El General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder indiscutible de la Revolución Cubana, arriba este 3 de junio a su cumpleaños 93 con un merecido homenaje de su pueblo que lo admira; mientras, él sigue firme con los pies en el estribo
El poblado Birán del oriente cubano tiene la dicha de que en su suelo están marcadas para la eternidad las huellas de hijos dignos con un rumbo de coraje, sacrificio y ejemplo, en páginas imborrables para la historia de Cuba. Allí donde el tiempo mantiene la fuerza de los caguairanes y la corriente de los ríos atraviesa pinares, lomas y palmeras, nació Raúl Modesto Castro Ruz, el 3 de junio de 1931.

Más de una vez Fidel volvió a vivir aquella fecha “cuando don Ángel aquietaba su alarma dándole vueltas entre sus manos al sombrero. Ya había aclarado y aún Lina no había dado a luz. Con la misma lentitud del goteo de rocío, el alumbramiento demoraba. Despertaban los ruidos cotidianos del batey…
“Fidel sin comprender la dimensión de lo que ocurría permanecía expectante en el corredor y tal vez junto a él sus hermanos Ramón y Angelita. A la una en punto de la tarde escucharon el llanto del recién nacido. Isidra dio la buena noticia con una sonrisa amplia en la que Fidel adivinó la alegría: ‘Ambos estaban a salvo’”, narra Katiuska Blanco en su libro Todo el tiempo de los cedros.
Raúl Siempre se sintió rodeado del amor familiar; sus padres le trasmitían una dosis de cuidado y una educación de firmes valores. Los recuerda como seres de trabajo, de despertar madrugador y laborioso allí donde para él todo era apreciado: “lo mismo los haitianitos, que los rumores del monte, los campesinos veteranos de las guerras, los amigos de juegos, el paisaje de Pinares de Mayarí en lontananza, el quejumbroso andar de las carretas y el susurro del viento de las cañas, el escándalo en la valla de gallos, los dulces de harina y miel…”
Corría el año 1936 y Lina visitó a sus hijos mayores Ramón y Fidel a Santiago Cuba donde estudiaban en el Colegio La Salle. La acompañaba Raúl de unos cuatro años y medio de edad. Era sábado, el pequeño vio un ambiente de juegos e insistió en quedarse con los hermanos. La madre, para complacerlo, le compró en una tienda cercana lo imprescindible para la estadía. “Raúl era muy pequeño, era algo así como la mascota del colegio, no debía cumplir los horarios, no asistía a misa, no pertenecía a ninguna clase o grupo, deambulaba por los pasillos impaciente porque llegara el horario de recreo, y se asomaba insistente a las aulas donde esperaba divisar a sus hermanos, o corría montado en un velocípedo por los pasillos”.

Fidel veía malcriadez en su hermano e insistía en la necesidad de ponerle disciplina; Ramón lo consentía, lo veía muy pequeño para tantas exigencias. Raúl causó simpatía en el acto de fin de curso al ser el más pequeño en edad. Se movía con gracia en el escenario mientras cantaba y el auditorio reía: “la puerta de mi casa tiene una cosa, la puerta de mi casa tiene una cosa, tiene una cosa, pero qué cosa: que se abre y se cierra, que se abre y se cierra como las otras, como las otras…”.
Luego inscribieron a Raúl en una escuela cívico militar donde sentía nostalgia por el ambiente natural de Birán, donde le gustaba mucho montar a caballo y andar libre por el campo. Aún no tenía la edad requerida y continuó sus estudios en el Colegio Dolores en Santiago de Cuba. Allí estaban Fidel y Ramón; vivían en un cuarto los tres. Al graduarse en dicho centro, Raúl matriculó en el Colegio de Belén de la Habana en 1945, el mismo año de la graduación de Fidel como Bachiller. Permaneció un curso y regresó a Birán: se puso a trabajar con el empleado encargado de registrar la contabilidad de la finca. Su papá lo había destinado primero a la cosecha de papas, luego de carretillero y dependiente. Recibía de salario 60 pesos, una verdadera fortuna.
Tomó tal decisión al estar “extenuado de los rigores dogmáticos, las obligatoriedades estrictas: ir a misa tempranito, rezar Avemarías, asistir a clases, rezar la letanía en latín durante la noche, comulgar sin falta, confesarse… y del hábito pertinaz del padre espiritual de insinuar pecados o descubrirlos en cualquier pensamiento natural para un barón de su edad”.
Fidel valoró la pérdida de tiempo de su hermano y explica sobre esa situación: “Entonces, lo persuadí de que viniera a estudiar. […] existía un programa de ingreso a la Universidad en una carrera, le llamaban Administrativa, asociada en cierta forma a las Ciencias Sociales, al Derecho Diplomático, a la carrera de Derecho”. Raúl ingresó en el curso 1950-1951. Estaba bajo el abrigo de su hermano quien le propició suficiente literatura política y filosófica: al sentirse guiado por alguien tan capaz y contar con una marcada inteligencia, asimiló todo aquel bagaje de conocimientos, los relacionó con la práctica social y comenzó a echar su suerte con los vilipendiados del mundo.

