La Ciudad Luz tocó el cielo (IV)

Presenciamos la inauguración más innovadora y espectacular de toda la historia


Viernes 26 de julio, 2024.

Queridos lectores olímpicos:

Cuando salí de la inolvidable inauguración de los Juegos Olímpicos París 2024 me encontré, mojado de pies a cabeza, como estábamos todos, con los Dioses del Olimpo. Bueno, por supuesto, en realidad lo imaginé. Mas, de todas formas, quise escribirlo.

Los vi a todos: Zeus, Hera, Poseidón, Atenea, Apolo, Artemisa, Ares, Afrodita, Hermes, Dionisio y Hefesto, quienes gobernaban el mundo mitológico griego desde su majestuosa morada en la cima del monte Olimpo.

No es lo único: rememoro que los juegos antiguos estaban dedicados en honor al rey Zeus, en la ciudad griega de Olimpia. El origen religioso sigue influyendo en el espíritu de los actuales: por ejemplo, la llama olímpica. Las medallas de oro, desde 1928, llevan impresa la mitológica imagen de Nike, diosa griega de la victoria. Y hay más…

Los vi a todos abriendo los brazos inconformes. ¿No pudieron impedir que hoy lloviera?, les pregunté. Entonces cerraron los ojos y movieron las cabezas, lamentando este capricho antideportivo protagonizado por las aguas caídas desde el cielo.

Pero, tal contratiempo, del cual leímos hubo más lluvia que fuego, no impidió que la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 haya sido calificada como la más innovadora y espectacular de toda la historia. Entonces recordamos el tiempo pasado desde la primera edición de los juegos modernos, cuyo compás de espera fue roto en Atenas 1896.

Vamos a resumir algunos de los aportes de París 2024:

Escenario al aire libre: por primera vez, la ceremonia se realizó fuera de un estadio, utilizando el río Sena como escenario principal.

Recorrido por la ciudad: En esta ocasión, las delegaciones nacionales desfilaron en embarcaciones a lo largo de seis kilómetros del Sena, pasando la vista por monumentos relevantes en la historia de París.

Accesibilidad: El evento fue abierto al público de forma gratuita en varios puntos de la ciudad, con pantallas gigantes y altavoces distribuidos estratégicamente.

Foto. / jit.cu
Foto. / jit.cu

Espectáculo deslumbrante

Efectivamente, la noche parisina se iluminó con un espectáculo radiante a lo largo del Sena. Las aguas del río reflejaron miles de luces doradas que bailaban sobre su superficie, creando un efecto mágico.

La Torre Eiffel, majestuosa contra el cielo nocturno, se encendió con un brillo especial, sus luces parpadeantes sincronizadas con la música que colmaba el ambiente. Viéndola desde muy cerca, y sin conocer toda su historia, me atrevo a decir que nunca antes ha sido tan bella: en tono carmelita y con los aros olímpicos en el blanco más brillante que puede existir, unos juegos espectaculares de iluminación. Voy hasta a parafrasear la histórica frase de “París bien vale una misa”: “París bien vale una Eiffel”.

En el Sena, barcos, adornados con los colores de las naciones participantes, desfilaron lentamente. Cada embarcación portaba a los atletas, mientras que sus banderas ondearon orgullosamente con la brisa.

Y, claro, hubo momentos reseñables desde nuestro punto de vista, según fuimos midiendo las reacciones: el alborozo que suscitó el paso de la embarcación con de los representantes de Cuba y la simpatía que brotó en todos los presentes con la delegación deportiva de los de Palestina, mientras que ocurrió todo lo contrario con los procedentes de Israel.

Los espectadores en las orillas aplaudían y vitoreaban, creando una atmósfera vibrante y festiva.

Un momento sorprendente ocurrió cuando una amazona con armadura dorada, montada en una estructura metálica con forma de caballo, “cabalgó” majestuosamente por las aguas del Sena. La luz se reflejaba en su armadura, creando destellos que iluminaron igualmente las corrientes del río.

Foto. / jit.cu

Grandes cantantes

La música llenó todo el espacio: la voz poderosa de Lady Gaga resonó a lo largo del Sena. Su actuación, llena de energía y emoción, se complementó con un espectáculo que transformó la noche parisina en un caleidoscopio de colores.

Finalmente, el Grand Palais se convirtió en el escenario ideal para un momento solemne: en lo más alto de ese monumento cultural, la mezzosoprano Axelle Saint-Cirel entonó La Marsellesa, el himno nacional francés.

Su voz clara y pujante se elevó sobre la ciudad, mientras imágenes de mujeres francesas se proyectaban en los edificios circundantes, creando un homenaje conmovedor a la historia y la cultura de Francia.

Muy emotiva fue la reaparición de Céline Dion, cantando con su estilo vibrante el Himno al Amor, de Edith Piaf.

Noo olvidamos las ceremonias de Beijing 2008, Barcelona 1992 (muchos cubanos, o no, la recordamos por la flecha que encendió el pebetero; Freddy Mercury y Monserrat Caballé, con la entonación de Amigos para siempre) y Londres 2012.

El momento más esperado: Marie-José Perec (ex corredora) y Teddy Riner (fenomenal judoca que competirá aquí) encendieron el pebetero, que se elevó -ante los ojos sorprendidos de los que lo presenciaron- en un globo aerostático de 30 metros de diámetro situado en los jardines de las Tullerías, lo que constituyó un impactante colofón de una inauguración excepcional, pese a la lluvia.

Sí, por supuesto, siempre queda mucho más por contar, o por resumir, en una ceremonia de este tipo y, sobre todo, vamos a repetirlo, cuando se trata de la más innovadora y espectacular de toda la historia.

Estos fueron algunos de los apuntes que revisé en mi bloc mojado sobre esta jornada memorable y difícil de superar.

Con afecto olímpico.

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