Esta es la segunda parte del reportaje Luces en la oscuridad del cuarto
La violencia infantil, en cualquiera de sus manifestaciones, también es una pandemia latente en Cuba. Según opiniones recogidas en Guantánamo, Santiago de Cuba, Villa Clara y La Habana los casos que se denuncian, y luego son vistos en tribunales, son apenas la punta del iceberg. De manera solapada, muchos quedan sin salir a la luz pública. Lo llaman el “subregistro” en las estadísticas.
Los expertos coinciden en que durante la etapa de covid-19, con el confinamiento en las casas, las cifras se elevaron considerablemente y demostraron de manera fehaciente que el hogar de las víctimas se convirtió en el principal escenario donde ocurren estos hechos. El maltrato infantil, ya sea físico, sexual, psicológico, emocional, generalmente sucede puertas adentro y es expresión de la violencia de género e intrafamiliar.
Como génesis de este fenómeno, los invitados al diálogo con BOHEMIA identifican a la violencia como algo naturalizado, a partir de una cultura patriarcal que se reproduce e institucionaliza. El condicionamiento y las representaciones sociales juegan un papel determinante, en tanto lo que para unos puede ser maltrato, para otros no. En muchas familias prima el machismo, existen tabúes y prejuicios relacionados con la sexualidad. Advierten también sobre falta de comunicación, exceso de confianza con los victimarios, negligencias en los cuidados al menor, comodidad de los padres, baja percepción del riesgo, tolerancia social al consumo de alcohol y dependencia económica del victimario.
Asimismo, alertan sobre el miedo a la denuncia, en la mayoría de los casos el abusador sexual forma parte del entorno afectivo de la víctima. “Cuando se descubre el hecho, generalmente la familia prefiere no decirlo, o no llegar a las instituciones pertinentes para proteger a esa otra persona, porque piensa que no va a volver a pasar. Se trata de resolver el asunto en el marco familiar para que no trascienda. No se sepa para cuidar de la integridad del niño y, si es adolescente, más todavía. Si es un varón, ni hablar. Creen que lo están protegiendo, cuando es lo contrario”, subraya Damián Montoya Rivera, miembro de la Comisión de Psiquiatría Forense y Validación de Testimonio, en Santiago de Cuba.
De tal manera se produce el llamado “círculo de silencio”, donde se implican los familiares que conocen el hecho y las víctimas. Al callar estos actos, se corre el riesgo de que se sigan multiplicando contra otras personas inocentes, como ocurrió en el caso Laura, relatado en la página web de nuestra revista. Además, se deja peligrosamente a la deriva el tratamiento médico de los afectados.
Huellas
Cualquier tipo de agresión, incluso la verbal, puede marcar la vida de una persona. “Lo peor es la violencia psicológica, a la cual no se le dedica mucho tiempo. No hay un golpe que no tenga detrás una palabra. No hay un acto de agresión sexual que no lleve una palabra. Una palabra puede ir antes, durante o después. Y va marcando esa tolerancia a la violencia. ¿Hasta dónde una palabra me llega y me hiere? y puede dañar mucho más que lo que me están haciendo en el cuerpo”, reflexiona Annie Duany Navarro, jefa del Grupo Nacional de Psiquiatría del Ministerio de Salud Pública.
Sobre las secuelas que deja el maltrato infantil e intrafamiliar, los expertos insisten en las afectaciones psicológicas y psiquiátricas, que pueden conducir a trastornos de la conducta y el suicidio como colofón de la depresión.
Sobre los traumas que provoca la violencia sexual en los más pequeños, esclarece Oscar Ernesto Estrada de la Hoz, psiquiatra infantil del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) en La Habana: “Mientras menos años tenga, menos secuelas debe haber en el futuro porque en esas primeras edades actúan los llamados bloqueos neuróticos. Mientras mejor se maneje el hecho violento por los especialistas, menos daños deben haber. Si es más grande el niño y mayor vivencia y exposición tuvo al hecho violento, por supuesto, mayor secuela va a quedar”.
