Los (des)encuentros de La Mejorana

El 5 de mayo de 1895 se toparon Martí, Gómez y Maceo en La Mejorana. Lo que allí intercambiaron continúa desafiando a historiadores y avivando la llama eterna de la imaginación. Para muchos la “estricta verdad” sobre esa recurrida página de nuestra historia se esfumó en cuatro páginas de un diario, lo que generó el espectro del enigma; sin embargo, parecen bastante claras algunas certezas


El 5 de mayo de 1895 se toparon Gómez, Maceo y Martí en La Mejorana, hasta ese momento un anónimo paraje cercano a Dos Caminos de San Luis, comarca de Santiago de Cuba. Era la primera vez que se encontraban en la manigua redentora los tres grandes jefes de la revolución iniciada el 24 de febrero. Se trata, sin dudas, de la entrevista más sonada de su época, tanto por los protagonistas como por los álgidos asuntos previstos para el debate, sin tapujos ni reservas. No por gusto trasciende como la reunión que más escritos y fisgoneos ha generado en la historiografía nacional, cada mayo de conmemoración, a lo largo de 128 años.

Cientos de referencias de expertos y aficionados han intentando exponer lo que sucedió en el mencionado ingenio. Presunciones, en su mayoría. Producto de esas rutinarias interpretaciones libres, por obra y gracia de presentar a veces la historia como teque o doctrina –sostenida oportunistamente, sin la aplicación de la lógica elemental del razonamiento–, en vez de contarla lo más fiel posible a los hechos concretos, por más crudos que estos sean; o hasta por una especie de maniqueísmo: en torno a aquella magna cita se ha tejido un halo de misterios, alharacas, leyendas.

De tal (mala)suerte, –en mi modesto juicio, y sin ánimo de irrespetar el criterio divergente– la junta de La Mejorana se ha “vendido” por el discurso tradicional como uno de los episodios más “polémicos”, “desconocidos”, “secretos”, “únicos”… (la lista de adjetivaciones es larga, impropia y no pocas veces con salpicaduras amarillas) donde se pusieron de manifiesto las “desavenencias” y “exhaltaciones” de los “héroes sin tacha”. Pero que a la mañana siguiente se “pasó página” al “pronto” y todo “desembocó” en “fortalecer” la “unidad de pensamiento y acción”. Temo que si les narro así aquel momento tremendo, de repente puedan confundir esta con alguna meliflua historieta de disneylándico happy end.

¿Cómo y por qué surgió el mito de La Mejorana? Pretender sembrar en el imaginario que “nadie sabe a ciencia cierta” qué ocurrió aquel 5 de mayo, o decir fantasiosamente que los temas tratados “quedaron entre cuatro paredes” es, cuando menos, contradictorio. No hay prueba más irrefutable ni testimonio que arroje mayor luz que la propia narración del diario martiano. Dicho sea de paso: una joya no solo historiográfica sino también literaria. Además hay versiones de sobra en memorias, artículos y declaraciones de otros actores secundarios. Es decir, la película es harto conocida.

La Mejorana era una fiesta. Detalla Martí en su cinematográfico relato. Almuerzo para cien. Pletórico de bondad y fascinación va y viene el gentío. El administrador Germán Álvarez, un viejo colorado y de llamativas patillas, bajito y coronado de jipijapa, lo ofrece todo: tabacos, ron, vino vermut, y de uvas… tres, cinco, diez, catorce gallinas… Con las pompas de la humildad guajira celebran la presencia de los endiosados próceres.

Como trébol de tres hojas: pasado, presente y futuro

Tres hercúleos patriotas, hombres de firmes caracteres e ideales apasionados, amigos de afectos y compañeros de afanes en el exilio, coinciden después de mucho tiempo de anhelo. “¡Solemne y grata emoción! Estuvieron juntos Gómez, Maceo y Martí; núcleo que parecía inquebrantable”, pondera José Miró Argenter en sus célebres Crónicas de la Guerra (Tomo I).

