Xiomara, al pie del combate

Una mujer de mediana estatura le entró a la vida con todo para borrar lo malo de su suelo, como le aconsejó el padre, el mártir de la Revolución Mario Fortuny


Xiomara Fortuny Lancís. / Ricardo Gómez

Xiomara Fortuny Lancís es de mediana estatura. Los ojos, detrás de pequeños espejuelos, muestran amabilidad y a la vez una especie de coraza, característica en quienes han pasado por momentos muy duros en la vida.

Tenía solo 11 años cuando supo del asesinato del padre, el mártir de la Revolución Mario Fortuny.

“Tuve la suerte de conocerlo, de disfrutarlo, no tanto como hubiese querido y sí mucho más que otras hijas de los caídos, que no conocieron a sus papás”, dice la mujer con voz precisa.

Dialogamos en un parque de La Habana, donde honran la memoria de quienes sacrificaron lo más valioso, sus vidas, en defensa de ideales de justicia y libertad, en momentos cuando sucesivos regímenes dictatoriales vendían la nación al mejor postor.

Árboles frondosos nos rodeaban: en el sitio hoy existe un parque con numerosas tarjas, en las cuales están incrustados los nombres de quienes fueron ultimados por pensar diferente a los gobiernos de entonces.

A veces, los niños detienen la mirada en los monumentos y luego regresan a los columpios y hamacas.

Precisamente en ese lugar eran torturados y asesinados los jóvenes en instalaciones represivas durante las tiranías de Gerardo Machado y Fulgencio Batista.

Cuando intercambiamos, Xiomara tomó aire en un suspiro hondo y continuó: “Me siento muy orgullosa de mi padre. Él siempre decía que a lo malo había que irle con todo. No soportaba las mentiras y aconsejaba hablar mucho con los jóvenes”.

Luego añadió: “Conversaba mucho conmigo y con mi hermano acerca de cómo sería nuestra patria, sin un tirano”.

Sobre aquel fatídico día de su vida, dijo: “A él lo asesinaron el 27 de noviembre de 1953, coincidiendo con el aniversario del fusilamiento de los estudiantes de Medicina. Lo cogieron saliendo del trabajo y lo llevaron a las oficinas de Investigaciones, lo torturaron. Luego tiraron el cuerpo cerca de la zona de El Laguito, en el municipio de Playa. Aún vivía. Los esbirros le pusieron un petardo al lado para explotarlo y se fueron, pero mi papá logró apagar la llama.

Mario Fortuny. / Cortesía de la familia

“Los asesinos estaban cerca –continúa– y como nunca escucharon la detonación, regresaron y lo capturaron. Estaba muy débil debido a las heridas provocadas por los martirios, entonces le dieron tres tiros”.

Cuenta Xiomara Fortuny que los agentes fueron a su casa en la madrugada, revisaron todo con meticulosidad, porque al parecer debían encontrar algo. Se fueron con las manos vacías.

Al poco rato llegaron policías en una patrulla y preguntaron si era allí donde vivía José Francisco Mario Fortuny, que era el nombre completo…y sencillamente dijeron: “Vayan a recogerlo a la funeraria de San José, donde está tendido”.

“Así nos enteramos del crimen cometido con mi padre”, afirma la mujer y deja correr la mano por el cabello corto y canoso.

Revisando archivos supimos que sobre aquel suceso dijo Raúl Roa: “Había nacido para los otros, y por los otros había muerto en trágica ofrenda. Era un hombre completo, en el sentido martiano del vocablo. No precisa siquiera decir cómo se llamaba. Es ya, más que un nombre. Es un símbolo”.

Aguardamos un momento, antes de intentar retomar el diálogo con Xiomara.

Veo en su pecho un sello como miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), indagamos: “Yo estuve en Angola. Soy internacionalista. De pequeña, cuando estudiaba, hice algunas cosas a favor de los revolucionarios, pero no fueron suficientes. Después tuve la oportunidad de ir a Angola y trabajar posteriormente 20 años en la ACRC del municipio Plaza de la Revolución. Me acabo de jubilar, pero sigo al pie del combate”.

Mucha humildad, demasiada, en una persona en cuya estatura moral puede medirse el valor y aportes de las mujeres cubanas a la historia.

Xiomara tuvo un hermano, fallecido, quien fue miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Además, tiene tres hijos; uno médico, otra profesora y el tercero graduado en Relaciones Internacionales Comerciales, quien también cumplió misión en Angola.

Puedes pasarle por el lado, sin imaginar cuántos recuerdos guarda y el valor de la contribución de esa familia a la obra labrada con las manos de todos.

Buscamos imágenes de Mario y solo pudimos encontrar una foto, aportada por su hija, quien la resguarda en un portarretrato.

Hay historias por contar todavía y seres que renacen en la estirpe de sus frutos.

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