“La mejor recompensa es que la obra impactó”

La recién concluida serie televisiva Calendario y la polémica con la trama religiosa, sus referentes creativos y la inclusión en los medios

Por. / Victor Manuel Miranda Hernández, estudiante de Periodismo


Un estreno doble –pues no bastaron los mil quinientos asientos del cine Yara– sirvió de antesala al último domingo que la pantalla chica dedicaría al fenómeno televisivo del momento: la teleserie Calendario. Su tercera y última entrega tuvo una recepción positiva, mas no por ello exenta de polémicas.

Magda González Grau, realizadora del programa, se presenta como un libro abierto en cuanto a su visión artística y experiencias a lo largo de estos tres años al aire. En la entrevista que concedió a Bohemia confiesa que le divierte la dicotomía del debate sobre qué tan fiel es la representación cristiana estrenada en esta temporada, pero apunta que la intención nunca fue difamar la religión.

–Esa parte de la serie televisiva tiene un leitmotiv que estuvimos defendiendo desde el primer capítulo. Lo enunció Karen Machado en su papel como Sofía: “Dios es amor.” El objetivo es que el público reflexione sobre la realidad. No fue nuestra mente afiebrada la que nos dijo cómo iban a ser esos personajes. No los sacamos de la nada: existen. ¿Que no son así todos los cristianos? Es verdad. Escogimos a los que el fundamentalismo puede traerles consecuencias en su vida porque la dramaturgia necesita conflicto, esa es su esencia. ¿Para qué voy a concebir un personaje que no sufre ninguna contradicción, sin obstáculos?

Un argumento esgrimido en las redes sociales contra los creadores, podio que la directora comparte con el guionista Amílcar Salatti, es: “mi hija es cristiana, va a la escuela y no tiene problemas”.

–Correcto. Su hija no es materia de una serie dramática, nos responde la directora de televisión.

Construir un relato de ficción incisivo a la vez que acertado no deja de ser desafiante. Si bien la redacción de los textos corresponde a Salatti, Grau igualmente lleva de la mano el proceso creativo. Para ella, contar de forma apropiada historias que le son ajenas requiere una intensa preparación previa.

–Creo mucho en el conocimiento. Si se va a hacer una obra hay que saber de lo que se habla. Acabo de presentar una ponencia en el Festival Nacional de Telecentros bajo el título “Si no sabes, no te metas”. Terminé corrigiéndome: “Si no sabes, investiga”. Si nada más fuera a hablar de lo que yo sé, estaría muy limitada a la hora de abordar temáticas. Hay que investigar.

De ahí que la trama se nutra de las vivencias del equipo creativo.

– El tema lo escogemos, primeramente, porque el público lo quería en pantalla, según un estudio realizado tras la primera temporada por el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Cubano de Radio y Televisión. También porque en una escuela donde grabamos Una Calle Mil Caminos, un mural decía la cantidad de cristianos en el grupo. Resultó ser una iniciativa propia de una profesora, de espaldas al Ministerio de Educación. Cuando le señalamos que segregar a los estudiantes es un incumplimiento de la Carta Magna, se escudó en que los cristianos “son raros porque no quieren ponerse la pañoleta” o “no quieren saludar la bandera”.

Esta idea del educador que lleva sus creencias personales a una institución educacional pública devino en el papel de Humberto, que interpreta Patricio Woods.

–Está inspirado en un maestro que conocí, que se llevó las manos a la cabeza cuando supo de la pareja lésbica que encarnan Jennifer Pupo y Karen en la segunda temporada. “¡Desgraciaron Calendario!”, fueron sus palabras. Fíjate, cuánto prejuicio existe, pero no debe ser. Uno, aunque tenga ideas propias respecto al asunto, no las puede llevar al aula porque hay una Constitución y una sociedad ante la cual se tiene que responder.

