Foto. / Pastor Batista
Foto. / Pastor Batista

En idéntico curso

No. No serán ellos, los niños, quienes duerman con cierta dosis de ansiedad esta noche de domingo, aguardando por ese primer día de curso escolar que cada año se torna un vendaval de abrazos, de reencuentros, de canciones… de alegría.

Sé de algún que otro padre, madre, abuelo (y podemos formularlo, perfectamente, en plural) que también amanecerán “medio agitaditos”, ayudando al chama a ponerse el uniforme, verificando si la pañoleta está bien anudada, apurándolo para que no llegue tarde a la formación… como si en lugar del niño o la niña fuesen ellos los alumnos.

Si exagero, no lea usted una línea más. Si estoy en lo cierto -porque usted no ha dejado de ser o de sentirse un escolar- entonces no hace falta un click de aprobación, un Me gusta ni cosas parecidas propias de esas redes que terminan enredándonos…

Nada de eso, simplemente disfrute llevar de la mano a su pequeña hija, hijo o nieto (no importa si incluso el destino es la universidad) porque comenzar un nuevo curso es siempre todo un acontecimiento social, institucional, pero también familiar.

Y mucho más si para asegurar, al menos lo mínimo indispensable, hay que “guayar” duro contra tantas escaseces y adversidades, que por un lado molestan, fastidian y obstaculizan, pero por otro acentúan la capacidad que tenemos los cubanos de no frenarnos ante nada. Nada.

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