Por su parte, al referirse a las conductas suicidas, Yasmiany Neris López Villa, jefa del grupo Provincial de Psicología de Salud de Guantánamo, puntualiza: “Antes de la covid-19 teníamos adolescentes con intentos suicidas sobre todo porque no conseguían lo que querían en la familia, ‘perretas’ como se le dice habitualmente: no consigo lo que quiero, no voy a la fiesta, no voy a los carnavales, pues entonces hago algo que moleste a mis padres, los haga sentir mal o voy a ejercer algún tipo de presión sobre ellos a partir de este comportamiento.
“Pero el pasado año y en lo que va de 2022, sí ha habido muchos casos de niños y adolescentes con intentos de suicidio, no relacionados con conductas de baja tolerancia a la frustración, sino por depresión grave”.
Las vías más frecuentes por donde llegan las denuncias de maltrato infantil e intrafamiliar a las autoridades son la Casa de Orientación de la Mujer y la Familia de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el sistema educativo en sus niveles primario y secundario, el Centro de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes de la dirección de Menores del Ministerio del Interior (Minint), el Cenesex y factores de la comunidad.
Concuerdan en que directamente de las familias entran pocas denuncias y la mayor cantidad se recibe en las cabeceras municipales. La baja incidencia que existe en las zonas rurales de ningún modo significa menores índices de violencia infantil e intrafamiliar. En esos lugares apartados están tan naturalizadas las prácticas patriarcales que no se visibilizan como flagelo.
Los maltratos al interior de las familias tienen un carácter acumulativo y parten de relaciones familiares específicas, donde se reproducen estereotipos, prácticas, hábitos, de una cultura condicionada socialmente.
Fortalezas
El nuevo Código de las Familias es un documento esperanzador para la sociedad cubana. De manera tácita expresa la necesidad de una vida familiar libre de violencia en cualquiera de sus manifestaciones y confiere a niñas, niños y adolescentes el derecho a ser escuchados de acuerdo con su capacidad y autonomía progresiva. A ser protegidos contra todo tipo de discriminación, perjuicio, abuso, negligencia o explotación. De igual manera, apuntala el interés superior de los infantes y adolescentes, así como la obligación de atender la vulnerabilidad que puedan padecer.
Además de lo prescrito en la norma, en el enfrentamiento a la violencia infantil e intrafamiliar los entrevistados señalan otras fortalezas como la integración en equipos multidisciplinarios e intersectoriales, formados por los ministerios del Interior, Justicia, Salud, Educación, además del Tribunal Supremo y la FMC.
Igual incluyen el Programa Nacional de la Prevención del Abuso Infantil (conjunto Mined-Minint), la labor del Centro de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes, el accionar de la FMC en la comunidad y en las casas de orientación, y de los Centros Comunitarios de Salud Mental, el apoyo del Partido y del Gobierno, el trabajo del Cenesex y las consejerías contra la violencia.
A partir del trabajo realizado en Santiago de Cuba con el proyecto Sonrisa sin lágrimas “se ha incrementado la cantidad de denuncias, y se ha acortado el tiempo entre su radicación y el hecho delictivo. Algo muy positivo si tenemos en cuenta que antes el delito podía haber ocurrido meses o un año atrás. Y ya no es solo mamá o papá, otros familiares también van a las estaciones a formular la denuncia”, sostiene Marluvis Hinojosa Hernández, fiscal jefa del Grupo de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales.
A juicio de Madelis Delgado Reynaldo, secretaria general de la FMC en La Habana, en el país se dieron pasos trascendentales con la aprobación del Programa para el Adelanto de la Mujer; y la Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar.
Aunque en Cuba se ha avanzado considerablemente en el plano institucional en lo concerniente a erradicar el maltrato infantil e intrafamiliar, todavía queda un largo camino por andar. “Porque la gente va naturalizando esa manera de educar, de disciplinar mediante la violencia. Y te dicen: ‘a mí me enseñaron así. Y el niño es mío’. Entonces eso hay que desmontarlo y desestructurarlo, y lleva tiempo, trabajo, labor educativa. La ley se escribe, pero modificar la mentalidad de las personas es muy difícil”, valora Aimee Fournier Orizondo, miembro de la Comisión Provincial de Peritaje en Psiquiatría Infantil de Villa Clara.
