El Puente de Bacunayagua, maravilla de la ingeniería civil cubana, marca el límite territorial entre las provincias Mayabeque y Matanzas, salvando el abismo de 110 metros que las separa
A 18 kilómetros al oeste del centro de la Atenas de Cuba, sobre el Valle de Yumurí, se erige majestuosamente, en medio de complejos accidentes geográficos y características geológicas del terreno, el Puente de Bacunayagua. La obra fusiona la audacia ingenieril con la belleza del entorno que lo acoge. El viaducto constituye un testimonio vivo de la capacidad, experticia e intrepidez de los profesionales cubanos que lo concibieron y ejecutaron.
Tras estudios geológicos y levantamientos topográficos realizados en 1954 y con la firma del Decreto Presidencial No. 2124 del 26 de julio de 1955, que autorizaba la construcción del puente, la escena quedaba lista para que a finales de 1956, durante el gobierno de Fulgencio Batista, con los primeros movimientos de tierra comenzara a alzarse con un impresionante, innovador y atrevido diseño. El costo total ascendió a 1 898 254 pesos.
La Firma Sáenz, Arvesu, Cancio, Martín & Gutiérrez (SACMAG) tuvo a cargo el proyecto. El ingeniero Luiz Saenz Duplance fue el proyectista principal del puente que, sostenido por pilares con refinadas arcadas, se extiende a lo largo de 313.50 metros con 11 luces de 28.50 metros y 110 metros, desde la superficie del río hasta la cara inferior de la losa.
A modo referencial, si se quiere tener una idea aproximada de la altitud de este coloso, el edificio del hoy Hospital Hermanos Ameijeiras se alza a lo alto de 112 metros, mientras que el puente lo hace a través de 110.
La elevada pasarela, que aparenta flotar sobre el valle, forma parte de la considerada primera autopista de Cuba, la Vía Blanca. Tras el auge del turismo internacional en la segunda mitad de los años cuarenta y con el objetivo de facilitar en menor tiempo y con mayor comodidad el desplazamiento de los visitantes foráneos hacia las playas del este de La Habana y la de Varadero, se comenzó a construir en el año 1946.
Partiendo desde la rotonda de la Fuente Luminosa, aledaña a la Ciudad Deportiva, la construcción del vial, que adquiere su nombre de las franjas de hermosas playas que bordea en gran parte de su trayecto por la costa norte, fue promovida por el arquitecto y urbanista Pedro Martínez Inclán y formaba parte del Plan de Remodelación de la capital o Plan Director, que agrupaba varios proyectos.
La urbe habanera ya se encontraba enlazada, desde el gobierno de Gerardo Machado, a través de la Carretera Central con la Ciudad de los Puentes, aunque no así con Varadero. Con la ejecución del Puente de Bacunayagua como parte de la Vía Blanca, una conexión más expedita se establecía entre ambos territorios, incluyendo esta vez el balneario yumurino. La gigantesca mole de concreto era la última pieza que faltaba para concluir el vial de más de 130 kilómetros de longitud.
Aunque en la actualidad no cumple con los parámetros para ser considerado como autopista en toda su extensión, constituye uno de las carreteras más transitadas del país, pues interconecta a la capital y ciudad más poblada cubana con un importante destino turístico del Caribe. Unida a la Autopista Nacional y la Carretera Central conforman las tres vías de más relevancia de la nación.
En el puente se emplearon sistemas pre y postensado para ofrecerle mayor fortaleza y durabilidad. Según aparece recogido por Juan de las Cuevas Toraya en el libro Las Siete Maravillas de la Ingeniería Civil Cubana de la Editorial Científico Técnica, el Puente de Bacunayagua está cimentado en una exuberante zona de difícil acceso directamente en la roca con apoyo de torres tipo Vierendel, postensadas en el arco central. Las vigas se colocaron mediante camiones grúas y tienen 47 toneladas de peso cada una.
Asimismo, agrega que la obra se encuentra formada por estribos cerrados, en tanto, las pilas fundidas con moldes deslizantes, “por pórticos de dos columnas apoyadas en la roca, excepto las tres pilas centrales que se apoyan sobre dos arcos poligonales simétricos unidos en sus nudos por vigas transversales de gran rigidez, y sobre las columnas un cabezal que soporta las vigas”.
La estructura del puente, por su elevado peso, fue prefabricada íntegramente con concreto armado en el lugar. La cubierta tiene vigas de hormigón reforzado, que salvan 28 metros de luz con un peralto de 1.30 y un espesor de 15 cm.
El empleo de este sistema se traduce en la distribución de las fuerzas de una estructura más estable, eficiente, resistente al paso del tiempo, y capaz de soportar cargas extremadamente pesadas en comparación con otros métodos tradicionales. La economización de recursos y reducción de costos constituyó otra de las ventajas del uso de este sistema patentado en 1892 por el austriaco Joseph Melan.
Ante la inexistencia en la época de grúas que pudiesen alzar más de 30 toneladas de peso, las vigas se ubicaron mediante armaduras de lanzamiento. El hormigón estructural fue usado para las vigas, mientras que el acero laminado para los semiarcos que se construyeron paralelamente en ambos lados del puente. Estos materiales ofrecían resistencia a los embates climáticos y se utilizaron por primera vez en Cuba.
Desde el año 1997, el Puente de Bacunayagua es considerada como una de las Siete Maravillas de la Ingeniería Civil Cubana, fruto de la selección de entre 37 obras candidatas por parte de los miembros de la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de la Isla.
En la selecta lista, acompañan a dicho Puente, el Acueducto de Albear, el Sifón, bajo la bahía del Alcantarillado de La Habana, la Carretera Central, El Edificio FOCSA, el Túnel de la Bahía de La Habana, y el Viaducto de La Farola.
Labores de reparación que se extendieron desde 2011 hasta 2015 les restituyeron la vitalidad a los pórticos, vigas, tableros y arcos. Estas acciones le devolvieron al viaducto su capacidad portante inicial y la seguridad de seguir operando por dos décadas sin necesidad de volver a intervenirse.
El Puente, cimentado sobre un hondo cañón cerca del mar, cuenta en el lado oeste con un mirador, que constituye parada obligatoria y un inigualable atractivo turístico para quien de tránsito hacia Matanzas– o regresando de ella– desee contemplar desde una posición privilegiada el mítico Valle del Yumurí (al sur) y la desembocadura al mar del río Bacunayagua (al norte).
Si bien la estructura no contó con una inauguración oficial, fue el 26 de septiembre de 1959, tras un recorrido que realizara por la obra el Comandante en Jefe Fidel Castro en compañía de Celia Sánchez, que se adoptó esa fecha como la de su inauguración, aunque no fue hasta una semana después, el 3 de octubre, cuando se abrió al tránsito.
Luego de 65 años, el Puente de Bacunayagua continúa desafiando al tiempo y la naturaleza. Testigo de innumerables bienvenidas, regresos y despedidas constituye, junto al valle sobre el que parece levitar, fuente inagotable de inspiración para pintores, músicos y poetas que se han rendido ante su majestuosidad.
El matancero que en retorno transita la mole de concreto y acero presagia que, más importante que llegar, es saberse llegando.