con alegría que quiere decir Mi Guevarao simplemente Mío. Y ese Mío murió siendo también cubano.

Fuente consultada:

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El libro inédito: La selva en la mochila, del autor de este trabajo.


CRÉDITO PORTADA

Acompañando a Fidel en la Sierra Maestra, ya con su legendario pseudónimo del Che. / Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos.

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Un comentario

  1. Interesante, verdaderamente interesante, una gran reseña histórica digna de conocerse. En todo caso: ¡Viva por siempre el Che!

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