Un viaje… muy, pero que muy largo
Queridos lectores olímpicos:
Se me ocurrió una idea un tanto inusual: ¿Y si escribiera sobre los Juegos Olímpicos en forma de carta? Entre tantos reportajes tradicionales, pensé que podría ser interesante probar algo diferente. Mi esperanza es ofrecer una perspectiva más personal y, quizás, establecer una conexión más directa con ustedes. ¿Les parece que exploremos juntos esta forma?
Hay una pregunta que se dispara con la velocidad de un balazo: ¿Por qué voy a escribir de los Juegos Olímpicos en forma de carta? Quizás sea una estrategia efectiva y atractiva, que en un panorama saturado de trabajos reporteriles convencionales, tratar de buscar un enfoque único y refrescante; además, ofrecer una perspectiva personal. Ojalá funcione…

Les cuento que en la tarde-noche de este lunes nos reunimos, alegres, en el aeropuerto internacional José Martí, en La Habana, los periodistas cubanos de prensa impresa, radio y televisión para cubrir el tan esperado evento antes mencionado, previsto para inaugurarse este viernes.
El desplazamiento aéreo de ocho horas, como era de esperar, fue agotador: de no saber cómo sentarse, sin estar al lado del pasillo aprovechar para caminar y estirar las piernas, y de preocuparse por una posible hinchazón de los tobillos, entre otros inconvenientes.
Pero ha sido el viaje más maravilloso de mi vida: en mis 43 años llevados día a día en la crónica deportiva es la primera vez, por diversos motivos que no serán motivo de esta carta, que puedo participar en unos Juegos Olímpicos.
Ese es el deseo de todos los que nos ocupamos de tan bella esfera de la vida, deportistas, entrenadores, personal médico y periodistas.
Estuve a punto de ir a los celebrados en la capital japonesa, Tokio 2020, mas celebrados en 2021 por la pandemia. Un reajuste económico de último momento, me volvió a dejar con los deseos.
El ánimo tampoco quedó noqueado. ¿Yo no sé cómo tú puedes?, me preguntó una compañera. Y lo voy a decir no por mí, pues me sé muy bien la receta, sino por cualquier lector a quien pueda ayudar. La frase no es mía, pero aquí se las dejo: “El secreto de la vida es caerse siete veces y levantarse ocho”. En este caso específico, amar lo que uno hace.
Las investigaciones nos habían revelado que este vuelo, para nosotros sin fin, iba a durar nueve horas y cinco minutos; ya sentados informaron que ocho y cinco, y en la práctica fue de ocho horas y cuarenta minutos: llegamos a París a las 12:40 del mediodía hora local (seis horas menos en La Habana). La temperatura era de 21 grados Celsius y el cielo estaba despejado.
Esta aventura que nos resultaba interminable fue a abordo de una nave enorme de Air France, un Boeing 777-300, con 472 personas a bordo. Cuando descubrí como opera la pantalla, en la parte posterior del asiento que me precedía, no me dio por buscar películas; mas bien me puse a indagar por datos del vuelo. La altitud era de 10 362 metros. La temperatura afuera de -41 grados.
No me interesaron las ofertas de filmes. Quería dormir, lo cual no pude hacer por caprichos del cuerpo. En mi fila dos viejos colegas de mis 24 años en el periódico Granma sí se entregaron a la pequeñita pantalla. Oscarito Sánchez con Carrozas de fuego (para ir calentando los motores deportivos) y Ricardito López escogió a Napoleón.
¿Qué si pasamos por zonas de turbulencias? Unas cuantas veces. Yo, muy valiente, decidí ni abrir los ojos.
No quiero que esta carta sea muy larga. Me quedan otros apuntes en el Reporter Notebook que me regaló mi hermana.
Vuelvo muy pronto con la segunda carta.
Un saludo olímpico.
- Leer Cartas desde París No 2: Mi medalla de oro
4 comentarios
Rafael: Muy buenas tardes. Estaremos atentos a tus cartas. Disfruta París y cuéntanos todos los detalles. Seguro serán interesantes. Un abrazo.
muchas gracias por el mensaje. sí, es muy interesante.
Rafael, felicidades para ti. Buena estancia en Paris.
En hora buena, Rafael Pérez Valdés;
Saludos y éxitos.