Un lógico despliegue de seguridad sin precedentes
Jueves 25 de julio, 2024.
Queridos lectores olímpicos:
Cuando supe, hace ya varios meses, que estaría en París como enviado especial de nuestra centenaria revista BOHEMIA para cubrir los Juegos Olímpicos, sentí una gran emoción. Y también una preocupación muy lógica: la seguridad. Lo que he visto, aunque como tantas cosas en la vida ha recibido críticas, me ha dado tranquilidad.

Voy a compartirles parte de lo que me ha tocado de cerca:
En la tarde de ayer un helicóptero estuvo volando durante horas por encima de la zona del hotel en que se aloja nuestro grupo de prensa.
Cuando llegamos al Centro de Prensa, en el Palacio de los Congresos, a tono con antecedentes de otros eventos, confirman con un celular la legitimidad de la credencial, también hay que vaciar los bolsillos de determinadas pertenencias (celular, llaves) y abrir las mochilas, para finalmente pasar por un detector de metales.
He visto zonas cerradas en la ciudad o de acceso controlado (con un código QR), así como vallas interminables impidiendo el acceso.
Y comento más: cuando una buena parte de nuestro grupo fue a la simbólica torre Eiffel, nos impidieron pasar por un punto de acceso, ya que no aceptaban nuestra credencial como identificación oficial, documento establecido el Comité Olímpico Internacional para los Juegos París 2024.
“En Francia lo que vale es el pasaporte”, dijo un policía, quien luego de mucha cantaleta, nos hizo una excepción, quizás al ver que algunos de los nuestros llevaban ropa deportiva con la palabra Cuba.
En este trabajo, hemos incluso agregado una foto en la que el colega Oscar Sánchez Serra, del periódico Granma, aparece entre gendarmes.
Una fortaleza

Luego de que supe que este enviado de BOHEMIA podría asistir a la ceremonia de inauguración (el acceso para cada Comité Olímpico es limitado: no pueden ir todos los periodistas reunidos aquí) faltaba otro trámite: comprobación de la validez de la credencial y añadirle un pequeño sello distintivo.
Pero repito: más allá de las molestias y de las críticas, me satisfacen estas medidas que dan tranquilidad.
Es evidente que París se preparó con un despliegue sin precedentes, transformando la Ciudad de la Luz en una fortaleza impenetrable.
La capital francesa, que acogerá el evento desde este viernes 26 de julio hasta el domingo 11 de agosto, elevó su nivel de alerta al tope, implementado medidas extraordinarias para proteger a millones de visitantes esperados.
En el corazón de este operativo titánico se encuentran 45 000 agentes, una fuerza masiva que pretende custodiar cada rincón de la ciudad.
Este ejército de protectores incluye uniformados locales e internacionales, creando una red que se extiende desde el asfalto parisino hasta el cielo sobre la Torre Eiffel.
La ceremonia de inauguración, un espectáculo sin precedentes, por primera vez en la historia fuera de un estadio olímpico, se desarrollará a lo largo de seis kilómetros del río Sena, lo cual representa otro enorme desafío
Más de 320 000 espectadores observarán desde sus márgenes a 10 500 atletas (o quizás más bien a una parte de ellos), los que desfilarán en unas 90 embarcaciones, lo que creará una estampa.
Tensión palpable

Para garantizar la seguridad de este evento inaugural único en la historia de los Juegos Olímpicos, Francia ha programado un desafío logístico y de protección monumentales.
El perímetro se extiende más allá de lo visible: edificios adyacentes al recorrido han ocupado toda la atención, tiradores de elite se ubicarán en posiciones estratégicas y unidades marítimas patrullarán las aguas del Sena. En el aire, la amenaza de drones será contrarrestada por tecnología de vanguardia y se ha creado una burbuja protectora tridimensional sobre la ciudad.
La colaboración internacional juega un papel crucial en este esfuerzo. España, por ejemplo, envió el contingente más numeroso de apoyo, con 313 guardias civiles y policías nacionales.
Estos, acompañados por perros especializados y unidades de caballería, se integran en patrullas mixtas con sus homólogos franceses, reforzando áreas críticas.

En la medida que París se transforma en un bastión olímpico, la tensión es palpable. Sin embargo, la determinación de las fuerzas es inquebrantable. Como señaló un oficial: “Esa sensación de la tensión existe siempre. Hasta en el pueblo más tranquilo puede suceder una desgracia».
La vigilancia constante es el precio de la tranquilidad en un evento de tal magnitud: París se encuentra ante su prueba más exigente.
La Ciudad de la Luz se ha convertido en la Ciudad de la Vigilancia, lista para brillar no solo por sus atletas, sino por su compromiso de mantener los sueños felices de todos los protagonistas, aficionados, población en general.
Y ya que hablamos de seguridad: ahora quiero adoptar una medida quizás para no perder posibles lectores: no voy a alargar más esta carta.
Con afecto olímpico.

