Erigida entre 1767 y 1779, sobre la loma de Aróstegui para defender la capital cubana, la construcción primigenia –según relata Emilio Roig de Leuchsenring en La Habana de ayer, de hoy y de mañana– exhibía “la forma de un pentágono irregular con dos baluartes, dos semibaluartes y un rediente, grandes fosos, galería aspillerada, camino abierto, revellines y galería de minas, almacenes, oficinas, aljibe y vastos alojamientos para su guarnición, que solía ser de 900 hombres. Su artillería era de 60 piezas de todos calibres”.
Durante los años 30 del siglo XX el Castillo del Príncipe se remodeló y albergó la Cárcel de La Habana. Como presidio funcionó las siguientes cuatro décadas. Hoy sus desiertas instalaciones son escenario de estudios arqueológicos.
Mientras investigan en sus predios, los especialistas de la Oficina del Historiador (OHCH) sueñan con algún día poder transformarlo en un centro cultural multipropósito –similar a La Cabaña–, lo cual demandaría ingentes recursos materiales y humanos.
Entretanto no llega ese momento, el programa de paseos veraniegos Rutas y Andares, organizado por la OHCH, ofreció en días recientes la posibilidad de visitar este valioso exponente de nuestro patrimonio arquitectónico, vinculado con sucesos y personalidades de la historia nacional.
Plaza de la Fortaleza. El segundo nivel de la edificación, los portales, los azulejos y el pavimento fueron añadidos en el siglo XX.