La chimenea digital
Foto. / metroworldnews.com
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La chimenea digital

El cigarrillo electrónico gana más adeptos, fundamentalmente entre la población joven. Si bien se presumen efectos nocivos para la salud, provocados por las sustancias químicas que se inhalan al usarse, son todavía insuficientes los estudios que corroboran su peligrosidad, minimizada por los comercializadores de este novedoso producto recreativo

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Cuán lejos estaba Humphrey Bogart de imaginar que, de estar vivo, podría sentirse amenazador encañonando a sus rivales con la mano en el bolsillo… y un cigarrillo electrónico ladeado en su boca.

Bueno, difícilmente esa escena fuera filmada hoy en Hollywood debido al control que las autoridades sanitarias mantienen sobre la promoción del tabaquismo. Bogie, eso sí, podría disparar, patear las vísceras desparramadas de la víctima, arrancarle un ojo y llevárselo como trofeo, pero no se le permitiría echar humo.

Los cigarrillos electrónicos, se sabe, producen un vapor por medio de baterías, que los usuarios aspiran recreativamente. Quienes los utilizan no están fumando, sino “vapeando”.

Decíamos que el galán menos convencional de Hollywood no podría vapear en cámara, pero sí a solas, o con sus amigos. Le acompañarían, digamos, Leonardo DiCaprio, Robert Pattinson, Samuel L. Jackson, Jack Nicholson, Charlie Sheen (quien tiene su propia firma de cigarrillos electrónicos, llamada Nicosheen) y Johnny Depp (hasta se le ve vapeando y explicando la diferencia con inhalar humo de tabaco en el filme El turista). Pero perderían la oportunidad de caballerosamente brindarles lumbre a las divas Katy Perry, Isla Fisher, Britney Spears o Lady Gaga, pues cada una estaría halando nubes de sus propios dispositivos.

Las celebridades, se sabe, pueden influir mucho en las normas sociales (especialmente cuando se trata de moda y accesorios), aunque no está comprobado que por imitar a las muchas estrellas que han abrazado la cultura del vapeo, más personas hayan decidido llevarse una chimenea digital a la boca.

Los cigarrillos electrónicos, también llamados “e-cigarrillos”, “e-cigarettes”, “e-cigs”, “narguiles electrónicos” o “e-hookahs”, “mods”, “plumas de vapor”, “vapeadores”, “sistemas de tanque” y “sistemas electrónicos de suministro de nicotina”, no solo están a tono con la modernidad, sino que han llegado con la buena onda de –se dice– ser eficaces para abandonar la dependencia del tabaquismo.

También han ganado seguidores entre los fumadores que se han visto limitados a no encender su pitillo en lugares públicos. A fin de cuentas, su humo no es irritante como el de tabaco tradicional, acaso más bien agradable gracias a las esencias aromáticas que contiene.

Y es que los “e-cigs” producen un aerosol al calentar un líquido. Este, por lo general, contiene nicotina –la droga adictiva que tienen los cigarrillos regulares, puros y otros productos de tabaco–, saborizantes y otras sustancias químicas que ayudan a producir el aerosol que inhalan hasta sus pulmones los usuarios de ese aparato.

Claro, necesariamente todos no contienen nicotina. Los desnicotinizados son los más buscados, sobre todo por quienes desean abandonar el tabaquismo y mantener su hábito social de fumar.

De momento, ninguna investigación científica ha demostrado la efectividad de su uso para desterrar el vicio. Hasta podrían adquirirse otros, pues los electrónicos pueden usarse para suministrar marihuana y otras drogas.

La preferencia por este “periférico” tiene su explicación más sólida, al parecer, en que es chic (y como es electrónico, es más nerd). Una supuesta elegancia o virilidad también ha sido, en gran medida, la causa histórica del consumo de tabaco regular. A lo Bogie, digamos…

Si el mundo analógico ha brindado a la humanidad puros de disímiles formas, cigarrillos con y sin filtro, pipas o cachimbas de maderas o impensables materiales, y hasta tabaco de mascar (sin humo), el premio a la imaginación en el diseño se lo llevan los cigarrillos binarios. Algunos modelos han sido fabricados para que parezcan cigarrillos, habanos o pipas regulares, así como bolígrafos, unidades de memoria USB u otros artículos de uso cotidiano.

¿Existirá alguna forma natural o artificial que, por caprichosa que nos parezca, no pueda ser proyectada en el formato electrónico?

En miles de sabores

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Muchas celebridades, como Leonardo DiCaprio, se han convertido en promotores del vapeo. / celebrity.land

Cuba, que se precia de producir la mejor hoja de tabaco del mundo y con ella produce los más excelsos habanos por su sabor, aroma y manufactura artística… en la tierra donde los europeos descubrieron que no era incivilización de los indios el hábito de fumar… este país que clasifica entre los más adictos a la nicotina a escala global, ha visto llegar el cigarro electrónico, a pesar de no fabricar, importar o comercializar los mods ni los cartuchos o ampollas rellenas de líquidos saborizantes.

Precisemos que se les llama mods a los equipos suministradores de corriente, los cuales poseen un cabezal que hace la conexión al atomizador con un pin metálico. Generalmente contienen una o más baterías en su interior, que se encargan de suministrar el potencial para calentar la resistencia del atomizador. Los mods suelen tener un botón que activa el paso de la corriente para liberar el aerosol que se va a vapear.

