Mientras hay vida, los caminos pueden tomar rumbos diferentes. El día a día y la constancia fijan los derroteros. Cerca de 55 años atrás era una jovencita que se preparaba para ingresar en las aulas universitarias. Hoy, ya jubilada, es una artesana ante quien es preciso quitarse el sombrero
Cuando vi la foto de una de sus obras, le dije: “este trabajo merece ser (re) conocido más allá del municipio de Pinar del Río”. Desde su modestia, solo sonrió. Es que a veces la confianza nos hace dudar de la palabra de un amigo. Transcurrido algún tiempo de ese comentario y con su obra en mis manos, lo reafirmo. Elia Pérez Tamargo, artesana, vueltabajera, tiene esas manos –la artesanía es puro quehacer manual– indispensables para hacer que, en su obra, el sol resplandezca.
¿Con cuál me quedo? Duda usted a la hora de escoger. Y se responderá automáticamente, que no sabe. Porque es muy diversa y utilitaria su producción, algo que, sorprendentemente, aprendió después de su jubilación, en 2009.
Es multifacética; en su taller teje, borda, combina colores, toma medidas, marca, recorta y da forma a nuevas piezas, con la paciencia de quien logra la obra más importante de su vida para exponerla en el Palacio de la Artesanía de La Habana Vieja. Los vecinos le hacen donativos de materiales reciclables, por ejemplo, en las zapateras –de gran demanda– y en las alfombritas. Hay otra actividad que jamás abandona: la cocina, sobre todo cuando está preparando “algo rico”, cuyo desino son sus nietos Frank David, de nueve años, y Yan Carlos, de cuatro.
Claro está que su plato fuerte es la artesanía, a la cual dedica el tiempo necesario cada día. Y lo dice claramente: “estoy intranquila cuando no me siento ante la máquina de coser o tengo en mis manos las agujas de tejer o bordar”.
Un poquito de historia
Todo lo relatado lo acabo de descubrir; fuimos compañeras de estudio en la secundaria básica José Martí, de la ciudad de Pinar del Río, donde -como las demás chicas- tejía las medias para ir a la escuela, pero nada más. Prevalecía una suerte de competencia –muy fraternal– que medía principalmente la creatividad.
Eso también ocurría en el preuniversitario Hermanos Saíz Montes de Oca. A finales de 1971, al graduarnos de duodécimo grado, nos despedimos y cada una emprendió su camino para convertirnos en las profesionales que somos hoy; ella Ingeniera Agrónoma.
Las bondades de la tecnología nos volvieron a unir, hace más de un año, gracias a un proyecto gestado por el ingeniero químico Rafael Ferro Duque, creador –junto a otros dos ingenieros: Mario Díaz Ordaz y José Alberto Cabrera Pozo– del grupo de WhatsApp “Amigos del pre PR”.
Ahora es ella la que cuenta: “Al jubilarme a los 55 años, por enfermedad de mi madre, sentía que aún podía hacer algo que me distrajera de manera provechosa y me ayudara económicamente. Pensé en las manualidades. Me tenía que preparar, si quería lograr la calidad requerida, y esto me propiciaría poder atender bien a mi mamá.
“Me acerqué a la filial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, aquí en Martí y Colón, en la ciudad, y matriculé en diversos cursos: tejido, bordado, muñequería, parches, confección de carteras, y todo lo que me facilitara las herramientas con el propósito de lograr un buen resultado. Entonces, me decidí.
“Empecé haciendo muñequitas para regalar, payasitos y otros objetos. Las niñas del barrio y algunos amigos fueron los beneficiarios. Esas pequeñas producciones fueron ganando aceptación, hasta que sentí que ya podía emprender el negocio. Lo primero fueron los payasos”.
Explica Elita que al principio fue bastante complejo. Se creó el proyecto Tesoro de ideas, integrado actualmente por unas 10 artesanas. Cuando exponían en la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) –donde se le dio forma a esta agrupación– o en la Universidad Hermanos Saíz, no había tanta dificultad, ya que era dentro de la ciudad, pero cuando tenían que trasladarse en ómnibus a lugares distantes, se les complicaba la situación, debido al problema del transporte que lo dificulta todo, especialmente a personas que trasladan obras de artesanía.
