Pequeño gran depredador
Foto. /Janice Haney Carr/CDC/ buzzfeednews.com
Pequeño gran depredador
Foto. /Janice Haney Carr/CDC/ buzzfeednews.com

Pequeño gran depredador

El aumento de las infecciones graves en Estados Unidos, debido a una bacteria que llaman “come carne”, ha puesto en vilo a médicos, observadores del cambio climático y desarrolladores de medicamentos, hoy casi derrotados en su cruzada contra nocivos microrganismos


Bucólica como es la mar, se nos antoja recordar su ambiente al escuchar el sonido atrapado dentro de una caracola, y nos basta evocar su sabor con una lágrima en la punta de la lengua. Capricho de Dios ese, el de encapsular la inmensidad, atesorarla entre las manos y reproducirla en el tocadiscos de nuestros más exigentes sentidos.

Parecía, sin embargo, que la bravura del océano y el espanto marinero solo eran posibles apreciar, temerles, entre trombas o imponentes pecios. Si acaso, sin sufrimientos nos regodeamos al ver la belleza xilográfica de la gran ola de Kanagawa, o la obsesiva y autodestructiva persecución de Moby Dick por la vertiginosa caligrafía literaria de Herman Melville.

Como si no bastaran un polisémico escualo y un Steven Spielberg con aleta dorsal, que cambiaron las reglas de la heroicidad en el mar –si no en el cine– para vaticinar que en la lucha contra lo que nos amenaza a todos, solo sirven tres maneras anudadas: la científica, la espiritual y la del ser humano común.

Es que cada vez se nos revela mejor la capacidad de la naturaleza de miniaturizarnos, del mar, hasta la muerte. Y así, a cambio de aquellos enormes e iracundos animales –en realidad, más víctimas que victimarios–, hoy acechan nuestras costas legiones de insignificantes bacterias capaces de cobrarse vidas humanas, cuando no estragos para la salud, de forma igualmente depredadora.

Para vencerlas, parece ser necesario convocar nuevamente la voluntad de la ciencia, del espíritu y de las personas y de esta manera borrar un peligro creciente. Y, de paso, atenuar la alta cuota de sensacionalismo mediático, que asusta sin tener que acudir a la alternancia de las dos notas musicales que hicieron de Tiburón un clásico del suspense.

Del mar a los titulares

Contaban las abuelas de croché que para sanar las heridas e infecciones de la piel, nada era mejor que bañarse en la playa. Ese consejo, que no siempre fue absoluto, empieza a ser desestimado: En el agua de mar pueden estar habitando colonias de una rara bacteria que por su fiereza se le llama “come carne”.

Durante las últimas semanas, estas han saltado del mar a los titulares. A raíz de las inundaciones provocadas por el huracán Ian, a finales de septiembre, el Departamento de Salud del Estado de Florida ha notado un “aumento anormal” en los casos de infección por la bacteria Vibrio vulnificus, justo en el condado de Lee.

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Foto. / BBC-NHS / bbc.com

Según esa institución, cumplidas tres semanas de octubre ya se habían reportado 64 infecciones y 13 muertes en lo que va del año, frente a los 34 casos y 10 fallecimientos ocurridos en 2021. Por primera vez, el número de casos superaba los 50 desde 2008, año en que se comenzó a realizar un seguimiento.

Es decir, este microrganismo que algunos medios han intentado presentar como nuevo, no es desconocido para la ciencia. Si ha empezado a preocupar más de lo habitual ha sido por el notable crecimiento de infecciones que, si bien son raras, son muy graves.

Vibrio vulnificus se apunta cada año unos 80.000 casos y 100 muertes en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de esa nación (CDC, por sus siglas en inglés).

La bacteria, familia del Vibrio cholerae, el agente que provoca el cólera, vive naturalmente en agua tibia, salada o salobre, principalmente estancada, en cualquier lugar del planeta. Su proliferación, lógicamente, es mayor durante los meses más cálidos, cuando las temperaturas del océano son más altas.

Evidentemente, la actual alarma estadounidense está relacionada con las citadas inundaciones, pues las personas se han visto obligadas a entrar en contacto con grandes cantidades del germen.

Esta no es la primera vez que un huracán dispara las estadísticas. Ya se produjo un pico después del Katrina, en 2005. Es por ello que a los científicos les preocupa el aumento de las infecciones en correspondencia con la intensificación del cambio climático y el calentamiento de los mares, con sus consecuencias ya alertadas.

