Foto. / Peliplat
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Un centenario digno de celebrarse

El excelso, magnífico, destacado actor de cine italiano, Marcello Vincenzo Domenico Mastroianni, más conocido como Marcello Mastroianni, cumpliría este 28 de septiembre sus 100 años


Hijo del carpintero Ottone y la ama de casa Ida, nació en el pequeño pueblo de Fontana Liri, hundido en los Montes Apeninos, en la provincia del Lazio, y creció respirando los aires citadinos de las urbes de Turín y Roma.

Su trayectoria dejó una huella profunda tanto en el teatro como en el cine, donde protagonizó numerosas películas bajo la dirección de destacados cineastas, no solo italianos. A lo largo de su carrera, participó en un total de 147 filmes, desde 1939 hasta 1996, año en el que pasó a la posteridad (París, 9 de diciembre).

De ese casi centenar y medio de largometrajes es difícil seleccionar alguno que no fuera destacado para la memoria histórica de la cinematografía mundial: surgen al azar joyas fílmicas como La dulce vida, 8 y medio, Divorcio a la Italiana, Ayer, hoy y mañana, Ojos negros, Ciudad de Mujeres, Matrimonio estilo italiano, Un día especial y Están todos bien, así como un largo etcétera.

En más de una ocasión expresó: “Normalmente no me estimula lo que leo en una página. A veces ni siquiera me leo el guion. Todo depende de la relación que mantenga con el director”.

Mastroianni mostró su buena disposición para trabajar con talentos no italianos con reconocimiento internacional, como Theo Angelopoulos, Nikita Mikhalkov, John Boorman, Roman Polanski y Louis Malle.

Mas, con los directores italianos fue bien selectivo, y estuvo determinada por un grupo que alcanzó sus primeros éxitos junto a Mastroianni en las décadas de 1950 y 1960, el cual se convirtió en la élite artística más eminente que haya tenido la industria del cine italiano.

Trabajó con Ettore Scola en diez ocasiones, con Mario Monicelli y Marco Ferreri en siete, seis con Federico Fellini, cuatro con Dino Risi; y de entre los ya establecidos estuvo bajo la conducción de Luciano Emmer en cinco ocasiones y cuatro con Vittorio De Sica y Alessandro Blasetti. En realidad, a excepción de Roberto Rossellini y Bernardo Bertolucci, difícilmente hallaríamos un director italiano destacado con el cual Mastroianni no haya trabajado.

Al referirse a su longevidad artística, Mastroianni lo define de esta forma: “Por el simple hecho de ser quien soy, permanezco pasivo ante el director para que éste haga conmigo lo que tiene en mente”. Sin embargo, con absoluta modestia también apuntó en otras ocasiones que jamás hubiera llegado a ser lo que fue sin el aprendizaje teatral que recibió durante finales de los años cuarenta y cincuenta de la mano del gran Luchino Visconti.

También tuvo la compañía de notorias figuras femeninas del celuloide, entre ellas Sofia Loren, Monica Vitti, Anouk Aimée, Catherine Deneuve, Faye Dunaway y Ursula Andrews, entre otras.

En su pródiga carrera fue nominado tres veces al Premio de la Academia: por Divorcio a la italiana, Día especial y Ojos negros, y obtuvo diversos premios internacionales, como dos Bafta, dos a Mejor Actor en los festivales de Venecia y Cannes, y dos Globos de Oro.

El día de su muerte cubrieron de luto la famosa Fontana de Trevi por su película La dulce vida. Catherine Deneuve y Anna María Tató celebraron alternos funerales en Roma y en París. Pese al respeto y devoción por él, en ninguno de estos se respetó su voluntad de que participasen músicos ambulantes tocando temas de las películas. Su cuerpo fue trasladado de París a Roma para ser velado en el Capitolio, y al entierro, en el Cimiterio Monumentale Campo Verano, acudieron más de quince mil personas.

Hoy, a 100 años de su nacimiento, lo recordamos siempre; en aquellas citas de nuestra formación de adolescente, nos hizo ver la naturaleza italiana en sus personajes, a los que les puso su arte y su piel.

Pensamos que para un buen epitafio se ajustaría su propio pensamiento: “Creo en la naturaleza, en los amores, en los afectos, en mi trabajo y en mis amigos. Amo a la gente, amo a la vida. Es quizá por eso que, como contrapartida, la vida me ha amado. Me considero un hombre que ha tenido mucha suerte”.

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