Foto. / Archivo de BOHEMIA
Foto. / Archivo de BOHEMIA

Lo que no solemos ver

La aspiración del arquitecto Nilson Acosta Reyes es lograr que una serie de sitios vinculados con la esclavitud en Cuba sea incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Pasos indispensables han sido la investigación e inventario de esos espacios; sin embargo, falta un prolongado tramo por recorrer


Para él comenzó como una simple tarea, en 1999, pero fue ganando en complejidad, lo rutinario se transformó en apasionante y generó una tesis doctoral que sirve de base a un ambicioso empeño (en el mejor sentido) sin fecha prevista de cierre. No fue idea suya la creación del registro, sino de dos personalidades cubanas muy bien acreditadas: el intelectual Miguel Barnet y la artista Marta Arjona.

El otrora ingenio Demajagua fue declarado Monumento Nacional en 1978. / Cortesía del entrevistado

¿El antecedente? Un quinquenio antes la Unesco aprobó un proyecto denominado La ruta del esclavo –hoy es conocido como La ruta de la esclavitud–, que abarca un grupo de acciones, entre ellas determinar cuáles puntos del planeta tienen mayor peso para el propósito de entender mejor esa práctica en su contexto geográfico e histórico.

Ya en aquel momento el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, dirigido por Arjona, contaba con apreciable experiencia en la elaboración de inventarios. Nilson Acosta, actual vicepresidente del referido organismo y presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, rememora que el nuevo catálogo significó una labor colectiva, pues él trabajó con especialistas de los centros patrimoniales provinciales y los museos municipales de todo el país.

De acuerdo con Nilson Acosta, el reconocimiento inter-nacional a nuestro patrimonio representa una oportunidad para desarrollar de modo responsable el turismo y beneficiar a las comunidades. / Cortesía del entrevistado

“Cuba pudo exponer los resultados en el año 2000, así fue en el área una de las primeras naciones que implementó el inventario sobre los bienes inmuebles vinculados con la esclavitud”, asevera el investigador. Luego, Acosta se sumó a un proyecto regional, del cual surgió la multimedia Sitios de memoria del Caribe latino.

Conceptualmente, este último término engloba “lo mismo un sitio de labor que una vivienda o un cementerio de esclavos, los espacios asociativos en el ámbito de lo religioso; o a una escala más grande, un paisaje natural y cultural, como es el Valle de los Ingenios”, puntualiza.

–¿Cuándo el tema se volvió apasionante para usted?

–Al pensar en el significado de esos lugares. La esclavitud que se vivió en América involucró a millones de seres humanos entre este continente, Europa y África. Además, en el período en que se produce era la espina dorsal de la economía internacional, pues –Marx lo dijo– financiaba el capitalismo. O sea, es un fenómeno de gran trascendencia a nivel universal. Por lo tanto, resulta válida la pregunta: ¿pudieran incorporarse a la lista representativa del Patrimonio Mundial?

“Hay varios espacios en la Isla muy importantes, juntos se complementan y pueden formar una serie; por ejemplo, el cafetal Angerona, las ruinas del ingenio Alejandría (su maquinaria era movida por agua), El Cobre, un paisaje cultural, donde ocurrió una de las primeras sublevaciones de esclavos.  

“Algunos incluso ya pertenecen a la lista (como La Habana Vieja y su sistema de fortificaciones, desde 1982), por múltiples razones; sin embargo, no se tuvo en cuenta que constituyen testimonios acerca de una práctica tan relevante. Otros son monumentos nacionales e igualmente en Cuba nunca se les había visto con ese enfoque; digamos, los ingenios Demajagua –cuya prominencia asociamos con el grito de independencia, pero allí se les dio la libertad a los esclavos– y Triunvirato, otro de los sitios sobresalientes en cuanto a la sublevación de las dotaciones”.

Algunos sitios ligados a la presencia de la esclavitud en la Isla. / Cortesía del entrevistado

–¿Por qué se minimiza ese factor?

–Una de las causas es el eurocentrismo, ver lo universal, lo excepcional, desde la concepción y, por supuesto, la capacidad de apreciación de la cultura hegemónica.

–¿Las indagaciones en el territorio cubano han permitido personalizar la impronta de la esclavitud?

–Cómo no, los testimonios se expresan de diversas maneras. En terrenos relacionados con el cimarronaje existen evidencias de la presencia humana; en el Castillo de San Severino se aprecian las marcas que dejaron sus constructores; y tenemos las muestras más obvias: los restos hallados en los cementerios de esclavos.

–¿Qué pasos debería seguir la solicitud para incluir en el índice de la Unesco los enclaves señalados?

–Si se decide hacer una nominación, sería al Consejo Nacional de Patrimonio Cultural al que le correspondería formalizar todo el proceso. La Convención de la Unesco utiliza varios criterios con los cuales resulta posible declarar un bien como Patrimonio Mundial; es suficiente con que demuestres el cumplimiento de uno de ellos. En este caso observamos, entre otros, que son espacios conectados con la esclavitud y esta fue en aquella etapa, como dije, un fenómeno internacional; también generó paisajes culturales relacionados con el cultivo de la caña de azúcar, el tabaco y el café.

Mano de obra esclava se utilizó en la producción cafetalera de Santiago de Cuba, como testimonian los dibujos del artista estadounidense Samuel Hazard. / journals.openedition.org

“Un requisito de las declaratorias es que cada país debe incluir en su lista indicativa lo que aspira a nominar en el futuro. Actualmente estamos realizando ese procedimiento; cuando concluya, podríamos elaborar un cronograma para iniciar el trabajo con el expediente de nominación. No presentaríamos cada lugar por separado, sino la serie completa.

Conjunto escultórico erigido entre las ruinas de Triunvirato. / Cortesía del entrevistado

“Por consiguiente, no será algo inmediato. Es muy complejo, porque implica respetar requerimientos enfocados no solo hacia la protección legal de los sitios, sino a que sus esquemas de gestión garanticen conservarlos a lo largo del tiempo; desgraciadamente hoy muchos de ellos carecen de tales esquemas.

“Asimismo, pensamos que la nominación tendría mayor fuerza si se le da un carácter internacional; o sea, hay otros lugares del Caribe (de Jamaica, República Dominicana, Haití) que a partir del mismo análisis complementan a los cubanos y consolidarían la afirmación de que el conjunto es excepcional”.

–¿Cómo lograr que las poblaciones apoyen la preservación del patrimonio?

–Las comunidades son receptivas y sensibles cuando uno les explica la importancia de un sitio. A veces ellas mismas claman por su conservación; me viene a la mente el barracón del central México, antiguamente llamado Álava, en Matanzas, que era una joya por su tipología y los pobladores piden que se salve.

“El comportamiento inadecuado en relación con un monumento por lo general está asociado al desconocimiento. Ahí es donde todavía queda mucho por recorrer. Y también en cómo aprovechar esos bienes y ponerlos en función del desarrollo de las localidades”.

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