Inaugurada en la Galería Habana una exposición colectiva que reúne piezas de distintas hornadas de artistas cubanos, exhibidas en el Vaticano u obsequiadas a personalidades de la Santa Sede
Quien se llegue en estos días a la capitalina Galería Habana le será difícil abstraerse de la diversidad de lenguajes que coexisten en la exposición colectiva A un latido de distancia. Arte cubano en el Vaticano, muestra que reúne la obra de varias generaciones de artistas de la mayor de las Antillas, las cuales han sido exhibidas en la Santa Sede u obsequiadas a algunas de sus personalidades.

El arte y su magnificencia, como forma esencial de expresión y desarrollo humano, se advierte en el conjunto a partir de la peculiar manera de plasmar la cubanidad. Incluye piezas de 13 artistas que asumen múltiples miradas hacia la religiosidad y la espiritualidad antillanas. Desde matices dedicados y sugerentes, define cualidades de nuestra identidad y cultura, apartadas de fórmulas manidas o superfluas. Ahí se aprecia originalidad y perfección, marcadas por la voz propia de sus creadores.
Cada obra carga una concepción singular, única. El espectador avisado –y también, el avezado– interpreta significado, códigos que evidencian rasgos de la filosofía del ser cubano. Con agudeza y prontitud, se distinguen trazos, estilos, tonalidades, de uno u otro artista.
Piezas de Wifredo Lam, Víctor Manuel García, Nelson Domínguez, Roberto Fabelo, Alexis Leyva Machado (Kcho), Manuel Mendive, Zaida del Río, Alfredo Sosabravo, Arturo Montoto, Cosme Proenza, Douglas Lucas, Miguel Ángel Martínez Pulgarón y Carlos Quintana, además de una colección de producciones de Papiro Casa Editorial, de la oriental provincia de Holguín, conforman la selección que tuvo la curaduría de la pintora y grabadora Lesbia Vent Dumois, Premio Nacional de Artes Plásticas y presidenta de la Asociación de Artistas Plásticos de la Uneac.

Escultura, grabado, pintura, video instalación, se enlazan en A un latido de distancia… y exhiben una propuesta excepcional que, sostenida en la energía del arte, se integra al jubileo por el aniversario 90 del establecimiento de relaciones diplomáticas ininterrumpidas entre Cuba y el Vaticano.
La obra Figuras sobre gris (1949), de Wifredo Lam, un lienzo de poco más de un metro, en óleo y carbón, carga la estética del más universal de los pintores cubanos en cuanto a la composición, las líneas y una paleta de colores sobre los tonos cenizos o plomizos.
En el lienzo La barca de la sirena (2023), acrílico y collage, de gran formato, se entrecruzan simbolismo y figuración, en una fiesta surrealista cautivante, de incuestionable sentido caricaturesco y tono ridículo que definen, remarcan, los trazos firmes y al propio tiempo, depurado del dibujante que es Alfredo Sosabravo.
Contundentes y fascinantes se presentan las cuatro piezas de Arturo Montoto que emergen de una experiencia artística única, notable, y que singulariza su propuesta de entrelazar distintos referentes visuales, sustentados en lo mejor de la tradición pictórica euro-occidental. Sus insulares “naturalezas ¿muertas?” con un concepto extraordinario de lo real, trascienden lo cotidiano desde el silencio y lo enigmático.
Milagro (2015), colosal escultura de Cristo en la cruz de remos, de Alexis Leyva Machado (Kcho), impresiona por la fuerza simbólica que imponen los motivos marinos y deviene tributo a aquellos que han perdido la vida en el mar por conquistar un sueño. Hoy día se le conoce como cruz de los emigrantes.
Las obras de Zaida del Río, Choco, Mendive, Sosabravo, Proenza, Fabelo, Domínguez, Pulgarón, entre otros, yacen en Galería Habana para revelarnos quiénes somos y de dónde venimos como cultura y nación; así se sugiere en la máxima martiana que recibe al visitante apenas irrumpe en el recinto: “el arte ha de ser un culto, para que lo sea la virtud”.