Se incorporó a la primera línea de las manifestaciones estudiantiles al asociarse a jóvenes de filiación comunista y progresista. A raíz del golpe de Estado protagonizado por el sátrapa Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952 –se instauró una criminal dictadura–, el joven revolucionario se sintió más comprometido con la causa revolucionaria. Solo se vislumbraba el camino de la rebelión y en tales propósitos se alineó junto a Fidel en un enfrentamiento directo al nefasto causante de un país sin ley ni Constitución. A ello se unían varias demandas juveniles.
Raúl fue designado para presidir la delegación cubana a la Conferencia Internacional en Defensa de los Derechos de la Juventud en Viena, Austria. Partieron el 24 de febrero de 1953 a bordo del vapor Reyna del Pacífico. Después de un recorrido por Praga y París, invitado por organizaciones estudiantiles, regresó a su tierra desde Génova en el vapor italiano Andrea Gritti.
De inmediato se reincorporó junto a Fidel a los preparativos para atacar una fortaleza militar del país, información compartimentada por medidas de seguridad. Solo unas horas antes del asalto al cuartel Moncada el 26 de julio, conoció en la Granjita Siboney su misión: la designación de un grupo de cinco hombres para tomar el Palacio de Justicia, situado al lado del cuartel Moncada, un punto estratégico de suma importancia por su altura.

Raúl logró dominar el edificio, junto a sus seguidores tomó prisioneros a los guardias custodios de la instalación. Escalaron la azotea desde donde abrieron fuego hacia el cuartel como apoyo a los atacantes de ese sector. Al no funcionar el factor sorpresa, Fidel dio la orden de retirada. En ese momento Raúl y sus compañeros repelieron el ataque de un grupo de soldados en las áreas del Palacio y los detuvieron. El futuro ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias demostró coraje y poder de decisiones. Organizó el despliegue de sus acompañantes en la acción y más tarde fue detenido en el trayecto del poblado de Dos Caminos a San Luis. Lo envían al Moncada, después al Vivac y de allí a la Prisión Provincial de Oriente, más conocida como Boniato.
Durante el juicio a los asaltantes al Moncada, conocido como la Causa 37, a las distintas preguntas del fiscal, incluyendo una interrogante de si Fidel lo embulló, Raúl, con las manos cruzadas a la espalda, el mentón alzado, el pelo cortado y una discreta sonrisa prendida en sus labios, declara sin titubear y con mucha firmeza:
“¡Sí participé! Si hubiera sido porque mi hermano Fidel me embullara no hubiera venido, nunca lo hizo, yo vine a Santiago por resolución propia, anduve muy ligero para que se me permitiera tomar las armas, para ver si cambiamos este sistema. […] Había que destruir este gobierno, primero, para adecentar al país y hacerlo progresar como es debido, como uno de los postulados de esta Revolución, ya Fidel lo dijo en su primera comparecencia en el juicio, la que querían Martí y Maceo, la de nuestros mambises…”.
Al joven Raúl Castro le anunciaron una condena de 13 años de cárcel. Se mantuvo junto a Fidel y los demás moncadistas en el Reclusorio Nacional para Hombres en Isla de Pinos hasta el 15 de mayo de 1955, cuando fueron liberados por la amnistía decretada ante la presión popular. Denominaron a esa etapa prisión fecunda. A pesar de las grandes vicisitudes, la consideraron como una cátedra; los instruyó más para los nuevos combates.
Raúl visitó a sus padres en Birán -para Fidel era muy riesgoso. Luego se asiló en la embajada de México y partió hacia ese país. Su hermano lo haría unas semanas más tarde. Se iniciaba una nueva etapa: la preparación de los futuros expedicionarios, el desembarco en el Granma, la dispersión en Alegría de Pío, el reencuentro con Fidel en Cinco Palmas 18 de diciembre de 1956 y el diálogo histórico:
–¿Cuántos fusiles traes? –pregunta Fidel a Raúl.