A pesar de sus disensos, estos hombres de extraordinaria claridad política supieron sacrificar los intereses personales por la independencia de Cuba. / Yissel Alvarez

El sitio casual y afortunado es La Mejorana, hoy Monumento Nacional en desfavorable estado de conservación. La mejorana, una hierba vivaz, aromática, entre el orégano y el tomillo, es en efecto excelente para calmar los nervios. Recomendada para rebajar la tensión en episodios de ansiedad y para combatir el insomnio y la jaqueca, sobre todo cuando tiene un origen nervioso o está provocada o agravada por el estrés y la tensión muscular. Me aventuro a pensar que su abundancia en la zona determinó el bautizo de aquella colonia azucarera. No obstante, lejos estuvo la reunión de marras de sintonizar con las propiedades de la balsámica planta.

La historia desliza en sus entrelíneas que tal encuentro se hacía necesario, ineludible, tanto para exorcizar los demonios de las dilatadas rencillas como para deliberar puntos decisivos: la estructura de gobierno, destino de Martí y desarrollo de la contienda. Llegado ese instante el ambiente festivo se torna soberbio, frenético, agravioso.

Curiosa plumilla de Rafael Serra publicada por la revista Cuba y América apenas dos años después de La Mejorana. A pesar de las claras imprecisiones no deja de resultar una imagen interesante por lo poco conocida y que debió ser uno de los primeros intentos de recrear el histórico encuentro.

En su magistral libro Dos Ríos: A caballo y con el sol en la frente, el doctor Rolando Rodríguez sentencia con insuperable acierto: “No se trataba de que ellos hubieran elegido la empresa, sino que la empresa los había elegido a ellos, porque dada su índole descomunal, ciclópea, para ella se necesitaban leones, y los leones no se acarician. Resultaban los tres: el fino, seductor y genial Martí; el vigoroso, enérgico y talentoso Maceo; el áspero, sagaz y empeñoso Gómez, hombres hechos para mandar y para dirigir, cada uno a su forma, y no para ser mandados. Sus relaciones no podían ser, por tanto, fáciles y eso explica sus divergencias. Si ellos hubieran sido de otra forma, posiblemente sus nombres nunca habrían pasado a la historia”. Si para bien o para mal la historia oral –por cierto, método de investigación no menos válido– susurra caprichosamente que los ánimos caldeados condujeron incluso al encontronazo físico, me resulta incuestionable que hubo un desencuentro ideológico.

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Martí: “Maceo y Gómez hablan bajo, cerca de mí me llaman a poco, allí en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, –y una Secretaría General– […]”. Procuran la discreción de un cuarto en la casona de campo con cuatro habitaciones. “No puedo desenredarle a Maceo la conversación”, lamenta Martí –quien desde 1884, cuando el Plan Gómez-Maceo, había enunciado que “un pueblo no se funda como se manda un campamento”– difiere de los resquemores del general Antonio y sostiene con vehemencia el equilibrio de poderes: “la patria pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército”. Rechaza la opción de la partida repentina, antes quiere participar en un par de combates, ir a la cabeza, demostrar su entereza de pino nuevo. (Él evocó la guerra: su responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar). Por sus palabras puede deducirse que considera cuando menos llegar a Camagüey: “Insisto en deponerme ante los representantes que se reúnan a elegir gobierno”.

