La gestión del republicano promete ser una continuación del extremismo político
Carlos Marx afirmó que la historia ocurre primero como tragedia y la segunda vez como farsa. Con su victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Donald Trump revirtió esta premisa.
El resultado del magnate fue abrumador; no hay otra manera de describirlo. No solo ganó las votaciones generales: su partido también tendrá el control del Senado y de la Cámara de Representantes, y cuenta con el respaldo de la mayoría en la Corte Suprema.
Su énfasis en la inflación y el uso de un discurso racista, xenófobo y antimigrante –prometiendo deportar a 12 millones de personas– aseguraron su triunfo. No ocultó su mensaje y, aun así, logró ganar adeptos en todos los sectores: clase media, trabajadores y migrantes, cuyas familias ahora podrían enfrentarse a la expulsión.
La derrota de Kamala Harris subrayó el fracaso del neoliberalismo “centrista” promovido por el Partido Demócrata. Esta política se reflejó tanto en lo económico, con la ausencia de un mensaje claro dirigido a la clase trabajadora, como en su política exterior, caracterizada por un apoyo incondicional a Israel. En general, la abogada obtuvo nueve millones de votos menos que Joe Biden en su campaña de 2020.
Fichajes difíciles de tragar

Tras el triunfo del 5 de noviembre, Donald Trump, consciente o inconscientemente, comenzó a dar forma a su gestión gubernamental al nombrar a algunos personeros de su gabinete y causó una ola de espanto en el mundo. Los convocados representan la línea más dura en materia de inmigración, control del gasto y medioambiente.
Uno de los nombramientos más llamativos fue el del senador Marco Antonio Rubio García, como secretario de Estado norteamericano, de origen cubano y considerado un “halcón” en política exterior, defensor de una línea dura y de sanciones contra países.
En el ajedrez político, él es el alfil más importante para abordar los temas relacionados con Cuba y Venezuela. Además, cuenta con el respaldo de la mafia de Miami y mantiene estrechas relaciones con los colombianos Álvaro Uribe Vélez e Iván Duque, cuyos vínculos con el narco paramilitarismo fueron públicamente denunciados por la revista Semana y los destacados periodistas Gonzalo Guillén y Julián Martínez.
No es sorprendente, entonces, que existan lazos ocultos o censurados por los medios de Miami, así como el escándalo en 1987 debido a su relación familiar con su cuñado Orlando Cicilia de Paula, perteneciente a la poderosa banda dirigida por Mario Tarrau.
Este nexo, ocultado por el político en su currículo mientras aspiraba a un escaño al Congreso, lo marcó como mentiroso por su sospechosa omisión y fue objeto de diversos comentarios.
Durante varias ocasiones mintió sobre la llegada de sus padres a Estados Unidos para buscarse la simpatía de los que odian visceralmente a La Habana. Según el “Ilustre Senador”, arribaron a la Florida después de 1959, huyendo de la Revolución Cuba, cuando la verdad es que aún los expedicionarios del Granma no habían salido de México para desembarcar en nuestro país, cuando ya los progenitores de Rubio habían solicitado una visa permanente en la embajada norteamericana.
El demócrata Dan Gelber lo califica de peligroso y relata que el día que este asumió altas responsabilidades en Florida, tomó el micrófono y pidió a los congresistas acercarse a su estrado, les mostró un libro con un gran 100 en la portada. Cuando todos lo abrieron, un murmullo recorrió la sala, pues las páginas estaban en blanco. Rubio había mandado a encuadernar páginas vacías y solo había redactado el título: “100 ideas innovadoras para el futuro de Florida”.
En 2016, el congresista afirmó que Cuba utilizaba ataques sónicos con el propósito de afectar la salud de los diplomáticos de Estados Unidos residentes en La Habana; las llamó las ondas del “rayo de la muerte”. Sin embargo, un informe de la inteligencia de Washington, publicado por los medios, confirmó la inexistencia de esas agresiones.
A todo lo anterior se suman sus esfuerzos y trabajos que realizó con delegaciones miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) para condenar al Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela y así poder justificar, legalmente, una intervención militar; las condenas nunca fueron logradas, a pesar de que, junto con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, presionó y chantajeó a muchos gobiernos.
Portadores del pánico
Otro personaje siniestro de la bancada de Trump es Tom Homan, llamado el “Zar de la frontera”; este sujeto detenta una posición que no existía dentro del Gobierno; según el presidente electo, estará a cargo de todos las entradas del país, incluyendo las marítimas y aéreas. Originario de Nueva York, tiene una larga carrera en el área de inmigración. Trabajó dentro de la primera administración del magnate, siendo el principal promotor de la idea de separar a las familias de inmigrantes ilegales y deportarlos.
A su lado, llegaron los anuncios del próximo secretario de Defensa, Pete Hegseth. Veterano de las guerras de Afganistán e Irak, se encargará de temas como la asistencia militar a Israel en su ofensiva contra Gaza y el apoyo a Ucrania frente a los operativos rusos.
En una de sus decisiones más controvertidas, Trump nombró al inversor de bienes raíces Steven Witkoff su enviado especial para Oriente Medio. El también fundador de Witkoff Group no trabajó en la política, pero se mantuvo cerca del nominado durante meses.
Y otro personaje enigmático es Elon Musk, quien -al igual que Tom Homan- asumirá un nuevo puesto: el de Departamento de Eficiencia Gubernamental para reducir el “exceso de regulaciones, gastos innecesarios y reestructurar las agencias federales”. Propietario de SpaceX, Tesla y de la red social X, es la persona más rica del mundo. Aunque anteriormente fue un crítico de Trump, se convirtió en uno de sus mayores donantes durante la campaña presidencial y ahora trabajará junto al CEO Vivek Ramaswamy, quien ha prometido recortar un tercio del presupuesto federal.
El terror crece cuando salen a relucir estos nombres y les recuerda a todos que las guerras de cuarta y quinta generación incluyen también las psicológicas, apoyadas por poderosos mecanismos mediáticos.