Como en el resto del planeta, en Cuba son los jóvenes los más prestos a consumir estos productos. Sobre todo, algunos del segmento poblacional de más alto nivel adquisitivo, quienes por su cuenta entran al país los aparatos recargables y los líquidos o “jugos” electrónicos (los sistemas desechables, a menudo parecidos a cigarrillos reales con filtro, no suelen ser elegidos). O los compran a importadores que mantienen organizada una oferta que suministran a través de diversas redes sociales.

Los jugos electrónicos vienen en miles de sabores: chocolate, algodón de azúcar, ponche de frutas, oso gomoso, plátano, durazno, lima… Frecuentemente son los sabores la razón principal por la que los jóvenes prueban estos productos.

En conversaciones con este redactor, varios consumidores cubanos reconocieron que, a pesar de ser una opción cara, a ellos les resulta sostenible económicamente. Y más ahora que los cigarrillos escasean en la red de comercio formal y que, en consecuencia, aparecen en el mercado negro o el privado con precios galácticos.

(En el grupo Vaper en La Habana, de Facebook, un bulbo de líquido de 100 mililitros se vende en 1 500 pesos. Una rueda –10 cajetillas– de cigarrillos de papel, marca H.Upmann, cuesta en la calle al menos 2 500).

Por otro lado, admitieron con orgullo, que vapear les otorga estatus y originalidad entre sus colegas y admiradores.

Todos, desde luego, argumentaron que esta modalidad es menos dañina que el hábito de fumar más conocido: no hay combustión, ni alquitrán, ni muchas de las materias tóxicas que contiene un cigarro procedente casi enteramente de la naturaleza.

Entrenamiento digital

¿Es ciertamente menos dañino el “e-cig”? La más sabia respuesta es una sola: apenas se han investigado los efectos en la salud humana y lamentablemente la bibliografía existente es escasa y dispar.

Acuciosas autoridades, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) e instituciones sanitarias de alcance nacional apenas han logrado advertir sobre potenciales riesgos (asociados a enfermedades cardíacas y respiratorias) que para la sanidad personal acarrea esa tecnología; y han considerado que ciertos sistemas para dejar de fumar, como los parches de nicotina, son más seguros que los ponderados vapeadores.

Y no mencionemos algunas revelaciones que acusan a contados productos anunciados como libres de nicotina en los que fue hallada esta sustancia, echando por tierra el supuesto carácter placebo del divertimento.

Una investigación realizada en la Universidad de Dartmouth en Lebanon, New Hampshire, Estados Unidos, publicada en la revista JAMA Pediatrics, comprobó que los adolescentes y los adultos jóvenes usuarios de los cigarrillos electrónicos son casi cuatro veces más proclives a empezar a fumar los de tabaco real, en comparación con quienes no los utilizan de sus mismas edades.

Incluso, 21.5 por ciento de quienes habían fumado humo tecnológico acabó calando los de nicotina. Menos de 5 por ciento de quienes no habían tocado los electrónicos, probaron los de tabaco verdadero.

Es que, se deduce, los nuevos tabaquistas recibieron previamente, de manera digital, un aprendizaje y entrenamiento con el empleo del adminículo e inhalación de una sustancia extraña. Por tanto, probar el verdadero era como conducir un auto después de pasar por un simulador.

Inocente y popular

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Una gran variedad de cigarrillos electrónicos tiene a la mano el mercado internacional. / cdc.gov

Dicen los defensores del cigarro electrónico que el mayor riesgo que podría traer su uso –aunque en verdad es poco común– son las lesiones provocadas por baterías defectuosas que podrían explotar o el envenenamiento por tragar, respirar o absorber el líquido del cigarro a través de la piel u ojos.

Los médicos, sin embargo, tienen más graves percepciones de peligros. Según un estudio del National Jewish Health, de Denver, Colorado, muchos consumidores presentan dificultad para distinguir entre sabores después de vapear, pues esto inhibe la captación de las papilas gustativas. Es lo que llaman ya “síndrome de la lengua de vapeador”, que podría relacionarse con futuras lesiones orales. Felizmente, conforme se deja el hábito, poco a poco se recupera la capacidad para sentir el gusto.

Vapear, afirman algunos estudiosos, irrita y daña los pulmones, lo cual puede llegar a ser grave dado que se inhalan partículas de sustancias químicas nocivas.

Por su parte, los compuestos orgánicos volátiles del “vapor” (que no es de agua, anótese) podrían causar irritación en ojos, nariz y garganta, así como dolor de cabeza. Incluso, en algunos casos llegan a provocar daño al hígado, riñón y sistema nervioso, como señala la Sociedad Americana del Cáncer.

De hecho, en 2019 se registró en Estados Unidos un brote de lesiones pulmonares asociado al uso de productos de vapeo (tetrahidrocanabiol y acetato de vitamina E, principalmente), según reportaron los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de ese país.

Suele afirmarse que el aerosol electrónico contiene menos tóxicos (apenas 4 000), comparados con la mezcla mortal de 7 000 que ganan cuerpo en el fantasmal humo de los cigarrillos regulares.

Aun así, los aparentemente menos perniciosos ya han sido prohibidos en unos 30 países; sin embargo, resulta curioso que sus gobiernos no se han comportado igualmente severos con los de alquitrán. Pero esa es otra historia.

Algunas naciones han sido menos tremendistas y han preferido recomendar a los fabricantes no utilizar sabores atractivos como los de frutas o dulces, así como colocar con precisión en sus etiquetas la concentración de nicotina en los líquidos usados en esos cigarrillos. Los más pragmáticos, no obstante, meditan que, por muy inocente y popular que parezca la novedad, en realidad los daños son algo cercanos a los del tabaco. Y cambiar el tabaco por el vapeador solo conseguirá seguir acumulando daños a largo plazo.

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