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Maceo: El vendaval de reproches y discordancias del pasado no se ha aplacado en su cabeza. Contrariado aún por la forzosa subordinación a Flor Crombet –brigadier subalterno y con quien se había juramentado a duelo– siente la imperiosa necesidad del desahogo. No acepta la concepción martiana de organizar la lucha. Con la amarga experiencia del 68, el Héroe de Baraguá está decidido a evitar que se repitan los lastres de un gobierno civilista interfiriendo en las acciones militares, los ascensos disparatados y la división que condujo al fracaso; de ahí que opta por un mando castrense sin trabas hasta conseguirse el triunfo. No entiende razones. “¿Pero Ud. se queda conmigo o se va con Gómez?”, le interpela agriado; aludiendo a que él garantizará la salida inmediata del Delegado del PRC de vuelta al exilio, donde lo considera más útil para la causa. De tan impetuoso parece Maceo fuera de sí, como en una carga al machete, y le corta las palabras a Martí, como si fuera este la encarnación y continuidad de los “leguleyos” de la anterior República en Armas. “Lo quiero menos de lo que le quería”, le espeta. El Titán está profundamente herido.

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Gómez: A juzgar por su diario de campaña la entrevista “no existió”. Nada anotó sobre la discusión tripartita. Así de hermético, sabio, prudente, era el Chino Viejo. Digno de admirar. O, quién sabe si reflejo de la conmoción que debió padecer, con todo y su ascendencia, en medio del “fuego amigo cruzado”. En esta ocasión apoya las ideas de Martí; de hecho, de acuerdo con este había convocado a la Asamblea de Delegados para formar gobierno, dentro de 15 días. Sin escapatoria, Maceo cede, pero sin dar su brazo a torcer: anuncia que enviará sus cuatro emisarios orientales: “y serán gentes que no me las pueda enredar allá el Doctor Martí”. En su texto José Martí dirigente, político e ideólogo, el reconocido historiador Jorge Ibarra agrega sazón al análisis opinando que Maceo tenía más motivos para estar indignado con el Generalísimo que con el mismo Delegado.

Cartas sobre la mesa

Para el almuerzo se ha dispuesto un largo mesón debajo del coposo framboyán del patio. Se sientan –aseguran los cronistas– 18 personas: Gómez en el centro, a su derecha Martí y Maceo a la izquierda. José Maceo, a la pródiga diestra del Delegado (¡Tanto era el cariño y respeto que le profesaba el León de Baconao!); mientras que por el lado de Antonio estaban los generales Paquito Borrero y Jesús Rabí. Hasta el administrador de la hacienda tuvo su silla entre aquel firmamento de estrellas, como en primera fila de un teatro interminable.

La Junta de La Mejorana, óleo sobre tela del pintor santiaguero Juan Emilio Hernández Giro que igualmente representa una “versión libre” del supuesto intercambio “privado”. Se encuentra en la antesala del Despacho Presidencial en el Museo de la Revolución.

“En la mesa opulenta y premiosa, de gallina y lechón, vuélvese al asunto: me hiere, y me repugna: comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marcar de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. Mantengo, rudo: el ejército, libre, y el país, como país y con toda su dignidad representado. Muestro mi descontento de semejante indiscreta y forzada conversación, a mesa abierta, en la prisa de Maceo por partir. Que va a caer la noche sobre Cuba…”, pesadumbre destila, en sus notas, el Apóstol.

A riesgo de caer –¡perdón!– en el mismo pecado de la especulación: entiendo que ese día no hubo concilio en La Mejorana. La resolución de los temas urgentes debió truncarse. Fue un día gris, por más coloretes con que se le quiera maquillar; en ese afán vicioso de viciar el pasado con la óptica triunfalista de nuestro tiempo.

“Por ahí se van ustedes”, les indica sobre las cuatro de la tarde. Expulsados, literalmente, Gómez y Martí abandonan el lugar; sin rumbo. Casi indomable en el campo de batalla, Maceo ha caído vencido por las fieras cegadoras del ego; y yerra, gravemente. ¿Qué hubiera pasado si una columna española choca con el máximo organizador de la gesta del 95 y con el General en Jefe, durante esas horas mohínas que durmieron, con ideas tristes, en un rancho fangoso, escoltados por 20 bisoños mal armados?