Debilidades
De manera coincidente los especialistas acotan que falta cultura, incluso confianza en las autoridades, a la hora de realizar la denuncia. También existe mucho desconocimiento de lo legislado.
En Guantánamo agregan otras debilidades como la ausencia de un protocolo específico para el manejo de la violencia infantil, no cuentan con consulta especializada para atender estos casos, ni poseen un registro estadístico de los mismos en su totalidad. Tampoco tienen un Centro de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes (en el país solo existen tres). La FMC, si bien promueve la labor preventiva y educativa en las comunidades, no ha realizado un diagnóstico sobre violencia infantil e intrafamiliar en el territorio.
Los especialistas santiagueros estiman que el Código Penal (Ley No.62) es benévolo con los victimarios, y el nuevo debe incluir aún más las afectaciones psicológicas y psiquiátricas de las víctimas. En la provincia, a pesar del trabajo desplegado, existe una familiarización acrítica con estos tipos de maltratos.
Por su parte los villaclareños reconocen la falta de exigencia y rigor de la Fiscalía al evaluar casos que se consideran actos contrarios al normal desarrollo del menor, como la desatención y la incitación a conductas impropias, cuyas víctimas no son evaluadas en el Centro de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes. Tampoco se registran todas las formas de violencia, en el caso de la auto-infligida, no se ofrecen cifras por edades, ni se le permite a los especialistas publicar trabajos sobre el tema.
Asimismo, el vigente Código de la Familia establece los 13 años como edad para contraer matrimonio, lo cual facilita el abuso sexual y la trata de personas. Al no estar bien concebidas las edades para el inicio de la vida sexual, se solapan algunos delitos. Los entrevistados opinan que el Código Penal (Ley 62) contempla hechos de abusos lascivos que constituyen en realidad agresiones sexuales, tal es el caso de la penetración con objetos. Igual concuerdan en que existe un incorrecto seguimiento psicológico, psiquiátrico y educativo a los victimarios. Sugieren la necesidad de un Programa Nacional de Prevención de la Violencia.
Con la urgencia de ese programa coinciden los especialistas de la capital. Quienes, además, estiman otras debilidades como los rezagos institucionales en el tratamiento y la prevención al interior del hogar, la falta de un refugio para menores y madres víctimas de la violencia intrafamiliar. Asimismo, valoran que existe un incorrecto manejo y seguimiento postraumático a las víctimas, poca o nula preparación de la familia para enfrentar la violencia.
Con mucha experiencia en la atención a niños y adolescentes víctimas de violencia sexual, Ana María Cano López, psicóloga del Cenesex, estima: “Realmente hay mucha revictimización porque los niños hablan en la Policía, hablan en la exploración que se les hace en el Centro de Protección, a veces quieren que vayan a los juicios a declarar, y se maltrata mucho a los niños. Y siento que desde el punto de vista institucional también”.
El rol fundamental atribuido a la familia cubana no debe verse alejado del contexto específico donde predominan representaciones sociales de la violencia, marcadas por una cultura patriarcal que llega hasta el extremo de silenciar en el hogar los actos más cruentos de agresión y abuso sexuales.
Institucionalmente es incomprensible que se oculten las cifras por edades de los intentos y los hechos consumados de suicidio. En Cuba esos temas no son ciencia ficción, son reales. Tan reales como el sufrimiento y el trastorno emocional que provocan en las víctimas. De no visibilizar esta realidad corremos el riesgo de hacernos cómplices de la injusticia.
El novedoso Código de las Familias nos traza una nueva ruta, con luces refulgentes: el derecho de niñas, niños y adolescentes a la felicidad y dignidad plenas. Nadie debe dormir tranquilo mientras uno, uno solito de ellos, siga llorando en la oscuridad del cuarto.
Segunda parte: Contando estrellas
Tercera parte: Perfil del victimario