La directora huye de crear estereotipos: el oriental, la jinetera, el homosexual. Cree, en cambio, en el arquetipo: el personaje humanizado que lleva en sí mismo una tesis, pero no es un cliché; el personaje que no es nunca de una sola pieza, sino multidimensional.

–Yo digo que soy todos los libros que me he leído, todas las películas que he visto, todas mis experiencias vitales. Los brasileños me dan lecciones todo el tiempo en las novelas. Veo muchas. Recuerdo “Lado a Lado”, en la cual la actriz Patricia Pillar hacía de una mujer mala, malísima, que robaba un niño, que mataba, etc. Y, al final, todo lo hacía por su familia. Me parecía genial desde el punto de vista dramático.

El mismo Humberto, despreciando su postura, es un docente estelar que le hace la competencia a la protagonista, Amalia.

Tras el último domingo de Calendario, ¿cómo le gustaría que trascienda la serie entre los televidentes?

“Quisiera que Calendario sea una serie que marque muchas generaciones y que siempre sea un punto de referencia.

Tras el beso de las lesbianas de la temporada pasada una amiga mía, que votó a favor del Código de la Familia, me dijo: “Chica, me chocó. Yo pensaba que no era homófoba y cuando vi ese beso en pantalla me di cuenta de que tengo que seguir trabajando para mejorar en esa línea.” Ha sido el mayor elogio que me han hecho a mí por esa subtrama, porque haber puesto un beso entre dos mujeres en televisión hizo que la gente empiece a pensar que eso hay que naturalizarlo, que nadie se puede escandalizar. Choca porque no está en pantalla.

“Todo lo que quiero es contribuir a que estos temas se hagan naturales, a que se polemice y se llegue a conclusiones positivas, a que la gente quiera ser mejor humano porque ven a Amalia como un paradigma. Me gustan los premios, pero no persigo ese tipo de éxito. La mejor recompensa es que la obra impactó”.

***

“Yo no voy a decirte que soy un hombre puro. Entre otras cosas, falta saber si es que lo puro existe. O si es, pongamos, necesario,” fueron frases escritas por Nicolás Guillén y Amalia, protagonista de Calendario, recitó a sus alumnos en su primer día como maestra.

De la mano de su directora, Magda Gonzalez Grau, la serie montó al público cubano, sediento de contenido televisivo fresco, en una montaña rusa de emociones a lo largo de los cuarenta episodios que ofrecen sus tres temporadas.

La trama se excusa en el personaje de Amalia, una peculiar profesora de Español-Literatura, para contar las historias de los jóvenes cubanos de hoy. Fue tal la destreza de su guionista, Amílcar Salatti, que la representación de estas diferentes aventuras y desventuras logran conectar con el público.

El poeta nacional y la docente continúan: “¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura, el agua de laboratorio, sin un grano de tierra o de estiércol, sin el pequeño excremento de un pájaro, el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno? ¡Puah, qué porquería!”

Calendario nunca trató de lo puro o, al menos, no del concepto esquemático que le asignó la Real Academia de la Lengua Española. Más bien abrazó la pureza de la imperfección y abordó conflictos de toda índole.

Sin deberse a otra causa que la de construir un agudo relato de ficción, el programa puso en pantalla desde infidelidades y extremismos religiosos hasta mensajes feministas y homosexualidad sin tapujos. El discurso de la serie, entonces, se sintetiza en los versos con que concluye Amalia, en un cierre narrativo cíclico, los últimos minutos del capítulo final: “Yo no te digo pues que soy un hombre puro, yo no te digo eso, sino todo lo contrario. Que amo (…), y me gusta comer carne de puerco con papas, y garbanzos y chorizos, y huevos, pollos, carneros, pavos, pescados y mariscos, y bebo ron y cerveza y agua ardiente y vino, y fornico incluso con el estómago lleno. Soy impuro, ¿qué quieres que te diga?”


CRÉDITOS

Fotos. / Tomadas de la revista Alma Mater

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