Sea como fuere, la mayor cantidad de casos que se ha registrado en la historia no se debe al contacto con una herida en la piel, sino a la ingesta de mariscos contaminados, crudos o poco cocidos, especialmente en los meses de verano.

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Pierna de un paciente después de su tercera cirugía para extirparle el tejido infectado. / Brielle Owens/ buzzfeednews.com

La bacteria logra vivir en el vientre de los peces, ostras y otros mariscos y los humanos se exponen a esta al consumir esos alimentos e, inclusive, al prepararlos.

Parábola de la motilidad inmovilista

Menuda suerte tuvo la humanidad cuando el italiano Filipo Pacini (1812-1883) decidió, en 1830, abandonar su carrera eclesiástica y dedicarse a la medicina.

Casi un cuarto de siglo después, logró aislar microrganismos del intestino de pacientes con cólera, los que llamó “vibriones”, por su motilidad, es decir, la habilidad de moverse espontánea e independientemente.

Por lo general, las personas se enferman durante el primer día de exposición a la bacteria vulnificus. Un caso leve de vibriosis generalmente incluye escalofríos, fiebre, diarrea, dolor de estómago y posiblemente vómitos. Las heridas de la piel infectadas, por su parte, suelen desarrollar ampollas, abscesos y úlceras.

Aunque no es la única, esta bacteria causa lo que comúnmente se conoce como una infección carnívora. De ahí el nombre sensacionalista de “come carne”, no obstante, los especialistas más serios se limitan a llamarle “bacteria devoradora de carne”, que no es lo mismo, pero es igual. Si se quiere ser más preciso, baste saber que en realidad destruye células sanas.

Tal enfermedad, llamada fascitis necrosante, corroe la piel, los músculos, los nervios, la grasa y los vasos sanguíneos alrededor de una herida infectada. Cuando esta dolencia se agudiza, produce una rápida necrosis –o lo que es lo mismo: muere la carne que se encuentra alrededor de la herida abierta–, con grave afección del estado general.

En casos más severos, los pacientes pueden desarrollar septicemia (la propagación de la bacteria tras ingresar al torrente sanguíneo), pero esto es más común cuando subyacen enfermedades hepáticas, cáncer, diabetes, VIH u otras que suprimen el sistema inmunológico.

Puede causar fiebre, escalofríos, presión arterial baja o ampollas en la piel. Pero cuando peligrosamente cae la presión arterial es probable la ocurrencia de un shock séptico: la bacteria libera toxinas en el torrente sanguíneo que podrían causar un flujo extremadamente lento, dañando tejidos y órganos.

Se sospecha que también causa sepsis: el cuerpo genera una fuerte respuesta inmunitaria que apaga órganos importantes como el corazón o los riñones.

Puede provocar el síndrome de dificultad respiratoria aguda, o SDRA, una grave afectación en la que el oxígeno de los pulmones no llega a la sangre. Esto causa daño cerebral y pulmonar permanente. Si la infección pasa al torrente sanguíneo, las consecuencias serían fatales.

Gérmenes en contraataque

Si bien el consumo de mariscos contaminados es la principal vía de contagio, la tasa de mortalidad es mayor –alrededor de 25 por ciento– con infecciones de heridas.

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Hay que evitar bañarse en el mar con heridas abiertas. / PEXEL / levante-emv.com

Es por esta razón que los médicos recomiendan evitar exponerse a aguas de mar cálidas si existen heridas, un nuevo tatuaje o perforación; e invitan a usar ropas, zapatos y vendajes impermeables si es inevitable el contacto, como suele pasar durante las inundaciones. Luego se deben lavar bien las manos y cualquier corte con agua y jabón.

Tales precauciones no serán en vano. Sépase que para el tratamiento de la enfermedad los médicos drenarán cualquier absceso y tratarán el sitio infectado, a veces cubriendo la herida con un antibiótico tópico y un protector de la piel, además de otros antibióticos. Si hay fascitis necrotizante, es posible que deban operar o, incluso, amputar la extremidad afectada para evitar que la infección se propague.

Por supuesto, cuanto más rápida sea la detección de la vibriosis y la atención médica, disminuyen las probabilidades de que la infección sea fatal.

Aun así, el riesgo no será poco. Esta bacteria, en particular, ha desarrollado cierta resistencia a los antimicrobianos. Tal como muestran los estudios, hasta 50 por ciento de las infecciones por Vibrio vulnificus ya no responden a ciertos antibióticos. Y eso que parecía imposible miniaturizar la bravura del océano y el espanto marinero, para luego, con suerte, reproducir su macabro recuerdo en el tocadiscos de nuestros más exigentes sentidos.

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