El Titán de Bronce era humano. Los tres lo eran. En fin, seres con virtudes y defectos; complejos, temperamentales, sentipensantes. Se conoce, por una carta de Martí a Carmen Miyares y por el diario de Gómez, que en la jornada del 6 de mayo Maceo los invita de nuevo a su vivac, en evidente gesto de desagravio: “[…] al marchar rumbo a Bayamo, confusos y abismados por la conducta del general Antonio Maceo, tropezamos con una de las avanzadas de su campamento de más de dos mil hombres y fuerza nos fue entrar. El General se disculpó como pudo, nosotros no hicimos caso de las disculpas como lo habíamos hecho del desaire y nuestra amarga decepción de la víspera quedó curada con el entusiasmo y respeto con que fuimos recibidos y vitoreados por aquellas tropas”, reseña Gómez. Este día –menos tenido en cuenta–, en el Hondón de Majaguabo, sí se produjo el abrazo supremo del que puede jactarse la patria.

Incógnitas y moralejas

Si hay preguntas sin respuestas sobre el particular serían: ¿Qué pasó con las hojas perdidas del diario de Martí correspondientes al día 6? ¿Por qué desaparecieron esas y no las del 5, cuando descarga toda su ofuscación? ¿Acaso habría algo más comprometedor o desconcertante?

Monumento en el sitio que recoge los jefes participantes en la reunión. / Tomada de radiomajaguabo.cu

Cuarenta y seis años después del incidente, descendientes del gran dominicano entregaron su papelería para publicación. El diario de Martí salió como apéndice del de Gómez, entonces se suscita la polémica ante la ausencia de cuatro folios –del 28 al 31 en el original–, correspondientes al día 6 de mayo de 1895. Ramón Garriga, veterano coronel que siendo alférez había fungido como ayudante de Martí y como tal cargaba el cuaderno en sus alforjas cuando este cayó en Dos Ríos, intentó salvar su responsabilidad declarando en 1948 al Diario de la Marina que lo entregó a Gómez, la misma noche del fatídico 19 de mayo, sin que le faltara un pliego.

Aunque los focos suelen señalar al Generalísimo como el máximo sospechoso del extravío, no puede hacerse una acusación rotunda. Tampoco debe asumirse axiomáticamente que esas hojas contenían los pormenores de la junta, y que si se hubiera tenido acceso a ellas estaría resuelto el legendario dilema.

Más que sombras, creo, en torno a lo sucedido hallamos suficientes certezas. Fuera de lo dicho allí el curso de los acontecimientos confirmaría a la tesis martiana  como la más acertada y visionaria. Aun lo reconoce hidalgamente Maceo en carta a Gómez del 16 de junio de 1895: “la última vez que nos vimos usted, Martí y yo, creía un poco prematuro la formación del gobierno, pero hoy lo exige la pujanza de la revolución”.

La verdad de La Mejorana, lo que nunca podría estar en disputa, es que aquellos hombres compartían el acendrado amor por Cuba, y tenían un mismo camino inobjetable: la independencia.

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3 comentarios

  1. El respeto es una cualidad fundamental que considero prevaleció en ellos, es lo que permitió que la empresa que los eligió pudiera ser; y unido a la entereza y el carácter en sus personalidades, se trazó esta huella en la formación de la nación. Aquella reunión más que un faro, es carta de navegación.

  2. Magnífico reportaje, gran trabajo de investigación histórica, bueno, a lo que nos tiene acostumbrado su autor Igor Guilarte. Muchos datos, con tu permiso, los reseñaré en mi próximo libro «CUANDO CEUTA FUE CUBA, (1810- 1898)»
    (vida de Juan Gualberto Gómez y compañeros en el presidio del Hacho (Ceuta)»
    Saludos desde Ceuta (España).

  3. Hola, Soy profesor de historia de Cuba,y desde luego me interesan todos estos artículos para ampliar mis conocimientos y el dé mis alumnos, cómo tener acceso a los mismos?

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