Más allá de las figuraciones

Kiev no logra romper la defensa rusa, y en Occidente y Ucrania crecen el cansancio y la frustración


La realidad es como es, y no valen simulaciones, pillerías, ni voluntarismos que cambien los rumbos determinados por lo concreto y notorio, y su reflejo en la subjetividad.

El fuego ruso está desmoronando los intentos ucranianos, gringos y del resto de la OTAN en el campo de batalla. / Sputnik

Si vamos a este aspecto, el tangible y real, lo cierto es que Ucrania tiene todas las probabilidades de hundirse en la guerra impuesta a Rusia bajo la égida de una OTAN rectorada por Washington; y, si acudimos al segundo renglón, el anímico, es evidente que el “entusiasmo” está hoy apenas concentrado en las alturas oficiales ucranianas (bien untadas sus arcas con el “apoyo externo”), en una Casa Blanca que no sabe dónde poner el huevo y entre unos cuantos burócratas eurooccidentales que desde sus butacas de mando aún tiemblan a la hora de contradecir la orden llegada desde las orillas del Potomac, no importa el precio para sus anulados compatriotas.

Y entre los citados, un secretario norteamericano de Estado (dicen algunos que entre los más mediocres en muchos años), Antony Blinken, corriendo hasta Kiev para intentar elogiar en vivo y en directo la retrasada y ruinosa contraofensiva ucraniana, y marcar fichas a favor de seguir diezmando al país eslavo contra Moscú, junto a un recién nombrado ministro ucraniano de defensa, tártaro de Crimea, Rustem Umérov, asegurando desde su phone y, para gusto de la Casa Blanca, que “Ucrania no contempla negociar con la Federación Rusa y el plan sigue siendo expulsar a las fuerzas de ocupación de cada centímetro del territorio nacional”.

De los límites

Solemos decir por acá que tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”, y parecería que en el caso de la insuflada y pretendida “guerra de desgaste” del hegemonismo Made in USA con Rusia a través de Ucrania (en la cual los muertos los ponen otros para que los réditos fluyan allende el Atlántico) el botijo no aguanta mucho más.

Lógico que el senil e irascible Joe Biden no dé el brazo a torcer. La guerra en Ucrania es un buen y gran negocio. De hecho, la nunca nada bienvenida, para EE.UU., economía de Europa Occidental cayó de lleno en el saco norteamericano a fin de completar el ciclo de dependencia que ya marcaba la OTAN, mientras la industria militar gringa, a cuenta del “fantasma” ruso, será fuente de suministros bélicos multiplicados destinados a las burocracias del Viejo Continente, las cuales estigmatizan a un tradicional e inmediato suministrador confiable (Rusia) como aborrecible y taimado oponente, solo para agradar a Washington.

En la Casa Blanca mantener la guerra es un tema clave para el poder fáctico detrás de Biden y que, en lo particular, toca su posible reelección. / RT

En consecuencia, si en los primeros instantes la OTAN dio la apariencia de monolitismo frente al “agresor ruso”, y el derrumbe del Kremlin se oteó imaginariamente en el horizonte, la realidad ha indicado que los “pateados” se ubican al Oeste y que ni a regañadientes podrán contribuir con sus sacas en pura merma a que la Ucrania ultranacionalista, desempacada en 2014, logre imponerse militarmente al gigante euro-asiático…otro punto en contra para Kiev.

De hecho, los corrillos están llenos de mensajes que apuntan a “nuevas consideraciones” europeas menos “radicales” en relación con el tema ucraniano, y a la imposibilidad real de mantener un flujo de pertrechos y finanzas a un moribundo con el propósito de dar urgente aire a quienes se pusieron ellos mismos la soga al cuello y ya experimentan estertores.

