BOHEMIA se aproxima a la efeméride instituida hace más de seis décadas, y pasa revista sobre sus retos y perspectivas en el actual escenario mundial
“El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse humana, habla y grita, llora y desespera”, revelaría sobre una de las más antiguas manifestaciones del arte el poeta y dramaturgo granadino Federico García Lorca con su proverbial sabiduría.
Desde las primeras expresiones griegas hasta la pluralidad escénica, que irrumpió a partir del siglo XX y hoy perduran en constante movimiento y evolución, la caja mágica ha devenido abrigo y refugio de la palabra y el gesto; espacio de reflexión y reencuentro de las tradiciones, las identidades y la cultura de los pueblos y sus generaciones.
El teatro en sí mismo no transforma al mundo, pero incide en las conciencias; se alza como faro de luz en medio de las crisis, las guerras y las sombras que distancian a los seres humanos. Además de entretener, instruye, inspira, socializa y promueve valores fundamentales para una convivencia pacífica y armoniosa. Cuando observa, escudriña, cuenta la vida y sus esencias, se adelanta en el tiempo e intenta encontrar respuestas.

Honrarlo como arte, atenderlo y abrazarlo desde su poder innovador, aviva sensaciones, emociones que engrandecen la espiritualidad y dan sentido a la existencia humana. Festejar, reverenciar la experiencia que nos provee el arte de las tablas, se convierte en un homenaje a la cultura y la paz mundial. Por ello, desde 1961, cada 27 de marzo se celebra el Día Internacional del Teatro.
La efeméride fue establecida por el Instituto Internacional del Teatro (ITI), con el apoyo de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y la Cultura (Unesco). El primer jubileo de que se tiene noticia ocurrió en 1962 y se hizo coincidir con la apertura de una temporada del Teatro de las Naciones, en París, suceso clave que representó la unidad y colaboración entre todas las artes escénicas: la danza, la música, el teatro y el circo.

El francés Jean Cocteau -escritor, crítico de arte, pintor y director de cine- pronunció el primer mensaje conmemorativo en aquella ocasión. A partir de entonces una figura notable del teatro a escala planetaria tiene a su cargo la lectura de un mensaje internacional.
Este año, la honrosa responsabilidad recayó en el griego Theodoros Terzopoulos, director de teatro, profesor, dramaturgo, fundador y director artístico de la Compañía de Teatro Attis, quien compartió con la comunidad escénica global algunas brechas y preocupaciones que desuelan a la humanidad:
“¿Puede el teatro escuchar la llamada de auxilio que los tiempos modernos están enviando a un mundo habitado por ciudadanos empobrecidos y encerrados en las celdas de la realidad virtual y atrincherados en su asfixiante privacidad? (…) El teatro ¿está preocupado por la destrucción ecológica, el calentamiento global, la pérdida masiva de biodiversidad, la contaminación de los océanos, el derretimiento de los hielos, el incremento de los incendios forestales y los eventos climáticos extremos? (…)”.
En otro momento de su mensaje, el también artífice de las Olimpiadas de Teatro y Presidente del Comité Internacional de las Olimpiadas de Teatro, de origen griego, mostró desconfianza ante el rol manipulador de las redes sociales digitales, en medio de un mundo megaconectado que pone en riesgo el valor de la auténtica comunicación entre las personas.
“Un sentido generalizado de temor por el Otro, el Diferente, el Extraño, domina nuestros pensamientos y nuestras acciones. (…) Preguntas que no permiten respuestas definitivas, porque el teatro existe y perdura gracias a preguntas sin respuestas”.
Sin embargo, la confianza en un teatro vital y legítimamente comprometido, despeja interrogantes y marca un camino a seguir. “Necesitamos nuevas formas narrativas cuyo objetivo sea cultivar la memoria y darle forma a una nueva responsabilidad moral y política que emerja de la actual dictadura multiforme de esta nueva Edad Media que vivimos en nuestros días”.
Tales inquietudes no están ajenas al contexto teatral cubano. Igualmente, en este lado del universo se precisan acciones que transformen la sociedad en tiempos de apremios. Este será el acto de creación más genuino que el teatro y sus hacedores legarán a las generaciones venideras.