Foto. / Pastor Batista
Foto. / Pastor Batista

Eunomia acaba de coronar 99 calendarios

Lea aquí la respuesta que puede dar una humilde campesina cuando la vil mano del imperio le asesina al hijo amado


Por medio del comunicador de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Puerto Padre, municipio ubicado al norte, en provincia de Las Tunas, supe que hace unas horas cumplió 99 años Eunomia: una mujer a la que muchos cubanos no conocen, pero ante quien todos debemos inclinarnos.

Tomada de Facebook Con el dolor irreparable de haber perdido a Ramón, Eunomia arribó a sus 99 años de edad. / Pastor Batista

Su primer apellido es Peña, mas siempre he pensado que muy bien pudiera llevar el de Mariana (Grajales), la madre de los Maceo.

Dentro de 364 días más, Eunomia completará un siglo de vida, aunque para muchos arribará a un siglo de profundo e irreparable dolor, sostenido, eso sí, sobre pilotes de purísima convicción y de principios irrenunciables.

Su existencia parece haber quedado detenida en el tiempo, aquel 19 de julio de 1964 cuando la mano del imperio se anotó una muerte más, al halar un gatillo desde la ilegal e indeseable Base Naval de Guantánamo y asesinar al joven soldado Ramón López Peña.

De origen absolutamente campesino, el muchacho se había incorporado a ese bastión de la defensa del país 17 meses atrás, no sin la preocupación de su padre, el carbonero Andrés López, quien antes de partir, tomó entre sus callosas manos las de su hijo para aconsejarle: “No te descuides, mi´jo, esos marines son capaces de cualquier cosa”.

Y, mirándolo fijamente a los ojos, con adulta madurez a pesar de su juventud, Ramón le respondió: “No se preocupe papá, voy a seguir cuidándome allá y a cumplir de Patria o Muerte mi deber”.

Eunomia Peña: la mujer que no les dio el gusto a los asesinos de su hijo de que la vieran llorar. / Pastor Batista

Al recibir la fatídica noticia, Eunomia y Andrés creyeron morir también. Sin embargo la humilde campesina se empinó como nadie hubiera sido capaz de imaginar. Y vestida de miliciana, luego de dejar a sus otros 11 hijos al cuidado de amigos y vecinos, partió sobre un Yipi hacia Guantánamo.

Recoge la historia que, una vez allí, entrevistada por la prensa, declaró que no lloraría porque no les iba a dar a los asesinos de su hijo el gusto de que vieran sus lágrimas.

¡Qué estirpe, qué mujer! No era la cubana graduada de estudios superiores, ni siquiera de bachiller o de la enseñanza media. Era una sencilla y humilde campesina que ni posibilidad de ir a la escuela tuvo en su niñez.

Repaso palabra por palabra la esencia de su frase, la negativa ante el llanto que pugna por brotar y comprendo la postura que, también, en un momento de los funerales, adoptó su esposo Andrés, cuando le suplicó a Raúl Castro Ruz que le permitiera a él, como padre, terminar allí, en la Frontera, el tiempo de servicio militar que le faltaba a su hijo Ramón.

Qué hermosa –aunque cuán dura, caramba– es nuestra historia.

Mucho nos falta por conocer o por darla a conocer más, ¿verdad Eunomia?

Un abrazo enorme para ti: bella, tierna y cubanísima mujer, a quien todos los cubanos pudiéramos decirte Mamá, no solo cada segundo domingo del mes de mayo.

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