Lo de La Cabaña y la Feria Internacional del Libro  es tradición. Podrán diversificar el programa y cambiar algunas actividades que siempre tuvieron su plataforma en la gran fortaleza. No importa, porque el público siempre volverá a andar por sus calles adoquinadas, su césped y sus recintos de fuertes y blancas paredes, donde la humedad parece tener hábitat.

A las personas usted les habla de la Feria Internacional del Libro e invariablemente piensan en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña. No importa si, como sucede este año, hay dificultades con el transporte, no obstante el empeño en reforzarlo; o si los precios de los libros y de los materiales escolares las dejan con la boca abierta. Pese a ello son miles los que a diario vienen al encuentro con la historia y la cultura para apreciar las ofertas de las editoriales cubanas y foráneas. La mayor afluencia ocurre durante los fines de semana.

De igual manera se ofrecen al gusto de los interesados presentaciones de libros, coloquios, talleres, conversatorios… Se producen encuentros personales con autores nacionales y extranjeros, con quienes es posible tomarse una foto u obtener autógrafos.

Ir a este lugar en tiempos de feria es, para los habaneros, como ir a la playa en su eterno verano; es una costumbre que las carencias materiales no mellan, porque si algo se disfruta en ese tiempo es el hecho de sentarse en el césped, en familia, para hojear u ojear el –o los- libro comprado.

Y también, porque desde los fuertes muros, lejos hoy de la concepción bélica que los llevó a existir para sacar afuera los “dedos atrevidos”, La Cabaña  permite apreciar la beldad de la Ciudad Maravilla, mientras ella, por su antigüedad, forma parte del patrimonio histórico y cultural de la nación.

Dos preguntas a un grupo de visitantes fueron las siguientes: ¿Qué le satisface más de la feria? ¿Qué le preocupa más?

Las respuestas inmediatas: “El retorno de la feria dos años después”, para la primera.  “Los altos precios de los libros”, para la segunda.