Covid-19: rapsodia orate para orquesta de cuerdos

“Evita complicarte con la covid-19. No fumes”. Este mensaje reza en el reverso de las cajetillas de una marca de cigarrillos cubana, justo en el espacio tradicionalmente dedicado a desestimular el nocivo vicio, con alertas sobre las posibles consecuencias de padecer cáncer, perjudicar la gestación en las mujeres y otros riesgos.

Es este, desde luego, un noble llamado a la abstención al consumo de tabaco y es tal vez efectivo si ya se está contagiado. Pero si se es fumador de larga data, las comorbilidades adquiridas por la nicotina ya estarán complicando a cualquier paciente relacionado con las vías respiratorias. Si bien siempre estaremos a tiempo para desistir del acto de la fuma, en el caso mencionado será muy tarde.

El SARS-CoV-2, claro, parece encajar en la eterna cruzada contra la práctica de ensuciar pulmones. ¿Y por qué no usarlo, si hasta ha servido de armamento en la guerra contra la multipolaridad?

Digamos que la angustia por la pandemia brinda suficientes temores a la humanidad como para utilizarse en todo tipo de campañas, algunas con insuficiente sabiduría y otras, seudocientíficas. Si un marciano leyera nuestros medios, no podría explicarse cómo es que siempre aparece morbosamente un nuevo y oscuro criterio –democratizado, por cierto– que intenta enmarañar más la crisis.

En vez de espantarla, la queremos, pensaría el marciano mientras sube de volumen el coro de Queen en Bohemian Rhapsody, que responde a Freddy Mercury: “¡Bismi llah, no te dejaremos ir!”

Como si no fuera suficiente la nueva ola de contagios de covid-19 (algunos países contabilizan hasta seis crestas en poco más de dos años), nuevos sustos comienzan a rodar. El actual caos desatado por la variante ómicron del virus –más contagiosa, aunque con síntomas más leves y menor letalidad–, pudiera quedar chiquito.

Según se echó a rodar en Internet a finales de enero, un nuevo tipo de coronavirus ha aparecido con suficientes bríos como para matar a una de cada tres personas infectadas. El germen, llamado NeoCoV, se descubrió en Sudáfrica entre murciélagos y posiblemente podría ingresar a las células humanas. Los informes de noticias aparentemente se basan en un trabajo de investigación hecho en Wuhan, China, que aún no ha sido revisado por sus pares.

Sin embargo, hay poca conexión entre el artículo y las inferencias noticiosas. “Totalmente desproporcionado”, rabió un sesudo.

Es cierto que existe un virus NeoCoV; de hecho, se encontró en una población de murciélagos en Sudáfrica… pero hace ya tiempo.

¿Un nuevo pirata microscópico?

NeoCoV se parece mucho al coronavirus que causó el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), identificado por primera vez en 2012, en Arabia Saudita, y luego expandido por varios países del Oriente Medio. Por provocar síntomas parecidos, los primeros informes compararon al coronavirus causante del MERS con otro responsable del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS).

Este último (detectado a finales de 2002 en China y muy pronto propagado por el sudeste asiático y algunas naciones europeas y de América, así como Sudáfrica) consiguió más contagios que MERS, mas ni en broma se acerca a la cantidad acopiada por la covid-19.

Como preámbulos epidemiológicos, SARS y MERS dejaron en herencia, para la enfermedad actual, no pocas investigaciones adelantadas, entre estas algunas sobre vacunas que se reconfiguraron, se concluyeron y ya están disponibles para inmunizar.

En su más reciente estudio, los investigadores chinos encontraron que los receptores de murciélago utilizados por el NeoCoV eran similares a los que utiliza el SARS-CoV-2 para infectar a los seres humanos. Punto. Todo lo demás es pura extrapolación.

NeoCoV, como se ha desmitificado, es un virus antiguo estrechamente relacionado con el coronavirus de MERS, que ingresa a las células a través de ciertos receptores, específicamente los DPP4 2. NeoCoV, por su parte, puede usar los receptores ACE2 de los murciélagos, no así los ACE2 humanos, a menos que ocurra una nueva mutación. Lo demás, no dude, es exageración.

Hasta ahora, NeoCoV se ha encontrado solo en murciélagos y nunca infectó a un ser humano. Por tanto, hoy no tiene potencial para matar a ninguna persona. Semejante mortalidad –de uno por cada tres humanos– solo puede especularse por ser un pariente muy cercano del coronavirus MERS, cuya familia biológica más amplia, llamada merbecovirus, tiene una alta tasa de letalidad de aproximadamente 35 por ciento, según el artículo de investigación.

“MERS fue aún más mortal y pasó a los humanos; sin embargo, no condujo a una pandemia. No todo lo que salta se convierte en pandemia. Es importante que continuemos con la vigilancia de los patógenos zoonóticos. Es bueno estar al tanto, pero nada de qué preocuparse”, comentó el doctor Anurag Agrawal, director del Instituto de Genómica y Biología Integrativa, en India.

Agrawal recordó que una de las dos líneas iniciales del SARS-CoV-2 –la mutación D614G– fue la causante de que este virus haya llegado tan lejos. De no haber ocurrido esa alteración, “esta pandemia habría tomado un camino muy diferente”.