–Cinco.
–¡Y dos que tengo yo, siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!
Pensaba que su hermano había enloquecido, mas confió en su pensamiento quijotesco y como un fiel Sancho, se dispuso a arremeter juntos contra los molinos de malos vientos esclavizadores de la patria. Entre combate y combate mostró su capacidad combativa y arrojo. Con los grados de comandante Fidel lo nombró jefe del Segundo Frente Frank País; tomó posición el 11 de marzo de 1958 en Piloto del Medio. Un territorio de más de 12 000 kilómetros cuadrados. Era una nueva y difícil misión; pone todo su empeño y contribuye junto a otros Frentes al triunfo definitivo el 1º de enero de 1959.
Por tantos méritos acumulados desde el inicio de la Revolución triunfante fue nombrado ministro de la Fuerzas Armadas Revolucionarias. Logró un proceso de construcción militar y hace segura nuestra defensa ante las perennes amenazas del imperio del Norte. Evitar la guerra ha sido para él una victoria.
Hombre familiar, contrajo matrimonio con Vilma Espín el 26 de enero de 1959 y consideró ese acto: “[…] lo mejor y más lindo que hice en mi vida”. De ella recibió la siguiente dedicatoria en un autorretrato: “Espero que estemos siempre juntos y no sea necesario que cuando quieras verme apeles a esta foto ¿verdad?”
Raúl resultó electo presidente de los Consejos de Estado y de ministros el 24 de febrero de 2008. En su primer discurso tras asumir el cargo expresó: “Estoy consciente de la responsabilidad que entraña ante el pueblo la tarea que se me encarga…”. Siguió encaminando los destinos del país con una política acertada siempre fiel a la doctrina de Fidel. Concluye dicha responsabilidad el 18 de abril de 2018.
En palabras de Eusebio Leal “…el líder de la Revolución hoy se llama Raúl Castro Ruz, no porque se le dijo ni porque se lo mandaron ni porque lo heredó, en este caso el sentimiento de cuna de padre y madre es puramente accidental. ¡Esta condición fue de la sangre y de las ideas! Y ¡Está ahí por lo que hizo, por lo que ha hecho y por lo que hará!”.
Es el transcurrir del tiempo, para el niño de Birán, el héroe del Moncada, del Granma, de la Sierra, el Segundo Frente y de la Cuba en Revolución, florecen sueños y ganas de batallar porque puede confiar en que “hay millones de brazos con sus machetes aquí”, al decir del cantor.


________________________
Fuentes consultadas
Los libros: Todo el tiempo de los cedros, de Katiuska Blanco y Moncada: Motor de la Revolución,compilación de Aida Elena Rodríguez Reinier; Revista Verde Olivo, Edición Especial, Año 62, número 1, febrero de 1921.