Mientras, para los que manejan a Joe Biden y le hacen creer que es de los mejores y más bizarros presidentes norteamericanos, capaz de seguir con las riendas hasta “el último aliento”, Ucrania se trastoca de “paseo militar” a barranco sin asidero, con la agravante de que una retirada del juego sería desastrosa para el equipo de gobierno vigente en la Casa Blanca, por lo menos hasta la aspirada reelección del añejo y pantomímico patriarca.

De hecho, ya el desencanto, las críticas y los juicios adversos relativos a la efectividad de la guerra en Ucrania y al costo que ella viene significando para el presupuesto oficial gringo se repiten casi con más frecuencia en medios políticos e informativos de USA que los iniciales cánticos de victorias de Kiev y del fin del “imperio de Putin”.

Unos, porque consideran que se está botando literalmente el dinero en una inversión que ya no da ni dará réditos. Otros, como el aspirante a la nominación demócrata Robert Kennedy Jr., porque consideran que Estados Unidos está propiciando el exterminio masivo de los ucranianos y que los más de 150 mil millones de dólares remitidos hasta hoy por la Casa Blanca y el Pentágono a  Volodimir Zelensky y su grupo bien podrían haber solucionado importantes carencias de los norteamericanos de a pie, desde vivienda, empleo y educación, hasta mejor salud; o aportado fuerte al combate contra extendidos flagelos sociales, como el consumo de drogas, la indigencia y la inseguridad ciudadana.

Del socio este-europeo

Relativo a Ucrania, o, mejor dicho, a los grupos ucranianos llegados al poder desde 2014 hasta hoy, ácidos y entusiastas cultores de las tendencias ultranacionalistas y neonazis, y de un enraizado rencor antirruso, el camino no es precisamente una alfombra de pétalos de rosa.

Si en los primeros tiempos la propaganda mediática occidental los elevó al rango de héroes y demócratas de altura, el tiempo –inexorable y terco- ha ido cambiando muchas percepciones.

 De hecho, el pretendido reconocimiento internacional, que nunca fue masivo y siempre dio margen a las dudas, no es ni mucho menos aplastante. Hasta el “núcleo fuerte” (USA-OTAN) padece de fisuras crecientes y de gente muy preocupada por sí misma y sus intereses propios y sectoriales ante lo que ha sucedido y puede suceder todavía.

Mientras, en la concreta, y bajo los proyectiles y misiles, en tres meses la “arrolladora” ofensiva que debía desbancar a los rusos se ha cobrado la vida de no menos de 60 mil soldados y oficiales ucranianos, incluidas tropas élites entrenadas especialmente por la OTAN, junto con la pérdida de casi ocho mil piezas de artillería y vehículos militares, sumados los tanques Leopard alemanes y el Challenger británico (el más blindado del mundo, según sus fabricantes). Y el Abrams norteamericano espera turno para pasar también al crematorio, al unísono que sus controvertidos proyectiles de uranio empobrecido que Washington, en un mal chiste, “espera que los ucranianos usen responsablemente”, como lo hizo la OTAN en Yugoslavia y USA en Oriente Medio, vale recordar.

Por lo demás, Ucrania vio largarse hace apenas horas al ministro y tres viceministros de Defensa, posibles chivos expiatorios oficiales por la falta de “avances militares significativos” reclamados por Washington, Londres y algún que otro comprometido del Oeste europeo, en tanto se recurre a un más riguroso reclutamiento masivo local, incluso dejando de lado como invalidantes problemas nerviosos y mentales en los enrolados.

¿Y Moscú?  Solo afirma y confirma que no hay marcha atrás en lo logrado, y que la Operación Militar seguirá su curso y sus propósitos, pues se trata de un asunto relativo a la propia existencia de la nación, los pueblos y la cultura rusos… Y es que los palos enseñan…

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Un comentario

  1. Ucrania, sabe que más temprano que tarde volverá a unirse a Rusia, quién NO está dispuesta a perder al granero de Europa. EEUU se dió cuenta que la futura anexión NO afecta el mapa geopolítico mundial.

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