Foto. / researchgate.net
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Anverso y reverso

Tímido hasta el punto de parecer huraño si no se le conocía bien, para sus colegas cercanos desplegaba ingenio y humor, sin dejar de defender con pasión sus puntos de vista


En el volumen Los libros de los otros. Correspondencia (1947-1985) se cita una frase de Italo Calvino, extraída de una entrevista que concediera en junio de 1979: “la mayor parte del tiempo de mi vida la he dedicado a los libros de los otros. Y me alegro de ello”. Se refería especialmente a su trabajo como editor. Al respecto, Giovanni Tesio especifica en la mencionada recopilación:

“La relación de Calvino con la editorial Einaudi es al principio irregular y claudica un poco en el 48-49, cuando el escritor, que acaba de publicar El sendero de los nidos de araña, asume las tareas de redactor de la página cultural en la edición turinesa del diario comunista L’Unità. Pero el vínculo se vuelve orgánico a partir del 10 de enero de 1950, fecha en que se convierte en empleado de la editorial y varía en escasos momentos cruciales: la asunción de un cargo directivo a partir del 10 de enero de 1955 y las dimisiones (sic) del 30 de junio de 1961, sustituidas puntualmente por una relación de trabajo que sigue manteniendo el ritmo de una colaboración bastante estrecha.

“Pero, poco a poco y cada vez más, la colaboración se va reduciendo sobre todo en función del trabajo y de las orientaciones que alejan al escritor de su habitual residencia de Turín: primero se traslada a París, en julio de 1967, y después a Roma, donde reside desde octubre de 1980 hasta su muerte en Siena, el 19 de septiembre de 1985. De modo que la última empresa einaudiana a la que vinculó orgánicamente su nombre fue la colección ‘Centopagine’ nacida en el 71 con la novela de I. U. Tarcheti, Fosca, y terminada en 1983 con una Una vita londinense de Henry James”.

Un testimonio de Carlo Fruttero nos describe cómo se desempeñaba Calvino dentro de Einaudi: “entre 1953 y 1961 […] lo vi todos los días, durante un par de años compartí con él uno de los despachos de la editorial […] en Via Biancamano en Turín, y de aquella convivencia me quedaron algunas impresiones”.

“[…] Todos sabíamos cómo era Calvino: totalmente negado para la conversación, si con esta palabra se entiende la capacidad de hablar con desenvoltura de la lluvia y el buen tiempo […] Desmañado, tímido por no decir torpe, a veces casi tartamudo (aunque, muy en el fondo, fuese puro teatro) inspiraba en los circunstantes un fuerte sentimiento de protección, de ilimitada indulgencia. Las relaciones con los autores italianos publicados por la editorial le tocaban en gran parte a él, que se ocupaba además de la oficina de prensa”.

“[…] Hubiera sido un verdadero caso de esquizofrenia a la Jekyll y Hyde si la vivacidad, el talento, el genio cómico tan presentes en el escritor, hubiesen estado totalmente ausentes del hombre. Calvino era un colega muy ingenioso, muy divertido, pronto a partir de un elemento cualquiera para bordar alrededor fantasiosas extrapolaciones, juegos de palabras, paradojas”.

“[…] De su labor en la editorial recuerdo bien el tono. Terminaba de leer una serie de pruebas, de escribir una solapa, una carta, y las cejas se le aflojaban. Se soltaban en un suspirante parpadeo: ‘¡Uf, otra cosa que me he quitado de encima!’. Un redactor diligente. Y también un decidido opositor a ciertos libros, a ciertos nombres, en las reuniones de los miércoles. Le salía una voz primero tajante, después cada vez más perentoria y colérica, hasta ahogarse de indignación. Como partidario convencido era en cambio moderado, seco, apenas abierto a la discusión. Escondía la indiferencia por algunas disciplinas y empresas tras un respeto boquiabierto por los expertos que se ocupaban de ellas: ‘¡Ah, ah, de veras, diablos!’, y cándidamente se retraía”.

Algunos de los volúmenes incluidos en la colección Centopagine, dedicada a maestros de la literatura universal. / negritasycursivas.wordpress.com


Les invitamos a leer otros textos del dosier “Italo Calvino en su centenario”:


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