¡París bien vale un Mijaín! (XXIII)

Logró la proeza: cinco de oro en Juegos Olímpicos


Estimados lectores olímpicos:

La frase histórica es “París bien vale una misa” y se asegura que la pronunció Enrique IV. Hoy, le pido su permiso, quiero parafrasearla: “París bien vale un Mijaín”. Es que acaba de lograr una hazaña: ¡Es el único con cinco medallas de oro, en un mismo evento individual, en Juegos Olímpicos!

Foto. / Ricardo López Hevia

Se trató de la primera de oro para Cuba.

En la carta de ayer mencionamos a las estrellas y los astros que tenían cuatro, pero ahora nos parece oportuno recordarlos, una forma de reconocerlos a ellos y al cubano. Vamos a repetir ese párrafo:

“Hasta ahora hay un pequeño grupo de seis atletas que atesoró cuatro coronas en un mismo evento individual: los estadounidenses Al Oerter (disco), Carl Lewis (salto largo), Michael Phelps (natación/200 combinados), Katie Ledecky (natación/800 libres), la japonesa Kaori Icho (lucha libre) y Mijaín López”.

Lo ocurrido lleva a un ajuste en los registros: ese grupo pasó de seis deportistas a cinco: el pinareño quedó solo en un escalón superior al cual va a ser muy difícil llegar; y hacemos una actualización en nuestra carta anterior: ya Mijaín López no es ML4 (por sus oros en Juegos Olímpicos), sino ML5.

A veces se dice que la última palabra la dice el terreno: en este caso fueron los colchones.

 A París llegaron luchadores de grandísimo nivel, con la única excepción del turco Riza Kayaalp, el gran rival del cubano desde hace unos 10 años, quien dio positivo en las pruebas de doping.

Pero, sin olvidar lo anterior tengo la impresión de que cuando nuestro campeón y su equipo de entrenadores, personal médico, decidieron -tras meses de silencio- que iría a París por su quinto oro, fue porque lo haría “al seguro” (valgan estas comillas, de las cuales tanto se abusa, para reflejar duda y respeto a los rivales).

Aspectos decisivos

Hubo, una vez adoptada esa decisión, otros momentos relevantes, de los cuales solo mencionaremos algunos:

Foto. / Roberto Morejón

-Mijaín que, como siempre, venía cuidándose, apretó el acelerador en su preparación.

-Las buenas bases de preparación realizadas, incluida la última en Croacia y la decisión inteligente de que no participara como uno de los abanderados en el rio Sena y permaneciera unos días más buscando su mejor puesta en forma.

-Haber empezado, después de 35 meses sin competir, desde los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, con un rival menos exigente, el sudcoreano Seungcham, le permitió arrancar el motor antes de ir a una segunda pelea, que era una final adelantada.

-En esa “final”, ante el iraní Amin Mirzazadeh, vigente campeón mundial de Belgrado 2023, y en esa misma ciudad medallista de plata en 2022, haber resistido en un segundo asalto muy intenso el empuje sediento de un joven de 26 años. “Que nadie piense que porque tengo 41 años soy viejo”, había dicho antes en algún momento.

Y, según pienso, cuando le ganó al persa ya no había posibilidades de que alguien lo detuviera.

Sería, ya al día siguiente, este martes, algo así como “coser y cantar”…

El último paso

Se notó una extraña demora en el comienzo de la pelea. Los franceses la resolvieron con música y luces. Luego quedó clara la razón: se esperaba al alemán Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, quien venía para ver el combate.

Foto. / Ricardo López Hevia

A Mijaín lo recibieron con aplausos: el público sabía que iba a presenciar un momento único.

Se enfrentó en la pelea final al cubano nacionalizado chileno Yasmani Acosta, su amigo, con quien entrenó durante nueve años: solo hubo un hombre sobre el escenario (nuestro Gigante de Herradura). El enfrentamiento lo resolvió sin ningún sobresalto: 3-0 el primer período y el segundo igual para un final de 6 a 0.

La emoción, tras el desenlace, era muy grande: Raúl Trujillo, el jefe de entrenadores, quedó inmovilizado en su silla y comenzó a llorar.

Mijaín, a tono con cierta tradición de este deporte, como ya ha hecho en Juegos Olímpicos, proyectó a Trujillo: “Lo estaba esperando”, dijo el especialista. Después cargó a un ídolo suyo, Héctor Milián, campeón olímpico en Barcelona 1992, igual en la greco, división de los 100 kilogramos,.

Entonces volvió al centro del tapiz para realizar otro ritual: lo besó, se quitó las zapatillas y las dejó como una despedida (porque este fue su último combate): “Las dejé con tristeza. Se quedaron en el colchón, que es donde deben estar”.

El campeón declaró:

“Quiero agradecerle a mucha gente que me ha apoyado, a todos los seres humanos. Orgulloso de ser cubano. Y de haber llevado medallas para Cuba”.

Y casi enseguida recibió una video-llamada del presidente de nuestro país, Miguel Díaz-Canel, para felicitarlo.

La premiación fue todo un espectáculo: la medalla de oro en el cuello, la bandera cubana a la espalda, la felicidad, los selfis a su paso con todo el que pudo.

Sí, cumplió la difícil tarea que se propuso.

El día 20 arribará a los 42 años de edad: me atrevo a escribir que debe ser el cumpleaños más feliz de su vida.

A mí, como lector, me encantan las confesiones. Quizás a ustedes también: ha sido un regalo maravilloso que me dio el destino (tras 43 años ininterrumpidos en el periodismo deportivo), el de vivir mis primeros Juegos Olímpicos. Verlo competir desde muy cerca. Y llegar desbordando felicidad ante los periodistas para que les contemos a ustedes pormenores de cuando llegó a nosotros feliz como un niño…

Con afecto olímpico.

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