Aun así, los científicos afirman que no existe amenaza de que NeoCoV salte de murciélagos a personas. Al menos al experimentar en sus laboratorios, el virus no pudo ingresar de manera eficiente a los receptores humanos.

Refieren diversos investigadores, no obstante, que si saltara este virus a los humanos no tendría nada de especial. Tiene tantas posibilidades como mismo lo hicieron otros virus de murciélagos, entre ellos el Nipah, causante de la encefalitis. Hay muchas infecciones en animales, mas no todas pasan a humanos y tampoco hay forma de predecir nada, aun cuando se prevén más contagios en el futuro con el aumento del contacto entre ambos grupos.

Algunos se han aventurado a decir cuáles son las probabilidades de que NeoCoV decida ir al abordaje del navío humano al pairo, a fin de piratear las células de sus bodegas. Para el doctor Jayprakash Muliyil, presidente del Comité Asesor Científico del Instituto Nacional de Epidemiología, de India, estas son de 0.001, “lo que estadísticamente significa… improbable. Vivimos con tantos patógenos; no hay necesidad de preocuparse. Solo es bueno para aquellos que quieren asustar a la gente”.

“Gripalización” de la covid

¿Cómo es posible que 13 mutaciones, las cuales deberían haber impedido la supervivencia de ómicron, se pusieron a trabajar juntas para hacerla más fuerte y más infecciosa? Esta pregunta tiene sin dormir a los científicos, en particular a los biólogos evolutivos.

Cuando la pandemia por covid-19 parecía iniciar su fase crepuscular gracias a la batería de vacunas que inmunizaba a millones de habitantes, la nueva variante, detectada en el sur de África en noviembre pasado, se expandió hacia todas las picas de la rosa náutica como si siguiera el guion de un film del director bosnio-serbio Emir Kusturica: crudo y mágico, trágico y cáustico.

A pesar del audaz salto evolutivo de ómicron (las variantes anteriores se diferenciaban de la versión original surgida en Wuhan por una o dos docenas de mutaciones), los estragos que provoca no llegan a intimidar como su fatal antecesora delta y otras.

Al parecer, la principal causa radica en su diferente dominio de fusión. En lugar de fusionarse ómicron con la membrana de la célula, como hacían las variantes previas, ahora todo el virus es engullido por una especie de coladera celular, que se agarra para formar una burbuja dentro de la célula. Una vez que el virus queda atrapado dentro de la burbuja, puede abrirse y liberar sus genes.

De tal suerte, las células de las vías respiratorias superiores pueden tragarse con facilidad a ómicron en burbujas (de ahí su alta contagiosidad). Sin embargo, en las profundidades de los pulmones, donde la covid-19 puede causar daños mortales, los coronavirus necesariamente tienen que fusionarse con las células y en esto, a pesar de todos los sustos publicitados, la nueva variante no es buena.

Tal “benevolencia” ha hecho pensar a unos cuantos en Europa –con tasas de vacunación importantes– en “gripalizar” la pandemia, es decir, manejar en lo adelante la enfermedad como una gripe.

A este nuevo enfoque le llaman “vigilancia centinela” y se ha utilizado para otros virus. Este implica dejar de hacer testeos masivos y, en su lugar, controlar a grupos más pequeños que sirvan como muestra de lo que está ocurriendo en el resto de la sociedad.

Con la influenza estacional (o gripe, gripa), por ejemplo, se realizan tales estudios con cantidades limitadas de datos de alta calidad de sitios centinelas representativos, los cuales son suficientes para comprender la epidemiología y la circulación.

Con tales datos se pueden estimar las tasas de incidencia de infectados –sintomáticos y asintomáticos–, hospitalizaciones, pacientes en terapia intensiva y muertes por la enfermedad.

Para la pandemia actual, este método evitaría la saturación del primer nivel de atención hospitalaria por casos leves y se podría cuidar a aquellos que sí lo necesiten, ya sea por covid-19 o cualquier otra enfermedad. Esta lógica no cuenta hoy con el beneplácito de todos los gremios médicos ni de gran cantidad de países.

Mientras tanto, algunas naciones, como Reino Unido, creen estar cerca de encontrarse fuera de la pandemia, si no es que ya no lo están. Por tanto, deducen, están a las puertas de degradar a la pandemia como una endemia, es decir, la fase de una enfermedad en la que está presente de forma habitual, sin sufrir un aumento inusual del número de casos. Como la gripe, vamos.

Bien visto, es una ruleta. Los sistemas de salud, desde luego, seguirían encargándose de las personas en riesgo frente al virus circulante o cualquier nueva variante. Aceptarán fríamente que otras se contagiarán y, de ellas, la persona promedio estará bien.

Acertada o no esta filosofía, muchos gobiernos coinciden en que es tiempo de abordar la pandemia de una forma diferente, pues la vacunación ni el contagio parecen conferir inmunidad de por vida.

Algunos expertos, aun opuestos a la gripalización, no creen que esa estrategia esté trivializando la covid-19, y sí dolencias como la gripe, que en Estados Unidos mata a 45 000 personas al año.

Otros, viendo que la mascarilla redujo la influenza en 2021, invitan a sostener un nuevo debate: por qué no “covidizar” la gripe.

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