Una de las obras dramáticas más notables del ensayista, dramaturgo y activista político Howard Zinn se presentó como parte del programa de la I Bienal de Humor Político que acoge sedes capitalinas y de la artemiseña urbe de San Antonio de los Baños
El Moro está otra vez en nuestra ciudad. Intenta recordarnos que sigue ahí, vivo, latente, tan cuestionador como siempre. Ese es el aliento que transpira de la más reciente reposición de Marx en el Soho, exhibida en la capitalina sala Adolfo Llauradó, en el contexto de la 1ª Bienal de Humor Político que, por estos días, alterna entre La Habana y el artemiseño municipio de San Antonio de los Baños.
Escrita por el politólogo, dramaturgo y ensayista estadounidense Howard Zinn (1922-2010), la obra presenta a un Carlos Marx redivivo por los artificios del arte de las tablas, totalmente dispuesto a recordarnos que el ser humano para subsistir -como una de sus máximas riquezas- necesita justicia social y una vida digna, sin carencias materiales y ni existenciales.
Se estrenó en Cuba en mayo 2004, por el actor Michaelis Cué y desde entonces ha recorrido con éxito diversos escenarios, entre ellos, en México, Costa Rica, Venezuela, Perú, Chile, Argentina y Paraguay.
“Mientras más neoliberal eran los gobiernos, más funcionaba el espectáculo”, confesó en cierta ocasión el artista en una entrevista concedida a la reconocida periodista y escritora cubana Paquita Armas Fonseca (fallecida en febrero de 2023).
Sin duda, es un texto repleto de simbolismos y matices hilarantes, aunque profundamente serio que entrelaza la ironía, el chiste sagaz, el pastiche; e insta a una reflexión distante del discurso panfletario o grandilocuente, repiensa el presente desde la universalidad del filósofo y economista alemán.
El monólogo Marx en el Soho sigue la línea del teatro político y, a partir de la representación del intelectual germano Howard Zinn, critica, polemiza, visibiliza injusticias y males sociales que hace más dos siglos desuelan a las mayorías.
Sin dejar de ser exhaustiva y rigurosa en cuanto a la revisión histórica, la obra cuestiona la llamada “crisis del marxismo” por medio de una situación inverosímil: el regreso de Marx a la Tierra, en una suerte de resurrección paradójicamente graciosa que el espectador avezado siempre agradece.
A partir de este momento se develan una cadena de sucesos simpáticos e, incluso, sarcásticos, provocados por un presunto desliz burocrático que pone al protagonista en el Soho de Nueva York, en lugar del londinense, donde vivió con su familia y concibió sus más sobresalientes aportes a la teoría de la economía política del capitalismo.
Evidentemente, un recurso simbólico para referir que los mismos problemas descritos y criticados por Marx en su tiempo, perviven y se consolidan en la conocida por muchos “capital del mundo”.
Michaelis Cué defiende magistralmente este monólogo, en tanto lo ajusta armónica y orgánicamente a sus actuales condiciones físicas. De manera que, por razones obvias, ya no se desplaza con la misma agilidad de 20 años atrás, no corre por el escenario ni salta al piso desde un escritorio. No obstante, esta cualidad no merma el tono fustigador de la puesta; por el contrario, lo enriquece y le agrega la certidumbre de que el paso del tiempo solo ha agudizado la crisis del capitalismo.
Uno de los instantes clave y de más chispeante sátira política se genera cuando el personaje, en medio de una discusión con su contemporáneo Mijail Bakunin, se autodefine como “no marxista”, en clara alusión a las interpretaciones erradas de su teoría política, tantas veces repetidas a lo largo de la historia.
Zinn empezó a escribir Marx en el Soho justo en la debacle del campo socialista en Europa del Este y vio la luz como estreno teatral en 1995, en la ciudad de Washington. Sin embargo, casi una década después, el también autor de La otra Historia de Estados Unidos (1980) y Sobre la guerra. La paz como imperativo moral (2007) apreció el montaje e interpretación de Cué por el alcance de las ideas que diseminó en los países de la región.
Durante los años que median desde su estreno en nuestro país, el textoya se ha visto como una puesta audiovisual, transmitida por la televisión nacional, pero sus esencias más vívidas y gratas brotan de la intimidad del teatro.
En el actual escenario mundial, transido por las guerras, la creciente oleada neofascista, Marx en el Soho es una de esas obras imprescindibles. Cada función significa un nuevo hallazgo, una lectura meridiana para descifrar nuestras sociedades y sus apremios.