“Después nos invitó la Casa de la Cultura Pedro Junco, con vistas a exponer y vender en sus corredores, con cierta regularidad: se dieron cuenta de que nuestro proyecto está encaminado a rescatar tradiciones de manualidades que hacían nuestras madres y abuelas. Ahora somos atendidas por un funcionario de la institución, y asistimos los martes y jueves, durante el verano”.
Su producción es diversa. “Porque hay muchos objetos que son útiles en el hogar. Yo confecciono delantales, paños de cocina, baticas para vestir las batidoras y guardar palitos de tender, muñecos de diferentes tipos, cactus tejidos, zapateras, alfombras de piso, carteritas centeneras de celulares y brujitas.
“Siempre digo comencé como algo espiritual, algo que me permitiera ocupar ese vacío que dejan tantos años de trabajo tras la jubilación. Tenía necesidad de sentirme útil; con el paso del tiempo se fue convirtiendo, además, en una forma de enfrentar situaciones económicas. Lo mejor es que me siento muy ocupada, como si continuara trabajando.
“Hay algo muy importante, una siempre está generando ideas, reciclando esa ropa que ya no se usa en casa y para cualquier pieza sirve. Está claro que la muñequería demanda tejidos nuevos, pero las alfombras y las zapateras no son tan exigentes, porque la transformación de esa materia prima es colosal”.
La concurrencia a las áreas de la Casa de la Cultura les ha dado mayor visibilidad y vínculos con las instituciones a nivel cultural y social. No siempre son relaciones comerciales, por ejemplo en los días próximos a las celebraciones por el Día de los Niños, donan distintas piezas para los pequeños, especialmente los que tienen problemas de salud.
–¿Qué experimentas mientras trabajas en tus obras?
–Una satisfacción muy grande. Cuando a la tela de la cara le bordas los ojos, la boca y empieza a tomar forma, igual que el cuerpo, hasta que sale lo que quieres, proporciona mucho bienestar. Es una labor que se hace sin apuros, ni presiones, por demandar mucha paciencia. Lo que más me alegra es ver la felicidad de un niño, cuando los padres le compran una de estas piezas. Eso es indescriptible.
***
En lo personal, esta reportera confiesa que dejó de ver a Elita cuando aún llevaba aquella falda gris o negra, con tres listas blancas que la identificaba como alumna del último año de preuniversitario. Nunca supe de su quehacer como agrónoma. Ahora encuentro a una artesana con piezas tan bellas, que ni ella misma imagina el alcance futuro de su obra.
7 comentarios
Excelente artículo que refleja realmente la importancia , la calidad y la belleza del trabajo que hace Elita. Felicidades Irene!!
Excelente reportaje a una persona espacial, compañera, amiga y familia de sus amigos, muchos años de sacrifico, de enfrentar situaciones límites y aún así, su perseverancia es infinita, luchadora incansable x mantener la unidad de su familia y amigos.
Laboriosa y emprendedora y una persona con lo pies en la tierra y los sueños bien altos.
Orgulloso de ser su FAMILIA, nos unen muchas cosas, buenas y malas, pero eso es la vida.
Bendiciones a Elita, y muchas felicidades.
Elita una gran amiga que hace belleza con sus manos, muy creativas , fue una excelente hija , ahora una madre y abuela muy cariñosa. Siempre te he admirado mucho amiga
Magnífico reportaje a esa persona tan merecedora del mismo como Elita, que con toda su labor logra sacar maravillas de sus hacendosas manos.
Felicitaciones a Irene.
Muchas Bendiciones para ambas.
Felicidades Elita, que la salud y la motivación te acompañen por mucho tiempo. Gracias a Irene por su trabajo 😊🇨🇺
Muchas gracias a Irene por este texto. Quienes la conocemos sabemos de su bregar y de ser entregada a eso que tanto la apasiona: su artesanía.
Es además una bella persona, muy familiar.
Muy linda mi tía y más lindo lo que hace con sus manos. A pesar de no tener mucha formación en este arte, solo su vocación y su constancia la han hecho crecer. Felicidades