O la vergüenza de un grande
Estimados lectores olímpicos:
Al luchador cubano Luis Orta no le gusta vender la piel del oso antes de cazarlo: decir que va a ganar. Es muy respetuoso con las posibilidades de los contrarios. En esta ocasión fue más cauteloso que en otras. No obstante, quedó claro que venía aquí por la medalla de oro.
Lo parecía tener todo a su favor en estos Juegos Olímpicos de París 2024: etiqueta de campeón en Tokio 2020; oro también en el mundial de Belgrado 2023; más una preparación cuidadosa; una convicción y un compromiso espartanos.
Pero los sueños de los últimos 35 meses se le revertieron casi acabado de empezar su segundo combate, ante el iraní Saeid Esmaeili Leivisi, quien lo venció por superioridad técnica con 9 a 0 en el marcador; este contrincante tenía a su haber sido campeón mundial en la categoría de menores de 20 años en 2022 y al vencer a Orta se le despejó entonces el camino para ser el máximo galardón.
La vida entonces lo puso a intentar ser actor de otra película, que, como ya escribimos, no fue a lo que vino: le tocaba ahora sacudirse de tan duro revés y salir a luchar por la medalla de bronce.
En ese momento de dolor quizás pensó en la importancia de una medalla olímpica (de cualquier color) o en los muchos deportistas que no han podido llegar al podio, o en su compromiso de una de las cinco preseas de oro en las que se pensó para nuestra delegación.
Se sacudió
También a lo mejor pensó en la posibilidad de una posible revancha en Los Ángeles 2028, cuatro años después.
Eso fue lo que hizo el japonés Kenichiro Fumita, a quien él derrotó de forma sorpresiva para los de casa en Tokio 2020, en la división de los 60 kilogramos del estilo grecorromano, cuando se esperaba el éxito del local. Fumita aprovechó esta nueva oportunidad ahora y ser invencible en ese peso.
Luego de un primer triunfo de Orta, ahora en 67, durante la fase de repechage le tocó enfrentarse al armenio Slavik Galstyan, quien fue bronce en el mundial de Nursultán 2019, y en el Campeonato Europeo de Varsovia 2021. Le fue fácil ese compromiso final por el bronce: 7-0.
El primero que llegó ante los periodistas cubanos, en la Zona Mixta, fue Osvaldo Vento Montiller, presidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación. “No para de llorar. Eso es vergüenza deportiva”, informó.
Un poquito más lejos, dándole declaraciones a otros medios que nos precedían, según el orden dado por los organizadores, se veía a un Orta llorando y con los ojos rojos.
“Muy contento de darle esta medalla a mi país, aunque no haya sido la de oro”, fue lo primero que dijo. “Hemos pasado mucho trabajo por aquí, por Europa, lejos de casa, en los últimos meses en busca de un resultado”, agregó.
“Lo que hice fue un reajuste después de algunos errores que cometí ante el iraní”, comentó.
Y entonces, ante una pregunta sobre el gran Mijaín López, se le salió todo lo que lleva en su corazón y en su mente: “Se va a retirar porque le da la gana: no hay un 130 que le pueda ganar”.
Vuelvo con más…
Con afecto olímpico.