Que la población admira, se identifica y sigue a sus más queridos dirigentes, es un hecho real. Muy bien viene, entonces, concretar ese sentimiento, todo el tiempo, en acciones
Hace poco, durante la celebración nacional por los 65 años de constituidos los Comités de Defensa de la Revolución, viví una de esas experiencias que uno suele recordar durante mucho tiempo o toda la vida.

Al concluir el acto una ola de avileños rodearon a Gerardo Hernández para saludarlo, abrazarlo, besarlo, pedirle que les autografiara un libro, tomarse una foto junto a él.
La escena no me resultaba nueva. Sucede con él frecuentemente, pero ocurre también con otros dirigentes cubanos incluido el presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez, durante visitas o recorridos que habitualmente realizan por el país.
Nadie le estrecha una mano, abraza o desea retornar a su casa con un recuerdo fotográfico de alguien a quien no admire, estime, quiera.
Es evidente que esos momentos traducen, además, identificación, apoyo hacia esas personas, no solo como individuos de la sociedad, o por la trayectoria que han tenido, sino por las funciones de dirección que realizan.
Y es obvio, también, que esos sentimientos constituyen favorable base para echar rodilla en tierra junto a ellas.
El asunto está en concretarlo luego, a pie de barrio, en centros laborales o estudiantiles, todo el tiempo.
La mejor o más objetiva manera de demostrar ese cariño enorme que todos sentimos por nuestro Coordinador Nacional de los CDR (para volver a la recurrente vivencia del 28 de septiembre) no está solo en colmarlo de los abrazos que millones de cubanos hubiéramos deseado darle mientras guardaba injusta prisión en Victorville, California, o cuando por fin retornó a la patria junto al resto de los Cinco Héroes.

Es –además, y sobre todo en el complejo contexto social, económico, político e ideológico actual– “aterrizar”, concretar en acciones el llamado que él, como mismo Díaz-Canel, Marrero, Salvador… hacen para salvar al país, reimpulsar la economía, contrarrestar el brutal bloqueo norteamericano contra nosotros y la no menos feroz y sucia guerra mediática por numerosas vías, en particular mediante las redes sociales.
A los seres queridos, a las personas que uno ama, respeta y apoya no les falla.
Demostremos esa gran verdad llevando, cada quien, a vías de hecho –y atemperada al momento actual– la esencia y la razón de ser de aquella estructura única en el mundo, creada por Fidel, que no por gusto encadenó el término Comité con las inseparables palabras de Defensa de la Revolución.
Entonces, no tengo la menor duda, Gerardo y todos esos representantes de nosotros mismos que solemos colmar de abrazos, besos o de selfies que remontan vuelo por el mundo entero, sentirán que, efectivamente, los queremos de verdad, con la vida, como llevamos siglos enteros queriendo los cubanos.


















