De mis días en la cola del gas licuado, vivencias

Las carencias se sobrellevan mejor cuando, a la a la hora de paliar la situación, prevalece la organización y no las intenciones de sacar provecho a la carestía. Es responsabilidad de las autoridades de un territorio que cada actividad se realice con la mayor transparencia posible. Lo contrario fomenta el desaliento. Es lo que sucede en el punto 10005, de Alturas de Alamar


Es una situación difícil de contar; tan complicada como la trama provocada en torno a un servicio tan deprimido como el del gas licuado, cuyo efecto es más notable debido a los apagones. Estamos pasando trabajo –mucho trabajo–, no es un secreto. Nuestra realidad es dura, desde el punto de vista material. No obstante, hay elementos más fuertes –y que provocan un efecto muy nocivo–, como perder de vista cuán necesario es que cada recurso tenga el uso adecuado.

Sé que esta última frase pudiera provocar toda una serie de comentarios soeces acerca de cómo viven otros, de ciertas posibilidades y mucho más, que van rodando de boca en boca, so pretexto de justificar ciertas actitudes dañinas, oportunistas, que atentan contra el funcionamiento de lugares donde se deben solucionar los inconvenientes de la mayoría.

Foto. / Irene Izquierdo

Difícil de contar –les reitero– la experiencia vivida en el punto del gas licuado 10005, de la zona 11 en Alamar. Allí vi irregularidades –y me circunscribo al período en el cual me correspondió estar; lo primero: el mismo equipo de trabajo que el gobierno municipal tenía en el kiosco de la zona 9, conflictivo, problemático y todo lo que los clientes puedan decir, es el que está responsabilizado con el “buen funcionamiento” de la distribución de ese combustible doméstico. A mi modo de ver, ha sido un error, porque los mismos “amigos” que merodeaban alrededor del punto de expendio del módulo, están ahora en el gas, ocasionando los más diversos problemas y el descontento de la población.

Hago un paréntesis y, con él, una reflexión. ¿Quién desconoce los malabares que cotidianamente tiene que hacer la dirección de este país para garantizar la exigua canasta básica que recibimos y que no llega en el tiempo establecido? En esa relación entran también el combustible para todo, incluido el de cocinar. Razón de más para que la venta de cada producto se haga con todo rigor. La demora y alargamiento del ciclo, a usted, a mí, a ellos y a todos, nos va cerrando el círculo, con los consiguientes contratiempos. Es ahí donde deben prevalecer las estrategias adecuadas, la organización y el control, porque, alrededor de los problemas objetivos, hay un grupo de sujetos que –como buitres tras la carroña– se aprovechan de la ansiedad de la gente para provocar aquello que llaman “río revuelto…”.

Y la “…ganancia de pescadores” se traduce en vendedera de turnos, en dejar comprar a personas que no están en la cola, en sacar balitas a la vista pública, en el maltrato cuando las personas protestan y en practicar con bastante frecuencia la fábula del Mono Sabio, sobre todo cuando algunos beodos llegan a cualquier hora a “formar lo suyo” –frase que escuché muchas veces–, porque son reincidentes. Esto no debe suceder donde haya un funcionario público consciente de su función.

Varias de esas personas están probando fuerza para entrar. Se supone que allí solo deben estar, organizadamente, los cinco clientes con turnos. / Irene Izquierdo

Es vox populi que allí prevalece bastante desorden, pero muy pocas veces están presentes los delegados. Salvo la de la circunscripción 100, Tania Mujica Izquierdo, y la presidenta del Consejo Alamar Altura, Aida Beatriz García Rosales, no se ve otra autoridad, ni del Poder Popular, ni de Cupet.

Si el delegado, entre otras funciones, tiene la de velar por los problemas que afectan a sus electores: ¿cuál es la razón por la que no se les ve por allí? Su presencia en ese lugar hubiera podido evitar muchas discusiones fuertes que se han dado ante las irregularidades manifiestas.

En breve comenzarán a dar los turnos. Es un momento de mucha tensión, porque no siempre prevalece el orden. / Irene Izquierdo

Cuentas que no dan

Los mensajeros, quienes por sus funciones compran diariamente y son 15 los emplantillados, tienen derecho a llevar dos balitas –y cuatro el del Valle de Berroa, por la ubicación de ese enclave– a las que se suman las de los 10 impedidos de cada jornada. En los dos días daría un monto de 84. Con estos datos, sin tener en cuenta el “piquito” por encima de los 100 cilindros, vamos a ver que entre lunes y martes (10 y 11) debieron entrar 200 y el segundo día cerró con solo 72 clientes despachados, en total. Recuerden que el cálculo está hecho sobre la entrada de 100. Eso demuestra que no se conoce el destino de 44 unidades. Un somero cálculo matemático indica que la cuenta no da. ¿Adónde fue a parar la diferencia?

La cuenta no puede dar, porque hay muchos amigos y compromisos, y hasta el uso de la responsabilidad que el gobierno les da para favorecer a los familiares. Como muchos allí presentes, fui testigo de un acto de impunidad total. Un joven que entra y sale a sus anchas en el establecimiento –para ello debe contar con la anuencia del administrador y de las representantes del gobierno; entró una primera vez con sendas balitas vacías en los hombros y salió con ellas llenas. Un rato después volvió a hacer la misma operación. En la tercera ocasión no tuvo éxito porque la repulsa de la gente se lo impidió.

Según los comentarios de aquellas personas que estaban ya enardecidas por todas las irregularidades que no les permitían adquirir su gas en correspondencia con el turno que tenían; esa “gestión” de los transgresores se paga muy bien, solo que los receptadores nunca van a reconocer que lo son.

Ocurre, igualmente, que cuando las personas están más tensas, aparece el “buen samaritano/a” con la intención de “ayudar” y ofrece la venta de un turno mágico, salido de otras manos mágicas. Números que a la hora de repartir se saltan y las personas no se dan cuenta, por la tensión. En el momento de comprar aparece un rostro jamás visto.

Una vivencia en mi opinión preocupante es que la gente se comporta de manera que evidencia cierta resignación que en nada ayuda a combatir lo mal hecho. La corrupción es un daño que se debe rebatir con total energía y denunciarla todas las veces que sea necesario. A la vez, resulta indispensable que las quejas, sobre todo de la envergadura de estas, sean escuchadas, en virtud de que tengan las soluciones adecuadas.

Cinco personas son de la cola; el resto, “observadores”. / Irene Izquierdo

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Un comentario

  1. Buen trabajo, según mi modesta opinión. Denuncia un mal, generalizado en el país. Y si para los habaneros es importante adquirir la famosa balita por los apagones que usted refiere, que en esa provincia tienen de plan como promedio 5 horas semanales, imagine en Holguín, que tenemos 84 para los 7 días.
    Corrupción y más corrupción.
    Hasta cuándo caballeros???

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